“El jardín de Lilith” para disfrutar del arte 

Esta reseña de Fernando Endara, docente de la Universidad Indoamérica, nos invita a disfrutar del arte sin pretensiones. Sin lugar a dudas, el bajo mundillo literario creció de manera exponencial en los últimos años. Atrás quedaron los temores sobre la extinción, muerte o reemplazo del objeto libro como una extensión de la imaginación y el intelecto. El libro virtual o las aplicaciones digitales para lectura no se enfrentan al libro físico, son su complemento. Así, en los años recientes se ve un crecimiento inaudito de autores, autoras, libros y publicaciones. Las grandes editoriales, que siguen marcando la pauta en cuanto a tendencias comerciales y que contribuyen a la visibilización de escritores, conviven con una serie de nuevas editoriales: comunitarias, cartoneras, independientes, de resistencia.  

A la par, también existen autores que deciden publicar por su cuenta, con todo el riesgo que ello implica, pues la autopublicación muchas veces carece de corrección de estilo o campañas de marketing adecuadas. Sin duda, el panorama literario ecuatoriano es amplio y complejo.  

A la cabeza, por supuesto, los estandartes de culto, los escritores consumados, las premiadas y traducidas, los círculos de Quito y Guayaquil. Pero no podemos olvidar a los escritores de provincia o del margen, a generaciones de poetas virtuales, a consumados autores de fanfic o watpad, a artistas gráficos que incursionan en la historieta, y a muchos autopublicados, olvidados y o desconocidos. No podemos reducir la literatura ecuatoriana a uno o dos círculos literarios, debemos complejizar el alcance y la variedad, incluyendo a autores juveniles, poetas y autores de cantones alejados a los centros culturales del país.  

Mucha literatura ecuatoriana hace su periplo fuera de los círculos tradicionales de producción y distribución literaria. Son libros que no se publican en editoriales conocidas, que no están en librerías o reseñados en periódicos y blogs; son obras de nicho que circulan en ferias de libros, exposiciones artesanales o que se consiguen a través del contacto directo con el autor. Una panorámica de la literatura ecuatoriana debería incluir estos fenómenos 

Uno de estos autores, que hace su propio camino en el mundillo literario, es Brick Sartori, seudónimo de Andrés Gómez quien nació en Ipiales, pero vive y realiza su trabajo en Ecuador. Con cuatro obras publicadas y una en camino, Brick es un personaje reconocido y hasta famoso en la escena anime, cosplayer y de ilustradores en el Ecuador. En efecto, una de sus mayores virtudes es su talento para el dibujo y la pintura que combina con la realización de historias juveniles ambientadas en Ecuador. Sus libros se venden en ferias de anime, manga y cosplay por parte del propio autor quien recorre países enteros promocionando su obra. Este enorme esfuerzo se ve reflejado en una autopublicación elegante, creativa y que incita a la lectura convirtiéndose en uno de los autores ecuatorianos más leído en la actualidad.  

IMAGEN REFERENCIAL DE LIBRO DE ARTE

Lo mejor de esto es que su obra es leída y apreciada por personas ajenas a los círculos literarios, siendo sus lectores, por lo general, fanáticos de manga y del anime. Una de sus novelas: “El Jardín de Lilith” constituye una apuesta de romance erótico crítica con los sistemas religiosos de nuestra sociedad. La novela se acompaña por preciosas ilustraciones estilo anime de sus protagonistas. Reseñemos la trama y veamos algunos de sus elementos.  

El Jardín de Lilith está narrado a través de varias voces narrativas en un juego polifónico. La novela está dividida en tres secciones y cada una cuenta con un narrador propio. En la primera parte conocemos a Ángel, nuestro protagonista, un músico nostálgico con gusto por los pasillos y boleros que se atraviesa en el camino de la inolvidable Lilith, hermosa rockera tatuada con una estela de magia y oscuridad. Es inevitable un encuentro carnal que Brick narra con mucha elegancia, evitando las referencias directas, lo sucio y soez. Así, el lector sabe a lo que se va a enfrentar.  

Al poco tiempo, Ángel se enamora de una criatura de Luz; sin embargo, ella tiene un defecto, un terrible defecto que haría detenerse a cualquiera: pertenece a la secta de “Los Testigos de Jehová”. Así, Ángel prácticamente se infiltra con embustes y mentiras en la secta para poder pasar tiempo cerca de Luz, y de ser posible, intentar un noviazgo. La cerrada comunidad de Jehová le da la bienvenida a Ángel pues se convencen de sus buenas intenciones, es decir, de su inquietud espiritual.  

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Por supuesto, el protagonista es un hábil mentiroso y aprende, uno tras otros, los salmos y versículos sagrados. Brick menciona que casi tuvo que infiltrarse en la vida real en dicha secta para poder verificar sus sombríos entresijos. Ángel también es hábil con Luz y consigue su objetivo, de manera que ambos enamorados buscan prosperar en el seno de los Testigos de Jehová 

Como supone el lector, tarde o temprano la mentira cae, y el propio Ángel, por consejo de Lilith, le cuenta la verdad a Luz. Una Luz, devastada, toma la pauta de la narración, convirtiéndose en la narradora protagonista de la segunda parte del relato. El texto narrado por Luz resulta muy interesante, toda vez que la experiencia amorosa con Ángel y el conocer, incluso de manera carnal a Lilith, le permiten cuestionar algunas de las falsas verdades que forman parte de su credo. Luz descubre en Ángel primero y en Luz después los deleites de la sensualidad 

Se desata un goce erótico y amatorio que nada tiene que ver con el pecado, como le habían enseñado. El sexo, en su talante transgresor, permite dimensionar las convenciones sociales para darnos cuenta de lo caducas que son. Así, Lilith y Luz tienen relaciones tanto en el recinto sagrado de Jehová, como en una iglesia católica.  

Esta conexión entre erotismo y religión, entre lo sagrado y profano, entre el placer y el dolor, es una de las conexiones más exploradas y de mas larga data dentro de la literatura erótica; mencionemos al Divino Marqués, a Sacher-Masoch, a Nin, a Miller, a O, por citar unos pocos, muy pocos. En efecto, estos autores mencionan el parangón que se puede hacer entre el dolor/placer del sadomasoquismo y el dolor/placer de la flagelación cristiana 

Así, visto desde el erotismo, el sacrificio y dolor cristiano no serían un martirio; sino una forma elaborada del goce. Una forma tan elaborada que subvierte la sexualidad para convertirla en sagrada; piénsese en cilicios, ayunos, privaciones y castigos corporales. No creo que todos los creyentes consigan este disfrute tan elaborado, creo mas bien que la mayoría se queda en la represión de lo que les contaron está prohibido.  

El punto acá es que Luz sale de la ceguera del culto religioso para entregarse al brillo del culto vital: el amor en todas sus formas y dimensiones.  

El tercer acto cambia de narrador, tomando la batuta uno omnisciente que revela al villano que sospechamos desde el inicio. Resulta que el papá de Luz, como todo buen fanático religioso de sectas putrefactas se cree investido de una moralidad superior, incluso para decidir quien vive y quien muere. La hipocresía del padre de Luz, antiguo y respetado miembro de la hermandad de Jehová, le llevan a encontrarse con Lilith a quien intenta seducir primero y convertir después.  

Evidentemente eran intentos inútiles, esto frustró al padre que no encontró mejor solución cristiana que una pistola y un asesinato. Los acontecimientos se precipitan, mientras el desalmado busca a sus víctimas, los tres muchachos realizan el tridente embriagador que haría que cualquier lector quisiera estar en lugar de Ángel. Pero el trío, el fantástico tetris del amor es interrumpido por quien predica un falso amor, un falso Dios y una falsa salvación. Blam, Blam, los disparos de bala. (      ) el silencio de la muerte.  

Que enorme acierto de Brick al demostrar que muchos pastores o fanáticos religiosos son tipos viles y pusilánimes que esconden entre sus biblias sus miserias. Esto es lo mejor del libro, la crítica social a un fenómeno religioso que se verifica en un villano literario, cercano a los villanos reales, personas que con la fachada de Cristo están más interesadas en el dinero, las armas, el poder, el sexo, la manipulación y el dominio; que en el amor. Quizá muchos fanáticos religiosos olvidaron el mensaje de amor y humildad de Jesús, lo confundieron con el deseo de sentirse profetas, de limitar y poner restricciones a los otros.  

El amor es libre no una cárcel de creencias. Así, Dios es amor, libertad, justicia; no un culto de seguidores elegantemente vestidos y con vehículos de lujo que cierran la ventana al pobre y necesitado. Dios es sexo. Dios es literatura. Leamos a Brick con la ligereza con la que nos entrega sus obras, sin más pretensiones que disfrutar del arte. 

Escrito por Fernando Endara. Antropólogo. Docente Universidad Indoamérica.  

Instagram: @fer_libros. 

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