Educación en Valores

En todas las sociedades hay un denominador común, la restitución de valores en la formación integral de los educandos, porque no podemos ni debemos mirar de soslayo un problema que se manifiesta permanentemente en las relaciones sociales, en las relaciones familiares, en las organizaciones sociales, en las instituciones educativas y en las actividades diarias del trabajo, en los que intervienen adultos, jóvenes, adolescentes y niños.

Los centros educativos y las familias deben retomar acciones que permitan a través de todas las modalidades de estudio a fortalecer valores, simultáneamente con el desarrollo de capacidades y competencias establecidos en los diferentes niveles de la educación, inicial, básica, bachillerado y de tercer nivel.

El proceso de enseñanza-aprendizaje cumple su rol pertinente a través de los cuatro pilares de la educación, que deben desarrollarse a lo largo de la vida de las personas, esto es: Aprender a conocer (adquirir conocimientos-teoría), aprender a hacer (habilidades y destrezas-práctica), aprender a ser (valores y hábitos) y aprender a convivir con las demás personas.

En síntesis, se aspira que toda persona tenga un pensamiento crítico, autónomo que le permita emitir juicios de valor, para adaptarse y enfrentar a las diferentes condiciones que la vida le presenta.

Hoy más que nunca, se necesita tener una capacidad de discernimiento ante una cantidad interminable de información y desinformación, que se presenta en el internet, en los medios de comunicación y en el convivir diario.

Cuando se logre este cometido, es factible desarrollar procesos de enseñanza-aprendizaje, mucho más pertinentes; la teoría y la práctica con el ejemplo, van a formar parte del comportamiento humanista de los estudiantes, en donde prevalezca el compromiso, colaboración, solidaridad, empatía, equidad, disciplina y respeto.

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Promover el desarrollo personal y social de los estudiantes, unido al conocimiento técnico científico, permitirá un desarrollo holístico, integral, pertinente, consciente de valorar sus creencias y su aplicabilidad en el entorno, factores que conllevan a una convivencia pacífica, a fomentar un ambiente inclusivo para convivir en una sociedad intercultural con respeto a la diversidad.

Esta dimensión de cultura académica y de aprendizaje activo, incorpora los principios éticos y morales, para contrarrestar la imposición de una visión del mundo estrictamente materialista, parcial y no incluyente.

Una política educativa debe promover el fomento de la empatía para una convivencia pacífica y entendimiento mutuo, en base a valores que les permita enfrentar los desafíos de la vida.

Uno de ellos, tomar conciencia y respeto a la diversidad sexual, desde la utilización de un lenguaje inclusivo y el cumplimiento de normas claras sobre el acoso y la discriminación. Esto conlleva practicar la tolerancia, contender prejuicios y estereotipos, en espacios en donde el diálogo sea un espacio de armonía para unas relaciones sociales productivas.

En fin, modelar actitudes y comportamientos colaborativos, que permitan resolver conflictos individuales y colectivos, para lograr una convivencia pacífica con un sentido de pertenencia y equidad en los diferentes roles que tiene el ser humano.

Escrito por Dr. Franklin Tapia D.

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