La colección de libros “La Sonrisa Vertical” es célebre por su acercamiento artístico y literario al erotismo, en todas sus vertientes y variantes, desde los clásicos hasta los contemporáneos. Luis G Berlanga, su director, fue un reconocido coleccionista, cineasta y erotómano que impuso su casta y estilo en Tusquets Editores.
En 1995, editó la traducción española de Mercedes y Berta Corral del compendio de memorias reales e imaginarias “El Eros”, del artista, escritor y cineasta italiano Alberto Bevilacqua. La obra resalta por su carácter episódico para demostrar diversas facetas del erotismo, ambientadas con maravilla en Parma, su ciudad natal. El periodista, poeta y narrador italiano obtuvo numerosos premios y distinciones tanto literarias como cinematográficas. En 1994, presintió el final de su vida y se dedicó a escribir una suerte de anécdotas, recuerdos y evocaciones con una sutil mezcla entre el recuerdo, la fantasía y la ficción.
El objetivo de estas narraciones fue rastrear un espíritu: El Eros, que nos atraviesa a todas las personas, a la naturaleza, a las cosas. Así, con un estilo sutil y elegante, sin dejar de ser popular, demuestra una comprensión compleja y colorida de la dimensión humana por excelencia: los placeres del cuerpo y de la carne. Su lectura me recordó el erotismo mediterráneo, a Tinto Brass y su película Paprika (1991), así como a las ilustraciones de Betina Uzcátegui, la Dueña del Vago hechizo de César Dávila Andrade. Veamos unos cuantos elementos de la obra de Bevilacqua.
El compendio “El Eros” guarda una fascinación por tres elementos recurrentes: lo popular, lo estético y lo erótico. Estas tres aristas se enmarcan en una cultura sabrosísima como lo es la desarrollada a orillas del Po, en Parma. De hecho, esta es la mayor riqueza de la obra, una forma de trasmitir reflexiones de carácter universal a través del color local. Sin embargo, la traducción/traición no permite alcanzar una cabal comprensión del acervo lingüístico, geográfico y cultural de las narraciones.
No es que la traducción sea mala, es que una obra de estas características se puede apreciar en su cabalidad no solo en el idioma original; sino, más importante, mediante una vivencia que únicamente el Parma posibilita. A pesar de todo, lo importante no es lo que se pierde, sino lo que se conserva. Y aquello que queda es radiante.
Más que textos son fulguraciones de la pasión. Bevilacqua nos recuerda que el amor es un arte de los sentidos, en donde el cuerpo juega un rol privilegiado; pero no lo es todo. Estas memorias precisan aquella verdad de que el órgano más erótico del cuerpo es el cerebro, la imaginación y la fantasía.
No se trata entonces de complicarse con posiciones o simetrías anatómicas; sino de dejarse llevar por los sentidos.
Esto tiene que ver más con la contemplación que con la acción, con la voluptuosidad capaz de desatarse con un olor, un sabor o un recuerdo; con la pasión de un atardecer o una casualidad; con aquella relación, vislumbrada por algunos, entre el sexo y la literatura. Bevilacqua entiende que una masturbación no es un simple placer solitario, es mas bien un juego, un relato que te haces a ti mismo; la forma más simple y burda de un ejercicio literario. Asimismo, entiende que la danza de los cuerpos necesita de cierta complicidad, de alguna conexión, de algo que una los espíritus a través de la carne.