“De cómo los turcos descubrieron América” 

Jorge Amado es, sin duda, uno de los escritores brasileños más leídos y comentados. Su prolífica obra abarca novela, poesía, ensayo y cuento. En 1991 una editorial italiana le propuso escribir un cuento que formaría parte de una antología, en donde participarían otros importantes escritores iberoamericanos y que conmemoraría 500 años de la llegada de las Coronas de Castilla y Aragón al antiguo continente Abya Yala. Es decir, un relato sobre lo que ha sido llamado Conquista de América, Encuentro entre Tres Mundos o Genocidio.  

Evidentemente, un tema complejo y polémico que extrapola posiciones políticas, morales e ideológicas en un debate que enfrenta a hispanistas e indigenistas. Para evitar la polémica, Amado le dio una vuelta de tuerca a la idea, escribiendo un texto titulado: “De cómo los turcos descubrieron América o De cómo el árabe Jamil Bichara, domador de bosques, de visita en la ciudad de Itabuna para satisfacer el cuerpo, allí le ofrecieron fortuna y casamiento o también Los esponsales de Adma”. Semejante título evoca la manera de titular manuscritos de la etapa imperial/colonial, y no puede ser otra cosa que una sátira 

Pero el relato no terminó de publicarse debido a un escándalo de corrupción que afectó a varias empresas italianas y que salpicó a la editorial promotora de la iniciativa. El texto quedó casi en el olvido hasta que en 1994 se publicó en español y en portugués.  

En efecto, Amado utilizó la coyuntura para recordar que los ibéricos no fueron los únicos, ni quizá los primeros en arribar a este continente; pues se conoce que antes y después llegaron los vikingos, los árabes, los melanesios, entre otros.  

Si bien es cierto, esta obra no resulta un relato o una travesía de descubrimiento, coloniaje y conquista (como pensé en cuanto compré la novela); sino que se trata, entre otras cosas, de una nefasta historia ambientada a inicios del siglo XX que recuerda la importancia de la herencia cultural turca en el mestizaje de la sociedad brasileña

Y es que, esta obrita no resultó de mi agrado. Aunque reconozco ciertos elementos interesantes y una narración sabrosa y sensual; tanto su argumento, como sus personajes y su resolución es absolutamente machista 

El relato se ambienta en Itabuna en el Estado de Bahía, a inicios del siglo XX. En esta provincia se escenifica casi toda la obra de Amado. En aquella época la zona estaba en expansión debido al auge de la exportación cacaotera y a su consiguiente desarrollo comercial. Por eso, oleadas de migrantes árabes, sirios, libaneses y de otros lugares llamados de manera homogénea como turcos, llegaron al lugar en busca de fortuna y familia.  

Muchos extranjeros se afincaron en la zona, gracias a su trabajo y esfuerzo levantaron dinero, empresas y prestigio, lo que les permitió aportar con su cultura a la conformación de un Brasil mestizo y popular. Los protagonistas de la novela son Jamil Bichara y Raduan Murad. Jamil es un joven emprendedor y comerciante llegado a la zona cacaotera en búsqueda de éxito. Murad es un conocido poeta, sabio y maestro que despliega una variedad de talentos en el baile, la conversación, los juegos de azar, la literatura y, por supuesto, las artes amatorias.  

El argumento de la obra retrata a la familia de Ibrahim Jafet, compuesta por el padre de familia y sus cuatro hijas. La desgracia de la familia comenzó cuando Salúa, la matriarca amante y trabajadora, muere, dejando a Ibrahim en la viudez. Mientras Salúa vivía, la mercería de la familia se mantenía en apogeo, con una vasta clientela en la zona y con el prestigio de ser un lugar de primera; así también, se mantenía la tranquilidad en el hogar 

Esta tranquilidad, sin embargo, denota el machismo del esposo, pues mientras Ibrahim llevaba una vida holgada y descomplicada: pesca en la mañana, comida abundante, siesta al mediodía, descanso en la tarde, juerga y juegos de mesa en la noche, y placeres amatorios en la madrugada; su esposa se encargaba de todo el trabajo doméstico y comercial. Salúa era la esposa perfecta, en el sentido machista de la costumbre, atendía el hogar, la familia y el negocio con precisión, llena de virtudes reservaba sus ganas y su carne únicamente al esposo.  

Al morir Salúa, evidentemente las cosas cambiaron. La fortuna y el prestigio se establecieron, como sucede en sociedades machistas, con base en la decencia y el trabajo doméstico de la esposa. Para Ibrahim acostumbrado a una vida voluptuosa, resultó una calamidad. Sus hijas se casaron una tras otra, pero ninguna eligió un marido competente en los términos de la familia para encargarse del negocio

 

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Así, la mercería iba cayendo de manera paulatina en la crisis, mientras el prestigio y la tranquilidad familiar se desdibujaban. Tres de las hijas se casaron: un terrateniente cacaotero, un amante holgazán y un artesano resultaron los suertudos esposos de tamañas mujeres, preciosas, agraciadas y sensuales. Ninguno tenía el carácter ni las formas para hacerse como nuevo patriarca de la familia y sostener su economía. La hija mayor Adma, por el contrario, se mantenía soltera (solterona), virgen y virtuosa. 

El narrador explica que Adma no sólo era feúcha; sino que tenía un carácter agrio y unas actitudes amargas. De manera que resultaba en un atajo de virtudes tristes y autoritarias. Su frustración la llevaba a desquitarse con la familia, pues repleta de decencia recriminaba la actitud distendida de cada miembro, la irresponsabilidad de hijas y maridos y la perversidad de un padre que acudía a cabarets. Adma es retratada casi como una peste, una bruja, una calamidad.  

Entonces Ibrahim buscó consejo en Murad quien explicó que el asunto solo puede zanjarse encontrando un marido para Adma. Un esposo que se haga cargo de la familia, que temple su carácter a través de las pasiones: del sexo y los golpes.  

Dos fueron entonces los candidatos, jóvenes emprendedores y trabajadores, Jamil Bichara entrañable amigo de Murad y Adib Barud, dependiente de una tienda de telas. La situación ofrecía ventajas y desventajas, quien desposara a Adma adquiriría fortuna, prestigio, familia y porvenir; pero a la vez debería convivir con la temible. No obstante, al poco tiempo que Adib se atrevió, descubrió que tras la apariencia deshecha y el amargo carácter se escondía una cajeta de ángel.  

Esto es, una vagina que ofrecía misteriosos placeres que sobrepasaban la beldad del rostro y figura, así como la fiereza del carácter. Jamil por otro lado, sopesó las circunstancias encontrando ventajas en una posible unión matrimonial, sobre todo debido a la cercanía de la cuñada, quien se ofrecía hambrienta y coqueta. Pero fue Adib quien se llevó el trofeo, contrajo nupcias y se encargó del negocio. Apenas el nuevo marido llegara tarde a casa y recibiera los insultos de Adma, el esposo propinaba una salvaje golpiza y luego tenía sexo (la violó más bien).  

Con esto, indica el narrador que la mujer quedó amansada: sexo y maltrato, dolor y placer. Como se ve, los personajes femeninos son caricaturas, mientras los masculinos son abusadores que miran a las mujeres como objeto para usufructuar de manera económica o sexual. Así, el argumento y el final de la novela parecen hacer apología de la violencia doméstica como un mecanismo para la paz familiar. Esta paz es únicamente la paz del macho que se posibilita por la subyugación sistemática de la mujer al trabajo doméstico. Es decir, la novela reproduce con descaro el estereotipo de la familia patriarcal y lo muestra como algo deseable.  

Por eso el relato baja totalmente su calidad. De hecho, la narración es amena, divertida y juguetona, se siente el calor de Bahía, el perfume de Oriente Medio y la sensualidad de cuerpos y conversaciones. Aunque, cualquier virtud del relato queda opacada por su fondo machista. 

Quizá se puede argumentar que Amado no hizo otra cosa que retratar la cotidianidad de una época y un lugar, cual si de una estampa de costumbres se tratara; sin embargo, en anteriores novelas el autor se habría mostrado comprometido socialmente con los negros, los marginados y las mujeres. Incluso, en Gabriela Clavo y Canela, postuló que el progreso social no proviene de la tecnología; sino que se alcanza cuando se civilizan las costumbres y se expanden los derechos para las mujeres.  

Por eso, creo que Amado pudo utilizar los elementos de “De Cómo los turcos descubrieron América” para mostrar cómo la cultura árabe se sincretizó con la local para formar un mundo mestizo brasileño, y a la vez reivindicar a las mujeres.  

De alguna manera, se entiende que tanto las sociedades árabes como las sudakas son machistas; sin embargo, la literatura nunca es una copia fiel de la realidad; sino que es una apuesta por ficcionalizar dicha realidad. Aquí Amado se queda corto, tanto si quiso mostrar una realidad tal como fue, o tanto si quiso imaginar un pasado, pues de una y otra forma resalta el sesgo machista.  

El narrador, los personajes y el propio autor parecen indicar que los milagros son las mujeres bien portadas en el sentido machista de la costumbre; y que esos milagros se alcanzan con la violencia patriarcal. Un nefasto mensaje para este tiempo o para cualquier otro. Leed Jubiabá, Gabriela, Doña Flor; pero cuidado con esta obrita de turcos, brasileiros y machistas 

 

Escrito por Fernando Endara.  

Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica.  

Instagram: @fer_libros. 

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