Gracias Phillip K. Dick por el cyberpunk 

¡El cyberpunk llegó a Blog Indoamérica! Sigue leyendo porque esta reseña interpelará tus sentidos. Fernando Endara, docente de la Universidad Indoamérica, comparte su análisis de la literatura de Phillip K. Dick y cómo su obra “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” fue llevada al cine.

Blade Runner, estrenada en 1982 y dirigida por Ridley Scot es, sin lugar a duda, una de las cumbres, cimas y cimientos de la ciencia ficción contemporánea. Un clásico de culto que, en cada nuevo visionado, revela detalles, giros e interpretaciones novedosas; que ha tenido siete montajes distintos, tres versiones y, que tuvo su secuela hace poco en 2017, titulada Blade Runner 2049.

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El tiempo no sólo va confirmando su estatus de clásico e influencia definitiva del cyberpunk en la cultura pop; sino que, va complejizando los debates que alumbraron la adaptación cinematográfica y, por supuesto, nos obligan a leer, releer, analizar, profundizar y repensar la magnífica literatura de Phillip K. Dick: “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, publicada en 1968, la novela se convirtió en un mito: ya sea por la audacia psicodélica psiquiátrica de su autor, por los novedosos debates que plantea en torno a la empatía y a la humanidad artificial, o, por su exquisita ambientación postapocalíptica. Para abarcar esta novela, haremos un breve resumen de su trama para después adentrarnos en algunos de sus postulados e ideas.

El protagonista de esta historia Rick Deckard es un cazador de recompensas, una especie de policía cuyo trabajo consiste en desactivar androides fugitivos cobrando comisión por cada encargo.

En el futuro postapocalíptico de “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” (SLACOE) la humanidad viajó por el universo hasta conquistar el cosmos creando colonias espaciales. Estos lugares se hicieron habitables gracias a la ingeniería planetaria y al asombroso trabajo de los androides: creaturas artificiales con aspecto humano diseñadas para facilitar la conquista y la terraformación de estas colonias espaciales.

Sin embargo, de vez en cuando, uno de estos andrillos -traducción despectiva usada en la edición Biblioteca de Ciencia Ficción de editorial Orbis o replicantes en la versión de Blade Runner– escapa de sus tareas asignadas, buscando una libertad y un destino: la Tierra, que, por otra parte, casi ha sido abandonada pues únicamente la habitan “cabezas de chorlito” no adaptados a la vida en el espacio, y unos cuantos funcionarios de empresas o instituciones.

Al iniciar la novela, al protagonista le informan que deberá cazar varios androides versión Nexus 6: un nuevo y mejorado modelo, más astuto e inteligente, más creativo y complejo, casi indetectable incluso para las pruebas de empatía programadas para diferenciar humanos de robots.

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Estos replicantes son tan diestros que, alguno de ellos, hirió de gravedad al oficial principal de la policía, por lo cual, Deckard, el oficial suplemente, deberá tomar el mando para encontrar y desactivar a los androides fugitivos.

Existe una marcada diferencia entre el Rick Deckard de la novela y el de la película. El de la novela es un personaje derrotado, taciturno, nostálgico, tan empobrecido que no puede permitirse comprar un animal; pues en esta sociedad futurista se mide, se cuestiona y se enfatiza en la empatía, la cual se logra al tener/cuidar a un animal vivo.

Sin embargo, debido a su alto costo, la mayoría de las personas tiene animales eléctricos: como Rick, que tiene una oveja eléctrica. En el libro también existe la religión de Mercer o Mercerismo, que consiste en la conexión neuronal a una caja de empatía que permite, como si fuera un teclado, aplastar teclas distintas para asignar estados de ánimo al usuario y que, en última instancia lleva a ver y encontrarse con Mercer a través de unos viejos audiovisuales, en una experiencia mística, espiritual y tecnológica.

Mercer está inspirado en Merssenne, músico experimental que trabajó con tubos sonoros diseñando órganos y, escribió un tratado llamado: “La armonía universal” en donde postuló su visión de la música como una manera de llegar a la ataraxia, a través de la conexión sensorial de almas para alcanzar la felicidad escuchando al unísono determinada melodía.

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En la película, por otra parte, Deckard es un profesional en su ocaso, quizás cansado de desactivar androides cada vez más ¿empáticos? y ¿sensibles? Mientras que en el libro al protagonista no le queda otra opción más que desactivar a los robots para conseguir dinero y comprarse un animal de verdad; en la película el personaje carece de motivación, por lo que es casi un asesino -dependiendo de lo que consideremos como vida-. Crucial diferencia a la hora de abordar ambos productos que ponen en tela de juicio temas profundos complejizados con la tecnología como la identidad, la conciencia, la voluntad, entre otros.

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Centrándonos en el libro, se ha dicho que la moral del protagonista es confusa, puesto que duda en retirar o no los androides, incluso queda cautivado por la apariencia y talento de una de ellas. Para conocer la moralidad que Dick imprime en su personaje Deckard, es necesario remitirse a la erudición filosófica del autor, quien escoge ese nombre como una referencia a René Descartes (en francés se pronuncia Deckard) y el cartesianismo que sostiene la existencia de dos materias distintas: un alma que tiene la capacidad de discernir entre el bien y el mal (la mente), y un cuerpo determinado al contexto biotecnológico y a las leyes mecánicas.

Entonces, para Deckard (Dick) lo que está en juego es el discernimiento de si los androides tienen estas dos sustancias y, por tanto, no se debe liquidarlos; o, por el contrario, si tienen únicamente un cuerpo material e inteligencia artificial y, por ende, no hay consecuencias morales de su desactivación.

La cuestión es compleja, en búsqueda de respuesta Dick nos trae dos situaciones liminales: 1) ¿Qué pasaría si los cazadores de replicantes también son androides?, 2) ¿Qué pasa cuando un cazador y un replicante tienen sentimientos entre sí?

1. ¿Qué pasaría si los cazadores de replicantes también son androides? Esta cuestión se atisba desde el principio de la novela. Con personajes conectados a órganos sensoriales que manipulan los sentimientos y sensaciones, se aprecia la imbricación de la vida y la tecnología, al mismo punto en que, Rick y otro cazador de androides, dudan de su misma existencia humana.

Es decir, ¿Qué prueba que somos humanos? ¿Nuestros recuerdos son propios, o pueden ser implantados? De ser así, ¿Cuál es el papel de la memoria, del flashback, del recuerdo? ¿Sueñan los humanos con androides que sueñan con ovejas eléctricas? o ¿Sueñan los androides con humanos que diseñan androides con capacidad de soñar con ovejas eléctricas?

Más allá de los juegos léxicos, el asunto es que, en una realidad de humanidad aumentada por la tecnología, -implantes, órganos artificiales y partes mecánicas potenciadas con IA-, la identidad se pondría en juego, puesto que se podrían armar seres humanos de encargo, diseñados para soportar condiciones climáticas extremas o situaciones de trabajo exigente, concebidos para una actividad específica, ya sea mecánica, artística o manual. Cuando podamos modificar el cuerpo a nuestro antojo: ¿qué es eso que se conserva de cada uno? ¿Existe la esencia de la humanidad? ¿Qué es lo humano?

Creo que generar divisiones o límites sería problemático; más bien hay que ver como se imbrica lo humano con lo no humano para producir una nueva humanidad tecnologizada. Y ya en ese punto, diseñados desde el vientre de probeta (ya no materno), con capacidades o recuerdos implantados, seríamos androides. Entonces volvemos a la pregunta de Dick, en el contexto de convivencia entre humanos, androides artificiales, y humanos mejorados tecnológicamente ¿Cómo podríamos diferenciarnos, para asuntos legales o delictivos como plantea la novela?

Precisamente el éxito de la novela (y la película) es un toque de novela negra. Una trama que convoca a la intriga en el desarrollo y solución de unos misterios, que no quedan descubiertos en su totalidad porque sencillamente es imposible, porque la empatía, como mecanismo para diferenciar al humano del androide es sutil y, en último término: ¿aprenderán los artificiales a emplear la empatía? y entonces ¿quién será humano? Llegamos entonces a la segunda cuestión.

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2. ¿Qué pasa cuando un cazador y un replicante tienen sentimientos entre sí? Un asunto bastante relevante en el libro, puesto que Rachel, desde su primera aparición, surge como un interés romántico y prohibido. Lo erótico es la transgresión de un tabú y; aunque muchos humanos y androides tengan relacionen entre sí, estas estarían vedadas por la ley: son perseguidas y sancionadas. Sin embargo, otro cazador le cuenta a Rick el secreto: primero acostarse con el andrillo para luego eliminarlo.

¿Rick será capaz? ¿Someter sexualmente a un androide antes de matarlo, no es parecido a una violación? Es el dilema moral al que se enfrenta tarde o temprano un cazador, pues casi siempre, resulta seducido por los encantos de su presa. Pero Deckard no pueda enamorarse, necesita experimentar, probar, salir del engaño, diferenciar… herida Rachel, ejecuta su venganza: mata a la cabra real (no eléctrica) que Rick compró con su recompensa por las desactivaciones.

Mientras el humano decide, el androide es preciso. Su entrega es lógica, calculada, pragmática. No responde al deseo o al placer, tampoco al cariño o a la ternura; sino a la utilidad de ese encuentro para conservar la vida o la libertad. Una especie de manipulación carnal/tecnológica posibilitada por su falta de empatía.

Entonces el humano estará en desventaja, puesto que puede enamorarse, pero ellos ganarán porque no sienten. Para sobrevivir a la guerra humano vs máquina, será necesario dotarlas de empatía desde ya. Cuando la jerarquía coloque a un superordenador como administrador de una empresa, la organización sería inhumana si carece de empatía, por eso es vital desarrollar no solo la inteligencia artificial; sino también la emoción artificial, el sentimiento artificial, la empatía artificial.

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Si los sentimientos son fantasías de la imaginación, entonces toda inteligencia, más temprano que tarde, llegará a la emoción. Sí, hace tiempo SLACOE y/o Blade Runner nos cautivó al plantear la pregunta sobre ¿cómo diferenciar a un humano de un androide?… años después, nos responde: no busquemos la diferencia, busquemos el complemento; recordemos que lo artificial permite vivir a lo natural al mismo tiempo que lo pone en peligro.

Si integramos los sentimientos al desarrollo de la inteligencia artificial, daremos el gran salto al vacío: la humanidad mejorada. Porque, al final del día, lo humano no es ni la fecundación, ni el alma, ni la conciencia… lo humano es la capacidad de sentir, de odiar, de amar, de ensoñar… Cualidades que tarde o temprano pasarán a las máquinas, entonces cuando nuestros cuerpos se descompongan, estas sobrevivirán eternas en el universo, como la huella que una especie: la humanidad, dejó en el cosmos.

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Escrito por Fernando Endara.
Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica. Instagram: @fer_libros.

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