Apasionada, en su vida y en sus textos, María Luisa Bombal es, sin duda, una de las letras más grandes del continente americano. Pionera en un amplio sentido de la palabra, convocó un lirismo provocativo y polémico que tendió puentes entre el viejo romanticismo y un moderno vanguardismo. De mono que, su nueva forma de narrar en descarado contraste con el costumbrismo de su época, abrió caminos para el realismo mágico y el boom de la literatura latinoamericana del siglo XX. Casi olvidada, su obra fue reveladora y trascendental en la carrera literaria de Juan Rulfo.
Sin embargo, más allá de su estela en la historia de la literatura del continente, su prosa es una versión poética del dolor, la represión, el hastío y la violencia que soportaban las mujeres en el matrimonio burgués de la sociedad chilena (latinoamericana) de inicios del siglo XX, en contrapunto con el deseo incontrolable e inalcanzable de pasión, placer y ternura tamizado por sueños, elementos de la naturaleza y delirios casi fantásticos. Su primera novela corta “La última niebla” significó, vista en retrospectiva, una revolución en las letras del continente; por tanto, las ediciones se sucedieron una tras otra.
Este volumen, es la séptima edición de la versión argentina publicado en 1973 por Editorial Andina. Además de la novela corta, el libro cuenta con tres cuentos clásicos: “El árbol”, “Las Islas Nuevas” y “Lo Secreto” junto con un excelente estudio introductorio elaborado por Amado Alonso. Veamos algunos elementos de la novela y de los relatos.
“La última niebla” es una novela narrada en primera persona, en un presente subjetivo que coloca en el punto de vista del lector a la narradora protagonista. Así, el lector descubre el punto de vista interno de la narradora, se halla ante una perspectiva, no ante la realidad de los hechos. Por eso, realidad y fantasía se confunden a través de una manera de narrar, casi ansiosa, plagada de pausas y sucesos que pueden ser reales o pueden ser ensoñación. La protagonista es una mujer casada con un hombre que, en lugar de amarla, añora las caricias y conversaciones de su primera esposa.
La narradora se halla sumida en un matrimonio que carece de vínculos afectivos, que es una cárcel que reprime su deseo incontrolable de amar. Un deseo que se desborda; aunque tenga que recurrir ¿al pecado o a la fantasía? Un matrimonio que refleja la represión social de Latinoamérica de inicios del siglo XX, en donde se controlaba los cuerpos de las mujeres para impedir su autonomía. Atrapada en una prisión sin barrotes, la protagonista observa un día una infidelidad. Se trata de la esposa de su cuñado, quien se entrega con pasión en los brazos de su amante. Este encuentro fortuito la conduce al delirio. Así, una noche de visita en la urbe, se escapa en la madrugada entre callejas repletas de niebla para encontrar a un hombre misterioso. Un amante que la lleva de la mano y le descubre la vida, el amor, la entrega, el contacto, el placer. Un hombre que llega y desaparece, como si fuera neblina. Una aventura que se convierte en recuerdo, y un recuerdo que es la única manera de soportar la cotidianidad de una vida de violencia pasiva.

La protagonista envejece, esforzándose en mantener en su memoria a este amante imaginario que espera regrese un día a reverdecer sus laureles. Sin embargo, las pruebas son irrefutables, pues su marido le indica que ella nunca escapó esa madrugada, que todo debe ser producto de su imaginación. Mientras tanto, la infiel, la real que no la imaginaria, es abandonada por su amante y desecha, se quita la vida. Dichosa tú, dirá la narradora, que lo viviste todo, el amor, la tragedia y la muerte. Maldita de mí, repite la protagonista, que no viví sino entre sueños y sombras.
Este estilo poético y subjetivo resultó una novedad en el panorama literario de inicios del siglo XX. La neblina, al igual que la narración en presente subjetivo funcionan como puentes para trastocar la realidad y confundirla con la fantasía. De modo que toda la novela se desarrolla en un paraje casi irreal, con pocas conexiones con espacios geográficos definidos, en pleno contraste con el costumbrismo del momento.
Así, en lugar de describir escenarios, se describen paisajes en donde la naturaleza volcada al lirismo se materializa como poesía, símbolo y deseo. Las hojas de los árboles, las gotas de lluvia, la opacidad de los contornos demuestra la melancolía y la incertidumbre de la protagonista en búsqueda de una realización amatoria y pasional imposible. Esta imposibilidad la lleva a sublimar sus deseos a través de la fantasía, mediante la invención de un amante fugaz. Por eso, la narración es desbordante, con un lenguaje poético de extraordinaria belleza, que trasmite el dolor y el deseo, la fascinación por lo desconocido en medio del sueño, y la ansiedad del matrimonio como un medio de control social, no de realización personal. La estructura narrativa va del presente al pasado y viceversa, confundiendo aún más a unos lectores que, como la protagonista, anhelan algo que no va a llegar.
Así es el deseo, inalcanzable. Como se aprecia, algunos de estos elementos como la confusión entre ensueño y realidad, la estructura narrativa o el punto de vista subjetivo fueron claves en la conformación de nuevas estéticas que surgieron a lo largo del siglo XX en el continente sudaca.
El siguiente relato: “El árbol” es un relato protagonizado por Brígida, quien narra en primera persona y en presente subjetivo su cárcel matrimonial. Su esposo Luis, es un hombre mayor frío e insensible, atareado en el mundo exterior se olvida casi por completo de su esposa. En la sociedad de inicios del siglo XX fue común el arreglo de matrimonios entre hombres mayores y jovencitas, quienes, casi esclavas, se veían prisioneras estropeando sus sueños e ilusiones. El único consuelo de Brígida es un Gomero, un árbol plantado frente a su ventana que la aísla del mundo exterior y le brinda cierta sensación de consuelo y protección. Brígida, quien siempre fue considerada lenta, soñadora e ingenua, desarrolla una conexión con dicho árbol y con la música; sin embargo, un día el árbol es talado, con lo que cae la venda de sus ojos para descubrir la miseria de su matrimonio. Brígida culmina en soledad y desesperación.
Aquí hay otra muestra de esa poderosa perspectiva femenina que coloca en el centro de la acción al amor, y la pasión como el eje desde el que se encausa la vida. Sin embargo, mientras el corazón de una mujer está presto para entregarse, la sociedad la arroja con hombres severos y sin empatía. El lenguaje poético también repleta de simbolismo una narración en donde el árbol es un refugio emocional, una falsa libertad que se revela hastío e insatisfacción.

En el relato: “Las Islas Nuevas” encontramos un relato de estela fantástica, en donde, Juan Manuel, un cazador, queda prendado de Yolanda -sonorísimo nombre- hermana de otro cazador. El paraje no queda claro, pero remite a una zona pantanosa cuyas descripciones líricas trasmiten una opacidad misteriosa. Y es que en medio de los bosques y los pantanos han surgido nuevas islas, escollos que ofrecen valiosas perspectivas para la caza y la pesca. Por tanto, se emprenden las jornadas de caza, aderezadas por borracheras nocturnas. Uno de los cazadores mayores confiesa a Juan Manuel que hace muchos años estuvo enamorado de Yolanda, que estuvieron al borde del matrimonio; aunque, en realidad las edades no cuadran, pues el es mayor y ella jovenzuela.
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A menos que ella sea mayor y no lo aparente, o que ella haya sido niña en aquel entonces. A menos que ella no envejezca. Inundado de estos secretos, una noche Juan Manuel y Yolanda se encuentran, se besan, se rozan, pero algo se rompe, algún cristal oscuro antiguo y mancillado. El cazados huye, regresa a la ciudad perturbado pues sus sentidos encandilados confunden su realidad. Decide retornar para confrontar lo impensable, entonces descubre el inicio, el muñón de un ala de gaviota en la espalda de su amada, al espiarla mientras se baña desnuda. El fantástico relato tiene ecos de Lovecraft y de Quiroga, pero es original en todo sentido, en contenido y estilo.
El volumen cierra con “Lo Secreto” un cortísimo relato en donde un barco naufraga y atraca en las arenas aterradoras del desierto. El capitán y el marinero discuten, observan el cielo, descubren que están exactamente en la mitad de la nada, rodeados de mares de arena que se reflejan en un cielo infinito. El relato casi no tiene acción, es un cuadro dramático sin resolución ni final, es simplemente la contemplación de una tragedia que deja estupefacto a quien la atraviesa pues no existe alternativa posible de solución.
Así es la vida, parece decir Bombal, una tragedia que nos dispara -como ella lo hizo- y nos deja perplejos. Un drama que nos conduce al deseo, pero nos impide consumarlo pues pertenece al terreno de la imaginación.
El ser humano (la mujer indica Bombal) está condenada a la pasión, pero al expresarla encuentra su destrucción. Este deseo y esta pasión se transforman en amor como un eje central de la vida, pero la sociedad burguesa lo trunca, haciendo de los hombres unos insensibles y de las mujeres unas soñadoras.
El deseo, mal encausado por las convenciones, las morales, las leyes y las religiones llevan, muchas veces, a la violencia, al pecado o a la fantasía. Las protagonistas de Bombal son, como ella, apasionadas e incontrolables. Son su antítesis idealizada. Mientras sus protagonistas se conforman con el ensueño, ella es acción valerosa y obsesiva.
Esta novela corta y estos relatos son una maravilla por su potencia poética, femenina y fantástica. Que Bombal nos permita sumergirnos en su niebla en la búsqueda de nuestras fantasías.
Escrito por Fernando Endara. Antropólogo. Docente Universidad Indoamérica. Instagram: @fer_libros.