El hombre hembra de Joana Russ 

La ficción científica es uno de los géneros literarios y cinematográficos más importantes de nuestros días. Casi se podría afirmar que vivimos en aquel futuro que muchas historias de especulación científica presagiaron. Las inteligencias artificiales, el postcapitalismo, el Antropoceno, el posthumanismo y la realidad virtual, son algunas de las instancias que parecen conducirnos, sin frenos, al desfiladero cyberpunk; esto es, sociedades altamente tecnológicas controladas por corporaciones millonarias, mientras las personas mal viven o sobreviven en condiciones catastróficas. Una variante interesante, es la ciencia ficción feminista, que integra los debates sobre el género a la ficcionalización del desarrollo tecnológico y a la crítica social.  

Esta vertiente desató una ola de pensamiento que imbrica la deconstrucción del género, con la tecnología, la imaginación e incluso la defensa del medioambiente. Una de las obras referentes de esta tendencia es: “The Female Male”, de Joanna Russ, publicada en 1975, y traducida como “El hombre hembra”; aunque quizá quede mejor como: “la mujer hombre”. La publicación fue un éxito, y su lectura, sobre todo en ámbitos feministas, desencadenó reflexiones, debates y críticas; constituyéndose así, en uno de los pilares del subgénero de ciencia ficción feminista 

La novela, de una estructura compleja, es un hueso duro de roer que plantea una durísima crítica a la desigualdad sexual de la sociedad norteamericana de la década del 70 (por ende, a la sociedad actual de occidente), en donde, las opciones de vida para las mujeres estaban (están) limitadas por el machismo y el orden heteropatriarcal 

Sin adentrarse en conceptos, la obra critica de manera satírica los roles de género, los estereotipos, la brecha salarial, la sexualidad enfocada en el placer masculino, el ego del macho; en definitiva, dinamita la cuestión hasta su punto más álgido: la guerra de los géneros. Veamos, con más detalle, algunos de sus elementos.  

Varios son los elementos destacados de la obra. Primero revisaré su argumento, después me detendré en su estructura y finalmente explicaré algunas ideas de la novela. El texto está protagonizado por cuatro mujeres, Jeannine, Janet, Joana y Jael, cada una en su línea temporal. Las 4 J, se encuentran y desencuentran a lo largo de la novela, expresando sus anhelos y frustraciones, dentro del marco de interpretación posible de la sociedad a la que pertenecen. Jeannine proviene de una ucronía, es decir, una visión alternativa del presente.  

Aquí, la Gran Depresión no cesó, la Segunda Guerra Mundial no sucedió, y la década del sesenta no cantó al conejo blanco sus himnos de rock, psicodelia, sexo y liberación. Entonces las posibilidades de Jeannine se angostan, pues su educación se redujo a buscar al hombre, esperar al hombre, complacer al hombre, etc. Su cauce nostálgico conduce sus acciones, mientras busca un futuro en el que sabe, no será valorada por sí; sino por el hombre con quien comparta su vida, pues se siente una mitad que debe ser completada. Joana –alter ego– de la autora, es el “hombre-hembra”; the female-male.  

A pesar de que por su nombre pareciera un ejercicio de transexualismo, acá se trata de otro tópico. La línea temporal de Joana es similar a la nuestra, en la década del 70, por supuesto. Esta voz parece diluirse, parece un personaje sin cuerpo que pasa de su voz a la voz omnisciente de la autora, rompiendo incluso la cuarta pared.  

La angustia del personaje se produce por la imposibilidad de compaginar sus deseos femeninos con los roles impuestos, encontrando que una mujer no puede ser humana; pues la humanidad se reduce al hombre. Por eso, la mujer, entiende Joana, debe adoptar el papel del hombre, debe masculinizarse como se entendía en la segunda ola del feminismo 

Janet viene del futuro, 800 años por delante. Pertenece a Whileaway; una sociedad en donde los hombres se extinguieron debido a un virus. En esta utopía se adaptaron todas las funciones culturales, económicas y sociales para que las realicen únicamente las mujeres; o mejor dicho, las habitantes andróginas que borraron las distinciones de sexo/género.  

Se modificó la tecnología, la agricultura, la sexualidad, la familia, los trabajos; de modo que, las andróginas se integraron con la naturaleza en una sociedad matriarcal idílica. En esta sociedad, el amor romántico se deconstruyó para separar, por un lado, la reproducción mediada por tecnología; y por otro, el placer carnal que se obtiene de múltiples parejas y no de una. Aquí, el desarrollo tecnológico es tan potente, que se consiguió la panacea, integrar la técnica a la naturaleza para esconder el metal, y disfrutar de un mundo agreste y de respeto entre humanos y no-humanos. Por supuesto, esta utopía, como todas, es imposible.  

Aunque sí resulta un imaginario venturoso: un mundo sin la distinción binaria de los géneros sería un mundo sin guerra, sin hambre, sin desigualdad; sería, además, un espacio de convivencia humano-naturaleza que destruye esta dicotomía, reintegrando al andrógino, de donde nunca debió salir. Esta perspectiva no binaria es, entonces el apartado ecológico de la obra. Al reverso, la distopía: Jael es una científica y militar de un plano alternativo, un mundo en donde las diferencias entre los sexos extrapolaron la batalla, y en bandos, buscan la supremacía. La sociedad, por ende, está dividida.  

Mientras los varones buscaron la manera de perpetuar su placer sexual, a través de convertir a varios hombres en objeto sexual (feminizarlos), las mujeres buscan una sociedad horizontal y comunitaria.  

Aquí la humanidad se precipita a la guerra de los censos en trincheras subterráneas, mientras la naturaleza fue arrasada. Estas 4 J, en realidad son 4 caras del mismo prisma, 4 versiones de la misma persona, 4 versiones de una mujer, con distintas opresiones y cárceles 

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Entonces el trabajo de Russ, se funda en el multiverso, o en un universo de posibilidades. Por eso, su estructura narrativa es difícil, así como su argumento plantea deconstruir el género, su forma busca deconstruir la novela. En ese sentido, es narrativa postmoderna ideológica dentro de la ciencia ficción 

Así, la narración es una polifonía de voces, un cambio de perspectivas en donde al lector le cuesta trabajo identificar la voz de los personajes que relatan, a veces en primera, otras veces en tercera persona. Estas voces se intercalan, a la par que los espacios y los tiempos se trastocan, produciendo un caos que resulta un desafío, en ese sentido, la construcción recuerda a Faulker; aunque aquí, más allá de la historia o el lenguaje, se trata de dinamitar las relaciones de género. Por eso, esta es la columna vertical de la novela, su fondo, más no su forma, que, en ocasiones, se pierde. Sin embargo, esto no resulta un descrédito; todo lo contrario, es una de las máximas virtudes de la novela: constituirse como un rompecabezas cuyo armado completo quizá, solo lo consiga la subjetividad femenina.  

Quiero decir que, como lector, puedo empatizar con la incomodidad del acoso o la violencia; pero no puedo sentir en el cuerpo, esto es, encarnar, aquella incomodidad, como sí lo hacen los cuerpos/as femeninos/as y/o andróginos 

Por eso, la novela fue un campo de batalla en los 70, cuando los lectores la descalificaron; mientras las feministas la reivindicaron.  En todo caso, es una gran virtud de la autora el imbricar 4 voces y 4 líneas temporales, porque al final del día no resulta tan importante identificar cada voz y cada escenario; sino cómo estas voces llegan a confundirse hasta provocar un acceso a todas las perspectivas y variantes del ser femenino, incluso postulando el andrógino. Un caos total, muy similar al abismo de expectativas al que están sujetas los cuerpos/as, mentes, espíritus y sexualidades de las mujeres 

Así, la estructura se convierte en continuum narrativo de la paradoja de los estereotipos y roles de género. Un bello y precioso caos que encuentra espacio para lo poético, lo metafórico, lo irónico, lo inconexo, lo incompleto; en fin, para una forma de encarar la palabra que, en su desconcierto, sensibiliza y/o arremete contra sus lectoras y lectores 

Aunque varios de los elementos críticos de la novela parezcan desfasados en el tiempo; estos debates fueron necesarios en su contexto histórico y geográfico para propiciar alternativas de convivencia que superen la brecha sexual. En la segunda década del siglo XXI, quizá valdría girar la tuerca a la propuesta de Russ. La autora, parece indicar que la dominación masculina es tan violenta y atroz, que la única perspectiva es la revuelta, la batalla y la guerra; la ucronía, distopía o utopía. Así, especula con sociedades forjadas en la guerra entre los sexos; o más allá, como en Whileaway, donde los hombres se extinguieron, después de perder la guerra; para dar forma a una nueva sociedad andrógina y eco consciente.  

Se podría inducir y catalogar las posibilidades de las mujeres en 4 opciones, conforme a los personajes: Jeannine representa a una sociedad patriarcal en donde la mujer únicamente se realiza a través del matrimonio; Joana representa a la mujer que debe convertirse en hombre, es decir, masculinizarse, para conducirse en sociedad; Jael muestra una sociedad de guerra entre los géneros; y, Janet muestra una realidad sin hombres/andrógina 

Así, Joanna desahoga toda su rabia ante la dominación masculina, sugiere que la salida final es la extinción, la deconstrucción del binarismo de género. Por supuesto, matizado con sátira; pero con un objeto final y extremo. De todos modos, no me parece descabellada nuestra aniquilación, hablo de nosotros: hombres. Acabar con la masculinidad (destruir), o proponer alternativas de masculinidades otras (deconstruir), es solo el primer paso conseguir sociedades más justas e igualitarias. 

Para finalizar, no puedo negar que, como lector/hombre salí escaldado, como leí en alguna reseña. Esta lectura fue una motivación para revisar y cuestionar mis prácticas, para mejorar la convivencia, y, por supuesto, para empatizar con las mujeres y sus luchas diarias por reivindicar derechos. Así que mi primer compromiso es con mi pareja sentimental: mi esposa, quien carga y encarna en su ser, subjetividades de opresión; que a veces no entiendo o minimizo, que soporta una batalla cotidiana en el plano laboral y social 

Por eso, al menos en casa debería comenzar la liberación: matando al macho del hogar. Joanna Russ, profeta del mundo nuevo, que tu legado sea la libertad que tiene la literatura para encarar de frente la realidad; para verificar que el binarismo de género del control biopolítico propicia sociedades de violencia; y, para proponer alternativas utópicas y/o distópicas que permitan imaginar esa deconstrucción final no sólo del género; sino del humano, para reintegrarlo como una especie más del cosmos y recuperar así, el equilibrio ecológico perdido que nos llevará, sin duda, al cataclismo.  

 

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 Escrito por Fernando Endara.  

Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica.  

Instagram: @fer_libros. 

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