El corral se dividió en dos bandos: por un lado, un grupo de vacas que apostaban a que solo quien se animara a lanzarse a conquistar más pasto conseguiría llenar sus estómagos; y, por el otro, un grupo que soñaba con que todos compartieran el prado por igual, sin que nadie se quedara con las sobras.
Ambas ideas se encendieron en el corral global, generando un enfrentamiento épico donde cada bando defendía su visión del reparto del pasto. No se trataba de que una idea fuera perfecta o la otra una pesadilla, sino de dos maneras distintas de imaginar cómo se debía organizar la granja.
En este capítulo, nos adentramos en esa gran disputa, esa lucha que reconfiguró el corral y dejó huella en la forma en que se distribuirían la hierba y la leche en el futuro. ¿Qué secretos se escondían en la batalla por el pasto? ¿Cómo resonaron las ideas de cada bando en los rincones más remotos de la granja? La respuesta, tan sorprendente como polémica, está a punto de desplegarse. ¡Sigue con nosotros para descubrirlo!
El despertar mecánico del corral
De repente, algunas vacas descubren un arsenal de máquinas revolucionarias: tractores rugientes, molinos y arados que cambian las reglas del juego en la granja. La Revolución Industrial irrumpe en el corral con una avalancha de engranajes y vapor, y de la noche a la mañana, unas pocas vacas logran acceder a estas nuevas herramientas que transforman la producción.
Con estos aparatos modernos, esas vacas no se “apoderaron” del pasto por mera ambición, sino que aprovecharon una oportunidad tecnológica que les permitió cultivar y recolectar de manera mucho más eficiente. Mientras tanto, otras vacas se vieron relegadas, sin tener acceso a la maquinaria, lo que evidenció una nueva realidad en la granja: el control del pasto y, por ende, de la leche, se concentró en quien tenía las herramientas adecuadas.
Este despertar mecánico marcó el inicio de un cambio profundo en el corral, demostrando que, en el nuevo orden, el poder no era cuestión de esfuerzo personal o mérito individual, sino de quién tenía acceso a la tecnología que revolucionaba la producción. Así se sentaron las bases para la idea de que, en la granja, quien controla las herramientas acaba controlando el pasto.
El corral en llamas y la caza del pasto prohibido
La llegada de máquinas rugientes –tractores, molinos y arados– cambió la forma en que se cultivaba el pasto. De repente, unas pocas vacas se hicieron dueñas de estas maravillas mecánicas y pudieron recolectar pasto a lo grande, dejando al resto rascándose en el barro. En medio de este desorden tecnológico apareció “Kow Marx”, el intelectual vacuno con un bigote legendario, que dijo: “¡No puede ser que solo unas pocas se llenen la boca de la mejor hierba y la leche más rica!
Todo el rebaño merece un pedazo del prado”. Así nacieron las ideas comunistas, un sueño de repartir el pasto y la leche de forma equitativa, para que ninguna vaca se quedara en la sombra.
Pero, como en todo corral, no a todas las vacas les agradaba la idea de compartir el pasto. Al oír las palabras de Marx, surgieron unas vacas muy tradicionales que decían: “¡El pasto se gana, no se reparte!” De ahí nacieron los fascistas, encarnados en figuras como “Benito MUUUUssolini” y “MUUUUdolf Hitler” –sí, esos nombres que hacen ruido en el corral–, que defendían que solo las vacas más fuertes y astutas debían tener el control del prado. Con gorros pomposos y actitudes autoritarias, estas vacas decían que compartir era para los débiles, y que el corral debía estar en manos de quienes supieran imponer su voluntad.

El ambiente en el corral se volvió tan caótico como un rebaño en estampida. La Segunda Guerra Mundial estalló y el corral se llenó de humo, estruendo y vacas corriendo de un lado para otro. Los fascistas de Alemuuuunia, con sus líderes ferozmente decididos, se lanzaron a imponer su visión del control del pasto. Mientras tanto, en la otra esquina, la MUUURS, con “Storin” –esa vaca de mirada helada y sin sonrisas– se preparaba para defender su forma de ver el reparto del prado. Al inicio, Estados MUUUjidos se mantenía al margen, observando desde lejos, pero cuando la situación en el corral se volvió insostenible, también decidió intervenir para evitar que el caos se extendiera.
Tras intensos forcejeos y un verdadero desmadre en el corral, las vacas fascistas de Alemuuuuuunia no pudieron sostener su control. La combinación de la fuerza Muuurssiana y la intervención final de las vacas de Estados MUUUjidos se impuso, y los líderes fascistas fueron derrotados, dejando al corral marcado con cicatrices profundas. Esta victoria, con su mezcla de alianzas insólitas y batallas encarnizadas, dejó al rebaño dividido en dos grandes bandos. Así nació el preludio de la Guerra Fría: un corral en el que, a partir de ese momento, la lucha por el pasto y la leche se convertiría en una contienda helada, con cada lado defendiendo su manera de repartir los recursos.
La división del corral: Alemuuunia y el surgimiento del Socialismo Vacuno
Tras el gran lío de la guerra, el corral se partió en dos, como si un gran hacha lo hubiera cortado a la mitad. En una parte, las vacas seguían con sus tractores brillantes y se dedicaban a acumular el mejor pasto y la leche más rica, al puro estilo capitalista. En la otra mitad, nació una idea distinta: el socialismo vacuno.

Allí, las vacas decidieron que un encargado del corral –es decir, el Estado– debía repartir el pasto de forma más justa. A diferencia del comunismo, que sueña con un banquete en el que todo se comparte sin intermediarios, el socialismo era como tener a un buen cuidador que se asegurara de que cada vaca, desde la más pequeñita hasta la más fuerte, tuviera su ración de hierba.
En Alemuuunia, este modelo se puso en marcha: por un lado, unas vacas querían seguir compitiendo y ganándose el pasto por su propio esfuerzo; por el otro, las vacas socialistas apostaban por un encargado que evitara que unas pocas se llevaran todo el prado. Así quedó claro que no es lo mismo tener un encargado que organiza el reparto, que dejar todo a un ideal de compartir sin reglas.
Este ejemplo en el corral enseñó a todo el rebaño que el socialismo era la idea de contar con un mediador para repartir el pasto, mientras que el comunismo era el sueño de un gran banquete en el que todos comen igual sin que nadie se meta en el asunto. ¡Una lección de reparto de hierba que quedó marcada en la granja, para que cada vaca supiera qué forma de compartir le convenía más!
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Hemos recorrido juntos el rebaño en su lucha épica: desde el despertar mecánico del corral, cuando algunas vacas descubrieron los tractores y molinos que revolucionaron la producción, hasta el enfrentamiento encarnizado en el corral en llamas, donde surgieron las ideas de Kow Marx, los fascistas con Benito MUUUUssolini y MUUUUdolf Hitler, y la temible pugna que llevó a la Guerra Fría. También vimos cómo, tras la gran contienda, el corral se partió en dos, dando paso al socialismo vacuno en Alemania, ese modelo en el que un buen encargado del corral intentaba repartir el pasto de forma más justa, en contraposición a la lucha por el pasto al estilo capitalista.
Con este festín de batallas, traiciones y alianzas inesperadas, se fue definiendo la manera en que el rebaño disputaba quién tenía derecho al mejor pasto y a la leche más rica. Pero la historia del corral aún tiene más sorpresas guardadas.
En nuestro próximo capítulo, nos adentraremos en la caída del MUUUro de Berlín y el surgimiento del capitalismo moderno, esa era en la que el corral se transformó en un enorme centro comercial, dando paso al consumismo desenfrenado. ¿Cómo pasó que el corral se convirtió en una fábrica de deseos, donde cada vaca se viste, compran y viven a gusto con un pasto cada vez más artificial?
Prepárate para descubrir el nuevo orden del corral, donde la lucha por el pasto se mezcla con la locura del consumismo moderno. ¡El espectáculo continúa!
Escrito por Juan Pablo Santamaría, coordinador carrera de Derecho, Sede Quito. Universidad Indoamérica.