La literatura de Pierre Louÿs

Pierre Louÿs es uno de los más grandes escritores eróticos de todos los tiempos, y en esta entrada, de Fernando Endara, docente de la Universidad Indoamérica, destacaremos aspectos fundamentales de su obra. Si te gusta la literatura europea del siglo XIX, seguro encontrarás datos que te llevarán a seguir indagando en sus autores medulares.

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“La sensualidad resulta la condición misteriosa, pero necesaria y creadora, del desenvolvimiento intelectual. Los que no han sentido hasta el último límite los apetitos de la carne, sea para amarlos o para maldecirlos, son incapaces por lo mismo de comprender toda la extensión de las necesidades del espíritu”. Pierre Louÿs

Pierre Louÿs es un reconocido pornógrafo del fin del siglo XIX, uno de los más grandes escritores eróticos de todos los tiempos, un autor iluminado que pregonó las delicias, las insuperables delicias del amor, la voluptuosidad y la pasión. Nacido en Gante (Bélgica) el 10 de diciembre de 1870, su estética se asoció al simbolismo y parnasianismo francés, aunque en la actualidad se lo conozca por su estilo erótico refinado y elegante que potencia las posibilidades sexuales femeninas. “Afrodita, novela de costumbres antiguas”, su primera novela, se publicó en 1896, alcanzando el éxito inmediato; las reediciones y ventas propiciaron la fama del joven que, ya había sorprendido al público con “Las canciones de Bilitis” (1984), una colección de versos lésbicos supuestamente traducidos del griego clásico, cuya autoría se atribuyó a una contemporánea de Safo pero que, al poco tiempo se descubrieron un divertimento literario del propio Louÿs.

A diferencia de obras más explicitas del autor como “Las 3 hijas de su madre” o “Manual de urbanidad para jovencitas”, esta novela resalta por su intrigante manera de contar la historia y por su delicada forma de describir los encuentros pasionales. Veamos su trama y algunos de sus elementos más interesantes:

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“Afrodita” reconstruye las costumbres de las cortesanas de la antigua Alejandría. Relata, con maestría, el enamoramiento feroz y calculador de Khrysís, artistas del amor, conocedora de los secretos de Duzi y de Isthar, de Ashthoreth y Adoni, de Atalanta y Palibothra; y Demetrios, semidios escultor que tallo a(la) Dios(a), a la única Diosa, la del amor, la belleza y el erotismo: la Afrodita que inspiró esta novela, esta reseña y estos deseos inusitados de erotismo, literatura y candor. La obra nos presenta a sus protagonismos envueltos en orgullo, perfidia, sueños y ambición. Khrysís fingiendo indiferencia, pidió a Demetrios tres acciones, tres robos, tres pecados, para ganarse su favor, su amor=esclavitud. Demetrios, temeroso pero decidido, se ensució las manos, cayó en las tentaciones del cuerpo esbelto y seductor de la cortesana, esperando el mejor momento del amor: aquel en que la desnudez se revela.
Pero “Afrodita” no es una historia de romance, es un río de deseos desbocados. No, Khrysís y Demetrios no se aman, buscan la posesión, la esclavitud del objeto – no sujeto – amado; pero no es amor, es más bien una obsesión egoísta que se parece al amor, una batalla de egos y orgullo que se parece a la pasión, una intrincada idea de superioridad que se parece al deseo, una interacción de fuerzas lúbricas que se desatan para victimar al que muestra debilidad, un juego en donde ambos perderán, un enamoramiento narcisista en donde importa más hacerse amar que amar, en donde uno saldrá esclavo momentáneo y ambos terminarán destrozados -más o menos como el amor adolescente de la actualidad-.
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Y es que, en efecto, Pierre Louÿs consideraba a Grecia y a la etapa de expansión del helenismo -después del apogeo de Alejandro Magno – como la juventud embriagada de la humanidad. Como aquel momento espaciotemporal en que la raza humana configuró los placeres más elevados y las ideas políticas y sociales más idóneas. El cuerpo, indica, antes de la moral judeocristiana no era un territorio prohibido, ni vedado, ni pecaminoso, todo lo contrario, era la celebración de la existencia, el tacto requerido y necesario, el beso, la caricia, el ardor, la humedad, la penetración vital y elevada. Por eso los personajes de Louÿs se entregan a la sexualidad más desatada con delirio y regocijo: las cortesanas disfrutan del oficio más viejo del mundo con locura, aceptando fingir todo cariño y sin rechazar ninguna abyección, en brazos de los hombres que pagan por el placer, y en brazos de las mujeres, que provocan el verdadero placer. Louÿs considera a las mujeres como los seres sexuales por excelencia, con mayor destreza, creatividad, capacidad, fortaleza, resistencia y potencia que los varones, por eso son el único vehículo “capaz de dar y recibir amor”, por eso entregarse a un solo hombre sería un desperdicio, por eso una pareja de mujeres es perfecta mientras una pareja heterosexual aspira a la mitad de la perfección. Por supuesto “Afrodita” sacudió la moral parisina de finales del siglo XIX porque mostró de manera abierta una nueva e idealizada – en realidad una vieja (y no por eso menos idealizada) – forma del amor: salvaje, irreductible, carnal, lúbrica, radiante, epicúrea. Su universo literario llevó la sexualidad al plano utópico, al referir una carnalidad libre de sus violencias asociadas, escribió sobre una prostitución inteligente, amena, fabulosa, en donde las cortesanas llevaron las riendas; no los chulos, no las agencias, no la trata, no el terror, no la coerción.
La obra fue monumentalmente leída, incluso, malinterpretada: por décadas se consideró a Louÿs pionero de la novela histórica inspirada en la Grecia antigua, sobre todo porque después del éxito de “Afrodita” se sucedieron varios bestsellers con esta temática.
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Sin embargo, las intenciones de Louÿs estaban lejanas de la reconstrucción histórica; su trabajo, más bien, trató de recuperar la moral antigua, alejada de la idea del bien y del mal, alejada de toda norma convencional. Si acaso existiera una dicotomía sería la del vicio y la virtud, y son ambas el camino: de prosperidad el primero, de infortunios la otra. “Afrodita” es una puerta de acceso al universo sexo-poético de Louÿs, un marco por donde el lector atraviesa para salir transformado, un pasaje para atisbar nuestra inhóspita sexualidad.

Otra novela indispensable en cualquier biblioteca de erotismo o de la “literatura del mal”, aquella que ilumina los rincones más oscuros de la existencia humana, o eso decimos – como pretexto quizá-; cuando pudiera ser, más bien, aquella que oscurece nuestra luz, o, en otras palabras, la que nos recuerda que no somos seres de luz, que nos aterriza y nos recuerda nuestra animalidad, nuestro barro, nuestro polvo: aquella literatura leída y gozada por nuestros demonios, aquella que derriba los barrotes de nuestros prejuicios morales y nos permite dar rienda suelta a esta humanidad cruel, voluptuosa, absoluta.

Que Pierre Louÿs sea una guía para la libertad=literatura, que nuestro culto sea para “Afrodita”, única Diosa a la cual adorar.

Escrito por Fernando Endara.

Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica. Instagram: @fer_libros.

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