Howard Philips Lovecraft fue un autor casi desconocido en su época. Fue un escritor de culto, o, mejor dicho, que provoco el culto de su figura y su obra en un reducido grupo de seguidores que se fue ampliando con el pasar de los años. Su figura desata los más oscuros horrores a la vez que convoca los amores más extraños. Con amores me refiero a la fidelidad y devoción de su círculo de seguidores, fanáticos y lectores que lo colocaron como uno de los escritores más importantes y leídos del siglo XX.
Sin perder un ápice de actualidad, la obra de Lovecraft se constituye en un referente de la literatura fantástica, de terror, de Pulp, de ciencia ficción y especulativa de esta y de todas las épocas. Su legado es inmenso e inconmensurable, el transcurso de los años seguirá cimentando una estela que alcanza en su magnitud el poderío de sus criaturas. Y es que, sus asombrosos relatos son devorados, analizados, diseccionados no solo por amantes o especialistas del género; sino por aficionados a la literatura, cineastas, músicos, artistas, intelectuales, cosmonautas, chamanes, académicos, estudiantes, brujas y toda persona afín o curiosa hacia los temas cósmicos, el horror o el infinito. Por eso, su legión de seguidores es diversa, compleja y heterogénea.
De hecho, la interpretación de los relatos varía de persona a persona, según la tendencia e intención religiosa, política o literaria del lector. De ahí que resulta una obra poliédrica y ambivalente, que carece de lecturas abarcadoras y que, constituye una bisagra entre mitología y literatura. Por eso, la colección MYTHOS de Plutón Edición publicó en 2021 el volumen: “Mitología H.P. Lovecraft, el ascenso divino del terror” escrita por el multifacético Javier Tapia, especialista en mitos y esoterismo.
El libro abarca una revisión biográfica de Lovecraft, así como una recapitulación del contexto social, literario y esotérico de la época en que vivió, para finalizar con una interpretación de su obra que no termina de calar. Por eso, después de la reseña, terminaré con mi propia interpretación sobre la mitología/literatura de Lovecraft, a la luz de la Crítica de la Razón Literaria del profesor Jesús G. Maestro.
Javier Tapia inicia su libro aportando datos biográficos de Howard Philips, para después realizar su carta astral. Lovecraft nació en Providence el 20 de agosto de 1890. Fue descendiente de familias aristocráticas de raigambre inglesa que se habían trasladado a Estados Unidos desde el mismo viaje del Mayflower, hasta donde se remontan sus antepasados maternos. Winfield Scott Lovecraft, su padre, murió debido a una crisis neurótica ocasionada por la sífilis, cuando el pequeño Howard contaba apenas 8 años después de una larga estancia en un centro psiquiátrico.

Su madre, Sarah Susan Phillips, se encargó de cuidarlo y criarlo; aunque en este proceso resultó en un muchacho tímido, retraído y huidizo con una impresionante creatividad, inteligencia y talento. Para Tapia, la madre de H.P. tenía un incipiente Síndrome de Münchhausen que volcaba hacia su hijo provocándole enfermedades reales e imaginarias. Además de su madre, en el núcleo familiar también estaban sus tías, Lillian Delora Phillips y Annie Emeline Phillips, y su abuelo, Whipple Van Buren Phillips, destacado intelectual y empresario de rancio abolengo.
Así, Howard atravesó la adolescencia entre enfermedades y profundos terrores que le provocaban pesadillas. Su único consuelo intelectual era la lectura motivada por su abuelo. Así, conoció diversos autores y temas, enfocándose en el policial primero, para decantarse por lo siniestro, lo fantástico, lo esotérico y tenebroso después. Nutrió su imaginación y orientó unas aptitudes literarias que destacaron desde la más tierna infancia, pues se tenía a Howard como un niño prodigio.
Sin embargo, la alcurnia de su familia lo alejó de la educación pública, puesto que se consideraban de una casta indigna para mezclarse con la plebe. Así, la instrucción de Lovecraft estuvo a cargo de tutores, de su abuelo y de la literatura. Al poco tiempo descubrió que no existe mejor maestro que uno mismo, es decir, fue autodidacta.
En 1904 falleció su abuelo, esto afecto profundamente la psiquis del joven pues pensó en el suicidio; pero también incidió en la economía familiar porque los Philips se vieron obligados a dejar la amplia residencia familiar para buscar nuevos reductos. A la par, Howard se desencantó de la astronomía y pasó a la literatura siguiendo el estilo de los relatos de Edgar Allan Poe; mientras se ensimismaba y refugiaba en el hogar maternal.
El joven Howard casi fue un ermitaño, a no ser por una serie de controversias suscitadas merced de una carta suya dirigida a la revista Argosy (primera revista de Pulp en Norteamérica) en donde se quejaba por lo insípido de los relatos románticos que publicaba. Esto llevó a que se haga de un nombre en la United Amateur Press Association (UAPA), posterior a la publicación de su primer relato como escritor profesional: “Dagón” en Weird Tales en 1923.
En esta época comenzó a forjarse el culto a su figura, a través de una red de admiradores en donde se encontraban, entre otros, Robert Bloch, Clark Ashton Smith y Robert E. Howard, todos referentes del Pulp de la primera mitad del siglo XX. Con estos y otros autores, Lovecraft inició una serie de intercambios por correspondencia que duraron varios años. De hecho, se lo considera uno de los autores más prolíficos en el género epistolar pues se conocen cerca de cien mil cartas de su autoría. Por otro lado, el pesimismo de Lovecraft se arraigó a raíz de la muerte de su madre acaecida en 1921 cuando él contaba con 31 años.
Muchos críticos, Tapia incluido, consideran a la madre de Howard como la causante o diseminadora de muchos de sus traumas, miedos, abyecciones y extravagancias. Esta hipótesis se sustenta en el puritanismo de Sarah, pues descargó todas las frustraciones de una burguesía en decadencia sobre el último eslabón de su estirpe, sin imaginarse que la familia quedaría eclipsada por la sombra del escritor.

Dos meses después de la muerte de su madre, Lovecraft conoció a su futura esposa Sonia Greene, hija de inmigrantes judíos ucranianos, viuda y siete años mayor. Se casaron en 1924 y se trasladaron a Brooklyn donde ella administraba una tienda de sombreros, mientras él se las apañaba como escritor ciego, corrector de estilo y otros menesteres literarios, al tiempo en que el contacto con una ciudad cosmopolita como New York, repleta de extranjeros, exacerbó su racismo y clasismo. Se conoce también que Howard tuvo muy poco contacto con las mujeres, Tapia, como otros biógrafos inciden en su asexualidad. Aducen que el citado comentario de Sonia respecto a su sexualidad: “un adecuado y excelente amante”, fue una cortina de humo, una treta o acuerdo entre la pareja para respetar una unión que culminó en divorcio amigable.
Te podría interesar: El que susurra en la oscuridad, Lovecraft
Curiosamente, el divorcio no terminó en instancia legales de manera que siguieron casados sin que ellos lo sepan. Sonia se enteró de esto varios años después cuanto intentó contraer nupcias con otra persona. Howard regresó a Providence a vivir con sus tías, a sumergirse en la soledad taciturna de la frustración y a escribir sus mejores y más recordados relatos. En efecto, esta fue su etapa más prolífica, surgieron La llamada de Cthulhu (1926), en las Montañas de la Locura (1931) y El caso de Charles Dexter Ward, compuesta en 1927 y publicada en 1941. Estos y otros fantásticos relatos se publicaron en célebres revistas Pulp como Weird Tales y Analog Science Fiction and Fact.
Estos relatos incrementaron su curiosidad por temas esotéricos, filosóficos, parapsicológicos, simbólicos e históricos. A la par que escribía, Lovecraft se convirtió en un consumado buscador de libros antiguos sobre dichos temas. También expandió su intercambio epistolar incluyendo a nuevos escritores -August Derleth entre ellos- que conformaron el círculo de difusión de su obra, pues a su muerte se encargaron de compilarla, prologarla, publicarla e interpretarla.
Sus últimos años de vida fueron casi un misterio. Arrojado a la pobreza, la escritura prácticamente no le reportaba nada. Al fallecer su tía en 1932, Lovecraft se quedó casi solo, acompañado únicamente por su círculo de amigos con quienes se carteaba, y con los siniestros seres de sus relatos. A pesar de la pobreza Howard se asentó en sus valores aristocráticos para evitar el mercado o la fama, arraigándose a su particular idea de cultivar la literatura para su deleite y el de sus amigos, sin preocuparse por el mundo editorial o el gusto del público. Irónicamente hoy es uno de los autores predilectos del bajo mundillo literario y de los lectores del mundo entero.
A partir de 1934 comenzó un periodo de decadencia física en la que su salud se fue a pique y fue internado en el hospital varias veces hasta que finalmente falleció el 15 de marzo de 1937 diagnosticado con cáncer intestinal, una enfermedad que padeció por años. Se conoce poco sobre estos tres años, por ello, resultan el caldo de cultivo para las teorías de biógrafos y conspiranoicos sobre contactos reales o imaginarios con sus entidades literarias o con otras entidades provenientes del mundo satánico o esotérico.
Fue enterrado en el panteón de su abuelo paterno, en su lápida consta la inscripción: “Yo soy Providence”, una línea agregada años después por un grupo de aficionados y tomada de una de sus miles de cartas.

Otro dato interesante es que es a partir de la muerte de Lovecraft que su obra gana en relevancia. En efecto, sus relatos se compilaron y publicaron de manera independiente a las Revistas Pulp abarcando públicos más amplios, mientras varios de sus amigos conformaron El Círculo de Lovecraft y tomaron muchas de sus ideas, escenarios, dioses y personajes para configurar un universo de horror cósmico, ampliando lo creado por Howard. Derleth gestor principal de Arkham House, editorial que publicó la obra de Lovecraft se convirtió en el Sanpablo de la religión cthulhiana y en el tipo que vende reliquias en los aledaños del gran santuario oficial. Así, se fue afincando en el imaginario de la cultura pop un horror cósmico.
Sin embargo, es necesario extrapolar el Horror Cósmico de Lovecraft del de sus continuadores, pues varios de ellos no entendieron a cabalidad el escenario oscuro desprovisto de bien y de mal planteado por el de Providence. En efecto, sus creaciones mitológico/literarias no son buenas ni malas, no están hechas a imagen, semejanza o similitud con los dioses de las otras religiones en donde lo sobrenatural se puebla de características humanas. En el Horror Cósmico lo humano se borra, se convierte en insignificante, mientras se expande el universo de manera oscura y enigmática. Los seguidores, por otro lado, muchas veces entendieron a las deidades como una confrontación entre fuerzas positivas o negativas, o caóticas y ordenadas.
Esto no se alinea con el pensamiento de Howard, pues sus primigenios no son positivos ni negativos; sino que rompen esta dicotomía para descubrirla absurda, pequeña, humana y, por tanto, efímera.
Para Javier Tapia, estas condiciones personales de su biografía, atravesada por su carta astral (aunque Lovecraft como materialista científico rechazó abiertamente la astrología), se combinaron con las características del contexto social, político, cultural e ideológico que le tocó atravesar para forjar las ideas que lo llevaron a escribir su obra. El contexto estadounidense de inicios y mediados del siglo XX está signado por una nación en proceso de expansión.
Una sociedad heterogénea que tensionaba los privilegios aristocráticos de los abolengos ingleses que crearon la nación con las reivindicaciones de nuevos actores sociales que buscaban mayor participación política y cultural como es el caso de los afroamericanos, los migrantes europeos, los latinos, entre otros.
Esta polarización de ideas llevó a muchos intelectuales a adherirse al pensamiento eugenésico que buscaba una superioridad racial biológica; mientras otros intelectuales, desde el ámbito político, cuestionaron la sociedad de clases proponiendo nuevos paradigmas sociales como el marxismo, el comunismo, el nacionalismo, el anarquismo, entre otros. En el plano económico se suscitó la caída de la bolsa y el famoso jueves negro que fue el inicio de la Gran Depresión de 1929.
Sin embargo, Tapia indica con acierto que, estos acontecimientos apenas hicieron mella en Lovecraft, quien, afincado a su aristocracia, se ubicaba en el plano más clasista y racista de la discusión social y política de inicios y mediados del siglo XX. Pero Howard no se involucró ni con la guerra, ni con la política, ni con la sociedad.
Se refugió en su trinchera: la imaginación, las revistas Pulp y la oscuridad, de manera que supeditó el plano literario/cultural al plano social/político.

Por eso, me parece difícil buscar/encontrar en los relatos de Lovecraft una relación crítica o dialéctica con la realidad social y política de la época. Tampoco se puede conectar su obra con un periodo histórico temporal; sino que su creación resulta atemporal. Creo que lo que le interesaba a Howard fue explorar su vena literaria más oscura, fantástica y programática en el sentido de tensar los límites de los géneros nacientes: especulación, fantasía, terror y ciencia ficción.
Así, su trabajo literario fue la experimentación dentro de estas corrientes para utilizarlas como escenario de su propuesta mitológica/literaria. Esta propuesta es, en última instancia el mayor aporte de Lovecraft a la historia de la literatura y a la historia de la intelectualidad del ser humano quien viene creando dioses y mitologías desde el inicio de los tiempos. Esta combinación de géneros nuevos con ideas antiguas, es lo que se conoce dentro de genealogía de la literatura planteada por la Crítica de la Razón Literaria como una literatura sofisticada o reconstructivista.
En efecto, Jesús Maestro, en la mencionada teoría refiere 4 genealogías literarias: primitiva o dogmática, crítica o indicativa, programática o imperativa y sofisticada o reconstructivista. Nos interesa esta última, pues se refiere a la utilización, reconstrucción o reinterpretación de ideas antiguas desde nuevas perspectivas, en nuevos moldes o en nuevas combinaciones. Así, esta genealogía sería la utilizada por Jorge Luis Borges o Umberto Eco, pero también por H.P. Lovecraft, quien utiliza el antiquísimo fondo mitológico con una textura novedosa para le época: el Pulp, el terror, la fantasía, la ciencia ficción; en síntesis, la literatura especulativa.
Esta interpretación que propongo se opone a la mayoría de lecturas sobre Lovecraft, incluso a la de Javier Tapia. Para Tapia, Lovecraft utilizó sus traumas, estigmas, sufrimientos y enfermedades personales, en combinación con su contexto histórico y los signos de los astros para proponer una obra en la bisagra del mito y la literatura. Para otros de sus seguidores, se trata únicamente de mito, pues estas creaciones, vivas o no, imaginarias o no, pertenecen al reino de lo espiritual, lo sacro, lo esotérico. Para mí, por otra parte, siguiendo la crítica de la razón literaria, se trata de literatura sofisticada o reconstructivista; es decir, no tiene nada de mito, es literatura y nada más.
De hecho, esta teoría literaria concibe los orígenes de la literatura como una etapa en donde los seres humanos entendimos que los dioses son una ficción. Por tanto, el nacimiento de la literatura tiene que ver con la caída de los mitos. Jesús Maestro es enfático al aseverar que la literatura sofisticada utiliza técnicas complejas y ambivalentes para postular dogmas incuestionables.
Así, varios de los paradigmas literarios reconstructivistas, como el de Lovecraft, se llaman así mismos irracionales, pero emplean un alto grado de razonamiento para crear estas perspectivas. Así, no hay nada más racional que el intento por crear algo irracional.
Lovecraft no sería entonces un creador de mitos; sino un creador de ficciones, un autor de literatura. Y sus dioses y creaciones sobrenaturales no es que sean posibles, oscuros, satánicos o esotéricos. Son más bien, al igual que todos los dioses, un producto de la enorme e infinita creatividad humana. Entonces, no se trata de que la vida apesadumbrada y un contexto aristócrata llevó a Lovecraft a trasladar sus temores al papel; sino que se trata de un hombre, extremadamente inteligente y asombroso, que, pese a sus dificultades en la vida, diseñó una ficción tan potente como para confundirla con la realidad.
Una ficción tan potente y casi tan incuestionable como la del nacimiento de Cristo. Quizá por eso Cthulhu tengo un nombre impronunciable, porque como Yahvé, que tampoco se puede pronunciar, representan los límites de la literatura; aquello que es innombrable.
Gracias Lovecraft por amplificar nuestro universo literario con asombro y oscuridad.
Escrito por Fernando Endara. Antropólogo. Docente Universidad Indoamérica.
Instagram: @fer_libros.