Stephen King es, sin lugar a dudas, el maestro del terror contemporáneo. Su legado e influencia lo convierten en un referente de la literatura norteamericana de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI. A pesar de la oposición de cierta crítica literaria, el paso del tiempo terminará colocándolo en el pedestal que se merece como un polinizador de mitos que reconfiguró el terror a la vez que diseccionó, casi con precisión sociológica, la cultura norteamericana de las clases medias. Sus obras, como se sabe, se adaptaron y se seguirán adaptando a todo formato posible: películas, cómics, series, videojuegos, entre otros.
Pero Stephen King es mucho más que terror, de hecho, muchas de sus mejoras obras son thrillers, ensayos, fantasía o ciencia ficción. Sin embargo, no cabe duda de que la vertiente ominosa que impregna sus páginas es uno de sus rasgos más conocidos. Miles de lectores retornan o lo descubren en cada otoño, pues resulta un clásico de Halloween. La obra de King es casi imposible de abarcar, pues es un autor prolífico y apasionado. El volumen de “La Niebla” (1980) abarca una novela corta y dos cuentos: El Mono y El atajo de la señora Todd. Veamos cada uno de ellos y después miremos algunas de sus conexiones.
La Niebla, el relato que da nombre al volumen, es una escalofriante historia de tintes lovecraftianos protagonizada por David Drayton, quien vive junto a su esposa Sthepanie y a su hijo Billy en Bridgton, Maine. Después de un caluroso verano, una tormenta eléctrica se desató sumiendo a la zona en una extraña y espesa niebla que avanzó ocultando a su paso la ciudad. La vivienda de los Drayton quedó destruida por la tormenta y luego quedó sumergida en la niebla con Sthep dentro; mientras David, Billy y un intratable vecino apellidado Norton salieron a buscar provisiones en el supermercado. La expedición terminó muy pronto, no solo porque el supermercado estaba atestado; sino que, y lo que es peor, porque la niebla alcanzó el recinto con sus tinieblas encerrando a la clientela en un juego de supervivencia.
Se produce así un clásico juego de terror, al más puro estilo de algunas de las películas de Jhon Carpenter, en donde los personajes están desamparados frente a una amenaza externa que está más allá del bien y del mal; y atrapados, confundidos y a un paso de la demencia. Los conflictos surgieron al instante, pues muchos incrédulos escaparon del supermercado y fueron tragados por las sombras. Por eso, fragmentos de una horripilante verdad se empezaron a advertir, pues se avistaron los tentáculos, las alas, los bichos y criaturas demenciales e indescriptibles.
Aunque el narrador protagonista indica que las bestias, de ninguna manera se conectan con los cósmicos de Lovecraft, es imposible no advertir la enorme influencia que el profeta de Chtulhu tuvo sobre King. Entonces surgió el más profundo de los terrores: el ser humano. Mientras un grupo buscó medidas racionales para protegerse como tapiar las paredes o confeccionar lanzallamas y otras armas con lo que tenía a la mano; otro grupo, escéptico, se formó en torno a la señora Carmody.
La vieja bruja convocó los peores designios al especular sobre la inutilidad de la resistencia frente a los poderes desatados, convocando una solución: un sacrificio humano. David conformó un grupo de seguidores para intentar escapar del recinto hacia la ambigüedad arcaica de la niebla.
El final, distinto al de la película es inconcluso y abierto, lo que lo deja al libre albedrio de un lector que queda, como los personajes, en medio de tinieblas. ¿Las criaturas demenciales e indescriptibles o un culto de fanático? ¿Cuál te aterra más?
El mono es un extraordinario cuento de terror que se sirve de un objeto para provocar las peores pesadillas. Un juguete infantil, un modo de aquellos que, al dar cuerda tocan sus platillos. Aunque el mono del relato, ciertamente, no toca los platillos cuando se da cuerda; los toca cuando quiere. Está averiado y no, está vivo y no, está maldito y no. Posee un aura embriagadora que lleva a las personas como poseídas hacia la espalda del mono, para dar cuerda. Pero no siempre funciona así, a veces simplemente, el mono toca sus platillos.
Lo aterrador es que cada vez que los toca, alguien muere, un ser querido de quien escucha el chocar de los platos, un familiar o una mascota. Así, Hal Shelbrum, el protagonista encuentra el juguete en algún ático o desván de un antiguo pariente desatando sus recuerdos de infancia: cuando encontró al perverso simio por primera vez, cuando escuchó impotente cada chasquido y presenció a la muerte llevarse a su madre, a la perra, a la tía.
El espeluznante primate fue arrojado al fondo de un pozo, pero regresó, esta vez para llevarse a su pequeño Dennis. ¿Podrán la Hal Shelbrum salvar a su familia, en especial a hijo? Un relato de horror psicológico que demuestra una situación que enloquecería a cualquiera. Una de las virtudes de King es convertir lo cotidiano en aterrador, con base en la ambientación, los recuerdos y los detalles minuciosos.
Es por eso que este relato fue adaptado a múltiples formatos, incluso como parodia en episodios de series cómicas o de animación.
El atajo de la señora Todd es un salvaje relato que, como su protagonista, acelera su velocidad tras cada página, como un bólido de fuego que se lanza al vacío y que poco antes de estrellarse se detiene para caer suavemente, en letargo. Homer, anciano cuidador de una gasolinera, le relata a David el narrador, una extraña historia sobre una veraneante del lugar, la señora Todd. Año tras año llegaba de vacaciones con un solo objetivo, encontrar atajos. Lo perturbador del relato es que los atajos reducían cada vez el kilometraje, al punto de resultar una distancia menor a la línea recta entre dos puntos. Es decir, una distancia en un tiempo imposible.
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Entonces la señora Todd doblaba los mapas, para indicar que la ruta era como un túnel formado al doblar el mapa, como un agujero de gusano, como un salto al vacío en el espacio y tiempo. Una región en donde ella conducía a velocidad para escapar de las alimañas que habitaban este oscuro pasaje dispuestas a engullir o enloquecer a quien se entrometa en aquel sitio prohibido para los humanos. Y llegó la revelación, al recorrer este umbral no solo se reducían los caminos, sino que también se detenía el tiempo, se podía dejar de envejecer. Este texto si tiene un final que es como un fresco atardecer después de un día soleado. Estos fueron tres potentes relatos de King, es inevitable quedar asustados, o al menos, desconcertados.
Existen algunas líneas comunes en estos relatos de King y en otros, unos más y otros menos, de su abundante producción. El estilo de Stephen es directo, busca contar un relato sin caer en juegos lingüísticos o academicismos, entonces utiliza otras artimañas para complejizar sus historias, sin por ello perder la sencillez del lenguaje y la capacidad para mantener en intriga a sus lectores, aún en sus novelas más largas.
Uno de estos artificios es una sólida construcción de personajes a los que asigna, casi siempre al inicio de las historias, una serie de características que nos permitirán conocerlo, dejando ciertos vacíos misteriosos que serán llenados a través de recuerdos a lo largo de la trama. Utiliza detalles que parecen intrascendentes para dar vida a sus personajes que son fragmentos de diversas esferas de la clase media estadounidense, desnudando casi querer, los dramas sociales, políticos, religiosos y culturales de una nación construida como una criatura del Dr. Frankenstein.
Uno de esos elementos es la importancia, la presencia, ausencia o imaginario de una familia nuclear que sustenta una sociedad protestante constreñida y limitada. En donde el impulso creativo de las personas está subyugado a las sustancias, sus personajes se la pasan consumiendo todo tipo de psicotrópicos en casi cada uno de sus cuentos y novelas, siendo estas adicciones, precisamente a sustancias legales como el licor y prescritas por médicos como el Valium y otros medicamentos.
Esto hace que muchos de sus personajes, como muchos de sus lectores, se sientan a un paso de la locura cuando de improviso lo cotidiano se convierte en aterrador. Lo interesante es que King juega con las diversas facetas del miedo, comprende que asusta tanto aquello desconocido e inexplicable que provienen del infinito, como aquello podrido que las personas guardamos dentro. Así, el horror puede provenir de cualquier cosa, pero lo más aterrador resulta el ser humano que camina por la cornisa a un paso de caer y podrirse en un mar de perversión.
King tampoco es ajeno a la violencia, muchos de sus relatos contienen personajes fuertes y machistas que se defienden por su propia cuenta en contextos de supervivencia, pero no se hace apología de esa violencia, sino que se la muestra como el producto de una sociedad que es el caldo de cultivo para bestias, fantasías y horrores. En efecto, el género del terror es una creación norteamericana, si bien no podemos desconocer los aportes y los autores de otros idiomas y latitudes, tampoco podemos negar que es en los Estados Unidos en donde el género ha tenido y tiene a sus mayores exponentes.
Por eso King escoge el miedo como el hilo conductor para demostrar lo que se esconde tras un brillante sueño americano, una sociedad que le teme al diferente y así mismo, y que, sobre todo está dispuesta a defenderse. Así se expone la ambivalencia de una cultura que busca expandirse e influir a una América del Sur que año tras año, adopta y adapta elementos norteamericanos para reconfigurarlos y sumarlos a sus prácticas sociales. Halloween como acontecimiento comercial, que no ritual ni cultural, gana terreno en Ecuador desde su faceta más estética y mercantil.
Pero el horror que expone King no se replica en nuestra latitud, acostumbrada a otros terrores como los apagones o la violencia narcodelictiva. Entonces Stephen se convierte en un referente de la literatura, cultura y sociedad norteamericana en la bisagra de los siglos XX y XXI. Lo interesante es que el estilo y aura de King despojada de pretensiones, es precisamente otra parte de la cultura norteamericana de clases medias, caracterizada por buscar y conseguir el éxito y la fortuna, sin mayores esfuerzos.
Detrás de esto, por supuesto, está el inconmensurable trabajo de un autor que escribe como necesidad vital todos los días de su vida, y que no merece un premio como el Nobel, perecedero al fin; sino que es mas grande que cualquier premio y reconocimiento que quizá sean olvidados. King es inolvidable, un nombre escrito con mayúsculas en la historia de la literatura norteamericana.