¿Qué nos quiso decir Peter Blenchey cuando escribió “Tiburón”?

Si hay obras literarias que sostienen éxitos del cine, hablamos por excelencia de la obra literaria homónima de Peter Blenchey, “Tiburón”. Fernando Endara, docente de la Universidad Indoamérica, nos habla del miedo y el odio a esta especie que se extendió en lugar de la fascinación que embargaba a su autor.

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Verano de 1975. Los cines de los Estados Unidos se llenaron de miles de espectadores congregados en torno a la película del momento. Estrenada bajo el lema: vayan a verla antes de ir a nadar, “Tiburón”, dirigida por un joven Steven Spielberg; se convirtió en un fenómeno que revolucionó la forma de consumo de los productos culturales del público. En ese sentido, la cinta sembró los cimientos del cine moderno, porque creó el proceso de marketing del verano: publicidad masiva, grandes estrenos, y una ola gigante de mercadería.

El filme, por supuesto, es una pieza clave en la historia del cine de los 70s: su banda sonora y fotografía son impecables, al igual que su puesta en escena, guion y dirección, lo que le valió el reconocimiento de los fanáticos y de la crítica; y le permitió crear un legado que se mantiene firme, casi 50 años después. “Tiburón”, es pues, una película de culto que inició el inmenso subgénero cinematográfico de los escuálidos. Tan solo en 2022, se estrenaron más de 10 películas sobre tiburones con distintas variantes: zombies, tornados, bestias de tres o cinco cabezas, etc. Evidentemente, el éxito comercial de la cinta, y su incidencia mercantil, se sostienen en la obra literaria homónima de Peter Blenchey. Veamos el argumento de la obra, y varios de sus elementos relevantes.

En 1973 la Editorial Doubleday contactó a Blenchey, experto en tiburones, para que escriba una novela, que fue leída antes de su publicación por los productores Richard D. Zanuck y David Brown, quienes compraron sus derechos para producir una película. Esto elevó de manera considerable las ventas del libro, que se mantuvo en la lista de libros más vendidos de 1973 durante 44 semanas.

Blenchey se inspiró en los pocos, aunque comprobados, ataques de tiburones en la zona de New Jersey sucedidos entre 1916 y 1931, así como en varios episodios literarios que tienen como protagonistas a criaturas marinas y que, por lo general, desarrollan el conflicto entre la (in)finitud humana y la infinitud de la naturaleza ejemplificada en el mar y sus habitantes.

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En efecto, existe un subgénero dentro de la novela de aventuras, que puede considerarse como novela náutica o de aventura marina, caracterizado por elementos como los piratas, las embarcaciones, las islas, el lenguaje naval, la supervivencia del ser humano frente al océano: ignoto y absoluto, etc.

Algunas de las novelas más famosas de este subgénero son: Moby Dick de Herman Melville; Veinte mil Leguas de viaje submarino, el Chancellor, o La Isla de los Cárpatos de Julio Verne; El viejo y el mar de Hemingway; las sagas del Corsario Negro o de Sandokan de Emilio Salgari; Los trabajadores del mar de Víctor Hugo; y, las Aventuras de Artur Gordon Pym de Edgar Allan Poe, por citar unas pocas.

Blog Quote: El tema central de varias de estas obras, al igual que de Tiburón, según lo expresó su escritor es, analizar la forma en que las personas reaccionamos ante una amenaza casi invisible, desconocida, e inverosímil, así como la manera en que nos defendemos. Es decir, la manera en cómo los seres humanos nos comportamos frente a los desafíos de la naturaleza; demostrando en el intento, la miseria, ambición y corrupción de nuestra especie.

El texto se divide en tres partes: la primera narra los ataques iniciales del tiburón, mientras se presenta de forma costumbrista a la localidad de Amity, ubicada frente a la costa de Long Island en New York. En la segunda, el argumento se concentra en la lucha del jefe de policía de Amity: Martin Brody, con los miembros del concejo municipal sobre la decisión de cerrar o abrir las playas. Y, en la tercera parte, la narración avanza sobre la búsqueda, caza y batalla contra el tiburón blanco.

Esta última instancia, por supuesto, tiene reminiscencias de Moby Dick; incluso hay fragmentos que parecen un calco de los pasajes de Melville, como el diseño del carácter del pescador Quint, o el detalle, casi escabroso, de la matanza de tiburones menores para atraer a las presas mayores.

Aunque estos temas, y el legado de la novela (película) parecen asombrosos; lo cierto es que la novela, en realidad, no los explica a profundidad y/o no los resuelve. Es decir, hay planteamientos que no se concretan, que no se integran, o que no conducen a una conclusión relevante. Veamos: durante la primera y segunda parte de la novela, el autor poco o nada nos sumerge en el desafío de una batalla de los personajes contra el mar y sus misterios; más bien se concentra en dos escenarios. 1) El jefe de policía Brody y su intento por cerrar las playas ante la negativa de las autoridades; una narrativa compleja debido a las conexiones comerciales y turísticas del poblado de Amity, que podían agravarse conduciéndolo a una crisis.

El tema central de varias de estas obras, al igual que de Tiburón, según lo expresó su escritor es, analizar la forma en que las personas reaccionamos ante una amenaza casi invisible, desconocida, e inverosímil, así como la manera en que nos defendemos. Es decir, la manera en cómo los seres humanos nos comportamos frente a los desafíos de la naturaleza; demostrando en el intento, la miseria, ambición y corrupción de nuestra especie.

El texto se divide en tres partes: la primera narra los ataques iniciales del tiburón, mientras se presenta de forma costumbrista a la localidad de Amity, ubicada frente a la costa de Long Island en New York. En la segunda, el argumento se concentra en la lucha del jefe de policía de Amity: Martin Brody, con los miembros del concejo municipal sobre la decisión de cerrar o abrir las playas. Y, en la tercera parte, la narración avanza sobre la búsqueda, caza y batalla contra el tiburón blanco.

Esta última instancia, por supuesto, tiene reminiscencias de Moby Dick; incluso hay fragmentos que parecen un calco de los pasajes de Melville, como el diseño del carácter del pescador Quint, o el detalle, casi escabroso, de la matanza de tiburones menores para atraer a las presas mayores.

Aunque estos temas, y el legado de la novela (película) parecen asombrosos; lo cierto es que la novela, en realidad, no los explica a profundidad y/o no los resuelve. Es decir, hay planteamientos que no se concretan, que no se integran, o que no conducen a una conclusión relevante. Veamos: durante la primera y segunda parte de la novela, el autor poco o nada nos sumerge en el desafío de una batalla de los personajes contra el mar y sus misterios; más bien se concentra en dos escenarios. 1) El jefe de policía Brody y su intento por cerrar las playas ante la negativa de las autoridades; una narrativa compleja debido a las conexiones comerciales y turísticas del poblado de Amity, que podían agravarse conduciéndolo a una crisis.

tiburon

De hecho, esta parte se inspiró en sucesos auténticos, pues en 1916 ocurrieron cuatro muertes en doce días ocasionas por presuntos ataques de tiburón, entonces la prensa convocó a cazadores que utilizaron dinamita, arpones y otros métodos de pesca que terminaron con varios escualos muertos.

Esta situación impactó de manera negativa a la zona, pues sufrió un daño económico irreparable cuando sus visitantes y turistas cancelaron sus planes de vacaciones.

Esta parte de la novela se ubica en este debate: cerrar o no cerrar las playas, arriesgarse al tiburón o arriesgarse al precipicio económico. Los empresarios y políticos, como no podía ser de otra manera, querían mantener las playas abiertas, pues la amenaza de uno o dos ataques no se compara en magnitud frente a la tragedia de perder sus capitales económicos asociados a la mafia. El jefe de policía, por otro lado, fue enfático en cerrar las playas, lo que lo llevó a ser víctima de amenazas, tanto de perder su empleo como de su integridad personal. 

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Y, 2) la relación matrimonial del Brody con su esposa Hellen, quien proviene de una familia de veraneantes; en oposición a su esposo que proviene de una familia de locales, y que, por tanto, siente la desilusión de conocer con certeza, que su vida no es lo que ella esperaba. Ante esta falta de emociones, la esposa de Brody se refugió en los brazos de Matt Hooper, biólogo marino amante de los tiburones y hermano de uno de los exnovios de Hellen.

El científico llegó al poblado para ayudar a superar la crisis de los ataques. Así, la esposa del jefe de policía consumó su infidelidad con Hooper, lo que acarreó una tensa relación entre los tres. Estas dos magníficas líneas argumentales quedan inconclusas, pues la tercera parte se enfoca en la batalla de los hombres contra el tiburón, olvidándose casi por completo de estos temas interesantes o resolviéndolos de manera burda y sencilla.

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Asimismo, la batalla final parece casi desconectada de las partes iniciales, como si fuera la resolución esperada de una novela de aventuras náuticas de hombre vs animal, sin caer en cuenta que su apertura y desarrollo, colocaba esta batalla en segundo plano, mientras se enfocaba en el dilema mercantil y político de Amity, así como en la crisis matrimonial del jefe de policía Brody.

Por tanto, esta novela no terminó de convencerme, y, aunque entiendo su éxito comercial, no me parece que se destaque por su calidad literaria. En ese sentido, existen mejores y más completas novelas del subgénero náutico para tener en cuenta, antes de mirar a Tiburón como un referente literario.

De todas maneras, y pese a esta construcción accidentada, la novela se sostiene en una narrativa ágil, en unos diálogos rápidos y amenos, y en una descripción de la acción combinada con ligeras reflexiones sobre la condición humana que permiten una lectura entretenida, aunque poco profunda. Por supuesto, la fama del libro y de la película, llevaron a que el argumento sea conocido por el público de forma amplia y desenfocada. Al poco tiempo del estreno de la película, se sucedieron oleadas de caza furtiva de tiburones, que por ningún motivo habían atacado seres humanos.

El miedo y el odio a esta especie se extendió, en lugar de la fascinación que embargaba a su autor.

Es por es que Blenchey dedicó muchos años de su vida a escribir y difundir aspectos de la vida de los tiburones, intentando que las personas comprendan y no teman a esta fascinante especie. En 2006 declaró hallarse arrepentido de la escritura de Tiburón, pues nunca sospechó el daño que causaría a la reputación del animal que, de pronto, se convirtió en trofeo de guerra, además de pieza de casa y objeto de pesca comercial.

Entonces, ¿quién es el verdadero monstruo? El hombre o la criatura. Por supuesto, el ser humano es el mas temible de los seres de la naturaleza, el más inconsciente y poderoso, el más cínico y abrumador, el más violento y optimista. Hoy, las poblaciones de escuálidos se encuentran amenazas a nivel mundial debido a los altos índices de contaminación marina, a la pesca indiscriminada y al cambio climático.

Que esta novela, y otras del subgénero de aventura náutica, en donde la trama se centre en el ser humano vs el mar y sus habitantes; nos recuerde que perdimos la batalla. Que creernos vencedores de una batalla es nuestra limitación. Que pensamos todo en términos de batalla y conquista, en lugar de convivencia y respeto; y, por eso, ya somos perdedores. Los grandes perdedores que llevarán al planeta a su destrucción. Si queremos encontrar la infinitud de la especie -que sí, poseemos-.

Escrito por Fernando Endara.
Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica. Instagram: @fer_libros.

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