¿Cómo enseñar la coherencia en la educación?

Nuestros padres solían decirnos, “una cosa es decir y otra cosa es hacer”, cuando por cualquier circunstancia reiterábamos el no cumplimiento de una acción, actividad o responsabilidad, o también cuando un error que prometimos no volver a realizarlo y lo hicimos; en la actualidad expresaríamos, no somos coherentes, no cumplimos con lo ofrecido. Sigue leyendo sobre la educación con el ejemplo en todos los espacios del convivir humano.

La coherencia significa pensar y actuar de manera complementaria, consistente, lógica, en relación con creencias, valores, tradiciones de una cultura, de una sociedad.

Tenemos cientos de ejemplos en los que la incoherencia es pan de todos los días: así, en elecciones de directivas, asociaciones, sindicatos, cooperativas y mucho más en elecciones de autoridades seccionales, provinciales, cantonales y a nivel nacional, los candidatos ofrecen “el oro y el moro”, que a veces caen en ofertas demagógicas, mismas que no se cumplen o simplemente ni se acordaron del cúmulo de ofrecimientos cuando ejercen el poder.

Esta introducción nos debe hacer meditar, lo importante y necesario que significa enseñar a nuestros niños desde los primeros años de instrucción, en clase o en la casa, que el ejemplo, la palabra de honor, debe y tiene que prevalecer para que la coherencia sea parte constitutiva de la personalidad, esto es, entre lo que dicen, piensan y actúan.

Para esto se requiere partir del ejemplo desde el hogar, la familia, el entorno, que implica mantener una integridad y unidad entre las acciones y las palabras, entre lo que ofreces y cumples, acciones que manifiestan un nivel de credibilidad, que, al ser habituales en todas las facetas de la vida, le permiten fiabilidad en las relaciones interpersonales, ocupacionales y profesionales, tan venido a menos en tiempo de la “modernidad”.

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Ser coherente implica ser congruente en todas las facetas del proceso evolutivo, iniciándose en la niñez hasta la adultez, solo así se garantiza que las relaciones personales, los deberes profesionales y los comportamientos habituales sean garantía de personas íntegras, constructivas y trascendentes.

La confianza y credibilidad se gana en todas las acciones y desempeños; al ser humano se le conoce por lo que hace y no por lo que dice, aforismas que se han mantenido por cientos de años, y que son necesarios recordar de manera permanente.

Existen infinidad de ejemplos en los que la coherencia debe ser práctica de todos los días, así ilustro con dos aplicaciones:

Si considero que los saberes ancestrales tienen validez, obligadamente debería preservar el patrimonio y diversidad cultural, el diálogo intercultural, la sostenibilidad ambiental, la resiliencia comunitaria, los saberes y prácticas para la salud.

Si soy crítico y maldigo la corrupción, la ética debe ser la carta de presentación, desde hechos tan insignificantes, desde respetar las colas en el banco, parada de buses o del metro, no ofrecer coima en las oficinas por un trámite o por infracción de tránsito, no comprar “favores” o concesiones a cambio de dinero o de otros beneficios que van desde actos indecentes y deshonestos.

Enseñemos con el ejemplo en todos los espacios del convivir humano.

 Escrito por Dr. Franklin Tapia D.

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