“Fritzcollage”, novela literaria sobre los impulsos 

Nos sumergimos en la primera novela de Pedro Sempere, “Fritzcollage” ganadora del Premio “La sonrisa vertical” de narrativa erótica. En palabras del propio autor: “Fritz es el narrador de sus propias aventuras, y el collage lo conforman, en cortas intervenciones, los grandes personajes de la literatura erótica, enmascarados en excéntricas figuras que lo visitan”. Lee la reseña de Fernando Endara, docente de la Universidad Indoamérica.

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“El amor es desorden, es voluptuosidad. Los sentidos sienten, no piensan…”.

La Colección de literatura erótica: “La sonrisa vertical” sorprende por su catálogo de autores, por la imaginación de sus historias y por el placer literario que genera en sus lectores. La mejor literatura es aquella que nos sacude, que nos obliga a mirar nuestra oscuridad, que desata nuestros demonios, que nos lleva al pecado o la locura, que nos libera de todas las ataduras, que nos arroja al vacío; pero antes del impacto, nos sostiene, ligerita y sutil, con un verso o una palabra en el momento adecuado.

Para varios críticos la literatura es una forma de empatizar con otros seres humanos al poner por escrito la experiencia humana en todas sus facetas mediante la ficción, y/o es una manera de ampliar las ideas o conocimientos a través de una poética que implica una experiencia cercana a la belleza. Sin estar en desacuerdo, considero que otro elemento importante de lo literario es su potencia para acercarse a la libertad; en ese sentido, el erotismo permite transgredir un tabú, acercarse a lo prohibido y deleitarse en la perversión.

Esta perversión es la literatura. Y viceversa, la literatura es perversión, así como lo entiende Pedro Sempere: “¡Perversión, perversión! Después de todo ¿Qué es la perversión? Perturbar, trastornar, caer en el error, corromper, desviar… No, no, no y mil veces no. Pervertir es crear. Porque per/verso es todo lo que no es pre/visto, todo lo que arranca al ser de las expectativas medias, de las embrutecedoras rectas de la mediocridad. Perverso es todo lo que supera la vulgaridad, todo lo que destroza la rutina. La belleza, la imaginación, ésa es la verdadera perversidad. La felicidad sí existe y es el sinónimo de perversidad”.

“El sexo es perversión. Y perversión es creación. En cambio, el amor sólo es la perversión. Pero la perversión del deseo, su extinción”.

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Pedro Sempere es un escritor valenciano nacido en 1942. Su actividad laboral, paralela a la literaria, sigue sus propios causes, puesto que se centra en el marketing, la producción televisiva y la gerencia de agencias publicitarias. En letras, ganó el Premio Valenciano de Poesía en 1965, entre 1971 y 1975 publicó ensayos con diferentes temas destacando la crítica a la producción audiovisual, la semiología y el ambiente publicitario del posfranquismo.

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En 1982 obtuvo el premio en la IV edición del concurso: “La sonrisa vertical” con “Fritzcollage” su primera, malvada y frugal novela que, por tanto, fue publicada dentro de la Biblioteca de Erotismo de la Editorial Tusquets. El jurado del certamen estuvo compuesto por el escritor Ricardo Muñoz Suay, el director de cine Luis García Berlanga (cabecilla del proyecto), el académico y escritor Camilo José Cela, el actor Fernando Fernán Gómez, el premio Planeta Juan Marsé, y Beatriz de Moura.

La trama de la obra sigue a Fritz, quien narra en primera persona sus peripecias en el castillo de Burgenbourg y en la mansión de Mme. Gongyla Gérard D´Estaign. En palabras de Sempere: “Fritz es el narrador de sus propias aventuras, y el collage lo conforman, en cortas intervenciones, los grandes personajes de la literatura erótica, enmascarados en excéntricas figuras que lo visitan”.

En efecto, la novela tiene dos partes y se deleita en recrear algunas de las ideas y conceptos clásicos de la erótica. En la primera parte, Fritz relata las sensaciones producto de sus lances amorosos tanto con el señor Burgenbourg, como con su señora… A lo Anaïs Nin, pero con cargo de conciencia. Hasta que la señora, descubre la infidelidad furtiva de su marido con su criado y todo se fragmenta. La relación de tres queda destruida, de manera que Fritz huye del castillo hasta llegar a los arrabales de la ciudad, en donde apesadumbrado, quiere sublimar sus culpas entregándose a lo más sucio y abyecto: orines, vómito y cópula con indigentes.

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En ese instante, Fritz es raptado por Mme. Gongyla Gérard D´Estaign, quien lo lleva a un burdel de perversiones. Aquí Fritz deberá cumplir un adiestramiento de estímulo y respuesta: privación de alimentos, exposición a pinturas, cuadros y diseños de transgresión y erotismo, obligación de oler secreciones vaginales, anales y sangre menstrual, estímulos visuales con intensas luces de color, entre otras. Todo esto con el objetivo de despersonalizarlo, de convertirlo en un perro amaestrado que reaccione a los estímulos visuales y sensoriales según requiere cada uno de los clientes de este infernal recinto.

“No hay espíritus puros. Sólo el instinto trasgresor y desviado sobrevive. Lo natural es contra natura”.

En la segunda parte: el collage. Asistimos a la prostitución, vejación, degradación de un Fritz totalmente esclavizado a sus impulsos y a los de sus visitantes. Uno por uno desfila los fetiches Una por una, irán pasando todas las fechorías. Cada color representa una trasgresión: “el flash amarillo significaba: sashimi. El azul cunnilingus. El naranja, urolagnia. El verde, enema. El fucsia, mixoscopia. El blanco, champú. El rosa, sodomía. El rojo, macedonia. El ocre, felación. El magenta, triplex. El índigo, bufolagnia. El gris, inglés. El violeta, tv. Y el turquesa sadomasoquismo”.

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Cada una de las mujeres con quienes comparte esa voluptuosidad suprema y maldita aportará con una parte de su cuerpo –sí, como un collage de pieles y carnes-: unos pezones de allá, la piel de otra, el cabello de aquella, los labios de esta, la vagina de esta otra, los pies -divinos pies-, las manos, los pliegues… hasta conformar un armatoste completo.

Una mujer hecha de partes de otras, creada por la imaginación del encierro, concebida como (O); una mujer total. Al final, en medio del placer abyecto de Fritz masturbándose con una moqueta transfigurada en diosa; Mme. Gongyla Gérard D´Estaign interrumpió sus afanes, llenándolo de impotencia, ira y dolor.

Entonces decidió escapar asesinando a su captora, penetrando con su lanza en sacudidas fortísimas, hasta hacer con su maestra un sacrificio a su Dios personal: al suyo, al mío, al vuestro, al de todos: al placer, al único posible, al que es en la carne, en el sexo, en la literatura, en la perversión.

“El placer, el placer, el placer. ¿Sabes lo que es el placer? La sima en la que se sumergen y confunden la fascinación y el horror. El imán que crea la atracción y la repulsión. El abismo que atrae la presencia y la arroja hacia el vacío. Es el placer, Fritz, el placer. Todo y nada, el placer”.
“Y nunca olvides, Fritz, que el bien es sólo una reflexión sobre el mal”.

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Escrito por Fernando Endara.
Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica. Instagram: @fer_libros.

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