Prólogo
“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.
Jorge Luis Borges
“Narraciones ambateñas” es la ópera prima de Carlos Palacios. Palacios (1979) es un intelectual consumado: músico, docente, escritor, comunicador social, productor y gestor independiente. Su trayectoria se destaca en el ámbito artístico de la ciudad de Ambato, siendo integrante de la banda: “Sháman THaimaCú”. Carlos es un shamán de la palabra que nos convoca a esta, su primera entrega. La obra consta de 7 relatos: un relato largo y seis cortos.
Cada una de estas historias está inspirada en los 7 pecados capitales; estos son: lujuria, soberbia, gula, avaricia, pereza, ira y envidia.
El relato “Una búsqueda desesperada” inspirado en la soberbia, lleva el timón. Una narración histórica, amena y familiar. Palacios reconstruye una narración que le contó su abuelo, acaecida en el famoso episodio de la guerra de los 4 días. Este suceso, es uno más, de los enfrentamientos civiles y militares por la sucesión o la toma el poder que han caracterizado la historia republicada del Ecuador.
Fue en 1932, luego de la renuncia del presidente Isidro Ayora, quien había modernizado el Estado al emitir leyes financieras para crear el banco central y controlar la emisión de dinero que ejercían los bancos del litoral; cuando se desató la tormenta. Al dejar Ayora el poder, se le encargó la presidencia del Ecuador al liberal Alfredo Baquerizo Moreno, quien prometió que garantizaría el ejercicio electoral libre y democrático. Sin embargo, tas la victoria en los comicios de Neptalí Bonifaz, que representaba al partido conservador, el congreso descalificó al candidato triunfador el 20 de agosto, al atribuirle la nacionalidad peruana.
Esta decisión, algo arbitraria, fue respaldad por los grupos políticos que perdieron la contienda electoral; es decir, los liberales. Sin embargo, los conservadores salieron a las calles a reclamara en favor de Bonifaz, mientras las fuerzas liberales, respaldados por el estado, buscaban la pacificación. Esta guerra civil es un de los episodios más tristes de la historia de nuestro país, porque fallecieron, según cifras oficiales no corroboradas hasta la fecha, cerca de 20.000 personas.
Las batallas estallaron en varios sitios del país, siendo Quito, el eje o centro del conflicto. En ese marco, Palacios inserta su historia, trasformando una anécdota familiar en literatura. Sucede que el hermano del abuelo (tío abuelo) de Palacios se enlistó en el ejército y salió rumbo a la guerra dejando a su familia en zozobra. Entonces, el narrador, que encarna la memoria del abuelo de palacios en un ejercicio literario que funciona como un relato histórico, debe salir en búsqueda de su ñaño. Esta historia, narrada en primera persona, con un narrador implicado y protagonista es lírica y rigurosa.
El autor comprueba cada uno de los datos y referencias históricas a través del manejo de fuentes clásicas y de libros especializados sobre: “la guerra de los 4 días”; así como del uso de la memoria familiar y comunitaria ambateña.
Estos elementos matizan y llenan de color el relato. De esta manera, Palacios emplea nombres propios de ambateños que vivieron durante la época, así como la descripción de las calles, de los comercios, de las ideas y de los trayectos. Resulta, por tanto, interesantísimo comparar y contrastar el Ambato de inicios del siglo XX, con el Ambato de inicios del siglo XXI. Así, la obra nos remite cien años atrás, cuando los parques eran plazas y el sonido y el humo del ferrocarril llenaban de jolgorio las callejuelas de la ciudad.
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Por eso, resultan atractivas las escenas en los parques de Ambato, y, sobre todo, las acontecimientos en el ferrocarril, pues este no quería partir hacia Quito por temor a los sublevados y militares. A lo largo del relato, figuran personajes entrañables que, a la postre, tienen el mismo ideal. Acudir a la guerra para reencontrarse con sus seres queridos. Y es que, detrás de las armas y municiones, de los caudillos y sublevados, de las ideas y las reformas; están las personas. Seres humanos que sentimos y que somos víctimas de la guerra. En muchas ocasiones, las guerras las propician las élites; pero los muertos los pone el pueblo. Por eso, este relato, antibelicista en su fondo nos recuerda que, a pesar de las sombras, siempre brillará la luz de la familia y la hermandad.
El resto de las historias, son, más bien, cuentos cortos. La mayoría guarda la estela rusa del maestro de la narración corta Chejov, aunque varios también tiene cierta aura a Cortázar. El autor alterna con maestría entre diversas voces narrativas y protagonistas para darle variedad a sus historias; pero también para abarcar perspectivas a la hora de encarar sus relatos. Veamos: “La virtud del ahorro” inspirado en la avaricia, es un oscuro corto sobre las consecuencias del pecado en cuestión.
“El gran banquete” inspirado en la gula es un texto divertido con moraleja incluida. “La viuda negra” es un microcuento sobre la lujuria que recuerda a las clásicas leyendas ecuatorianas de aparecidas y fantasmas; lleva ecos de “La Dama Tapada”. “La Gran pelea”, que refleja la ira, es otra divertida historia que parece anécdota; pues a quien, en su enfermo juicio, no se la ha ocurrido agarrarse a trompadas con el duende.
La pereza aparece en el cuento: “Un corte de cabello muy ejemplar”, nuevamente con afán aleccionador. Y, finalmente: “Las imágenes que nos cuidarán”, que aborda la envidia, recrea el conflicto religión vs ciencia, muy en boga en aquellos años 20. Y es que, so pretexto de la fe; la iglesia, el estado y las élites, han utilizado imágenes, devociones, misas y prédicas para legitimar su posición en las alturas celestiales y terrenales del dinero y del poder.
¿Qué hubiese pasado?, se pregunta Palacios; si este Ambato cosmopolita, sentido común tuviera, ¿mas no esta fe que no necesita?
Con estos versos contundentes se despiden las “Narraciones ambateñas”, invitándonos a evocar la memoria con ternura y emoción, con humor y algazara; pero también con espíritu crítico y reflexivo. De estas historias se deducen las motivaciones políticas de Palacios: su interés por el pasado, como un coleccionista de datos y relatos rigurosos, su crítica a la fe ciega que no propone acciones reales ni prácticas; y, finalmente, su visión de la guerra, como un escenario marchito y decadente de pasiones humanas, donde danzan en combate los arlequines del poder, y, por supuesto, las víctimas son los inocentes que creen en una consigna o la otra.
Que caigan las consignas, parece decir Palacios, y que se enarbolen los valores, el humor, la familia, la memoria y la comunidad. La comunidad de este Ambato, siempre pujante y trabajadora, siempre amena y generosa; y, sobre todo, cobijada por la pluma del Cervantes Americano, siempre presta a la lectura y la reflexión.
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Escrito por Fernando Endara.
Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica.
Instagram: @fer_libros.