“El país de las mujeres” de Gioconda Belli

En el marco del Día Internacional de la Mujer, compartimos la reseña del docente de la Universidad Indoamérica, Fernando Endara, sobre el libro “El país de las mujeres”, de Gioconda Belli. Conoce la vida de esta autora y por qué este libro nos ayuda a pensar en la reivindicación femenina.

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En Faguas, un país ficticio de América Latina inició la utopía. Una nueva forma de gobernar y de administrar la cosa pública y privada. Una administración liderada por Viviana Sansón, la presidenta de la República y líder del partido político Partido de la Izquierda Erótica (PIE), que propició un cambio de matriz: pasar de un gobierno masculino a uno femenino.

No se trató de la entrada en la arenga política de las mujeres, pues varias triunfaron en elecciones populares con anterioridad; sino de la conversión de todos los estamentos, el reemplazo de los trabajadores por trabajadoras, de funcionarios por funcionarias. La extraordinaria novela de Gioconda Belli, “El país de las mujeres”, ganadora del Premio Hispanoamericano de Novela La Otra Orilla, 2010, propone una salida al laberinto de nuestros gobiernos deslegitimizados, corruptos y corruptores: la expulsión de los hombres frente al liderazgo de las mujeres.

Gioconda Belli, prolífica escritora nicaragüense, nació en 1948; ingresó al mundo de las artes gracias a su madre, fundadora del Teatro Experimental de Managua, quien la introdujo en la lectura y escritura desde muy joven, también le enseñó a relacionarse con su cuerpo sin prohibiciones ni censuras. Estudió publicidad y periodismo en la Universidad de Filadelfia.

A su regreso a Managua, se integró, junto a varios jóvenes intelectuales de su país, al Frente Sandinista de Liberación Nacional en oposición a la dictadura de Anastasio Somoza; lo que le valió la persecución y el exilio. Surgieron sus primeros libros de poesía: “Sobre la Grama” en 1972 y “Línea de Fuego” en 1978, con el que obtuvo el prestigioso Premio Casa de las Américas, al mostrar de manera poética los entresijos de la revolución y su relación con el cuerpo/mente de las mujeres, en unos textos que se revelaron evocadores, comprometidos y eróticos. Entre 1982 y 1987, mientras el nuevo gobierno revolucionario se consolidaba, publicó: “Trueno y arcoíris”, “Amor insurrecto” y “De la costilla de Eva”.

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Estos trabajos la confirmaron como uno de los rostros literarios más potentes del país, y la elevaron al plano internacional, pues estas obras se tradujeron y publicaron en Bélgica, Estados Unidos, Inglaterra, España, Alemania, entre otros.

En 1988, Belli publicó su primera, y más aclamada novela: “La mujer habitada”. La obra alcanzó grandes tirajes, y numerosas ediciones y reimpresiones, al tiempo que la situación política en Nicaragua se recrudeció. La revolución, ahora convertida en dictadura, persiguió a las voces inconformes o disidentes, llevando a Gioconda, una vez más, al exilio.

Sin embargo, su fecunda pluma siguió entregando historias maravillosas como: “Sofía de los presagios” en 1990, “Waslala” en 1996, “El país bajo mi piel” en 2001, “El pergamino de la seducción” en 2005, “El infinito en la palma de la mano” en 2008 -este trabajo obtuvo múltiples premios-, “El país de las mujeres” en 2010 (la obra que nos convoca), “El intenso calor de la luna” en 2014, “Las fiebres de la memoria”, en 2018, “El pez rojo que nada en el pecho” en 2020, entre otros.

“El país de las mujeres” lleva la gráfica de unos zapatos rojos en la portada, probablemente como signo de la feminidad o de la importancia del PIE, puesto que hay que colocar uno detrás de otro para seguir adelante.

Cuando Viviana Sansón culminó un mitin político, sufrió un terrible atentado, una bala atravesó su cabeza, quedó en coma. En una cama de hospital, y casi sin conciencia, la mente de la presidenta viajó hasta un galeón en donde aparecieron, ordenados en estanterías, su cúmulo de objetos y chucherías perdidos a lo largo de los años.

Cuando tomaba uno de sus objetos extraviados, este lo trasportaba el lugar y la hora exacta de la perdida, desatando sus gratos e ingratos recuerdos: su trabajo como presentadora de noticias, la formación del PIE, la campaña política, su relación con Emir, su victoria en las elecciones y como no, las medidas y decretos que su gobierno puso en marcha gracias a su gabinete de mujeres.

Mientras Viviana era presa de sus recuerdos, en otra línea narrativa, conocemos a su equipo de trabajo: Juana de Arco, Viviana Salvatierra, Rebeca, Ifigenia, y Martina. También aparecen algunos documentos necesarios: recortes de periódicos, fragmentos de entrevistas, estatutos del partido, propaganda política, etc. A través de estos recursos intertextuales: los objetos que funcionan como espejos de la memoria para desplegar recuerdos, las conversaciones del equipo de trabajo con su presidente en estado de coma, y, los documentos complementarios; el lector deberá armar la trama de la novela para reconstruir la llegada y la estabilización en el poder del PIE.

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El PIE fue una agrupación fundada por la propia Belli, como una rama femenina de la Revolución en Nicaragua en la década de los 80s, inspirado en los “Poemas de la Izquierda Erótica” de Ana María Rodas:

Asumamos la actitud de vírgenes.
Así
nos quieren ellos.
Forniquemos mentalmente,
suave, muy suave,
con la piel de algún fantasma.
Sonriamos
femeninas
inocentes.
Y a la noche clavemos el puñal
y brinquemos al jardín
abandonemos
esto que apesta a muerte

El logotipo del partido es un pie con las uñas pintadas. Desde el nombre, Viviana y su equipo -las eróticas– asumieron las principales críticas de la oposición: las llamarían izquierdosas y putas. El partido se formó después de que Viviana revelara, a través de un reportaje televisivo, los crímenes de un ministro que, no conforme con atrapar animales exóticos (tenía encerrado un pingüino), se dedicaba a prostituir y traficar con adolescentes. El caso escandalizó al país, provocó la salida del funcionario y de paso, elevó la popularidad de la presentadora que, ante las injusticias y el abuso del poder, convocó en concilio a sus amigas para formar la organización política. La llegada al poder no fue sencilla, aunque existió ayuda de la naturaleza. Un brioso volcán de Faguas entró en erupción con lava y ceniza, provocando pérdidas económicas y, lo que fue más grave e inexplicable: la reducción de testosterona en los hombres.

Sin testosterona, los partidos tradicionales casi no opusieron resistencia; triunfó el PIE con sus brillantes estrategias: colocar publicidad en productos de limpieza y de cuidado de la salud femenina, campañas de pedicure y manicure colectivas, conferencias de tupperware, cordones de embarazadas alrededor de edificios públicos, utilización del cuerpo de la mujer y de sus atractivos físicos como estrategia de publicidad -discursos en topless-, empleo del discurso del cuidado, el amor y el cariño para convencer, entre otros.

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La idea renovadora fue utilizar la fuerza de los estereotipos para derribar al hombre: que la mujer no busque parecerse al hombre; sino que busque su feminidad, aquellos rasgos y elementos asociados a lo femenino tradicionalmente criticados, como una estrategia de empoderamiento vital. Belli propone que la mujer sea cada día más mujer, incluso llevando estos elementos al extremo del ridículo, -ya volveremos a eso-.

Ya en el poder, las eróticas lo reformaron todo. Citemos algunos de sus programas y proyectos. Creación del Ministerio de Libertades Irresolutas, para garantizar la libertad individual y el goce de los derechos plenos en el ámbito sexual más allá de las preferencias amatorias consensuadas que cada persona tenga. Creación de la Ley del Aborto Inevitable que buscó reducir el número de abortos, a través de la legalización del aborto y de la deconstrucción y re-semantización del término y concepto madre -y sus derivados: maternar, maternidad, etc- como una bellísima experiencia de aprendizaje y de cuidado de una vida.

Para lograrlo se planteó reconciliar el mundo del empleo con el hogar, modificando horarios y roles, creando guarderías y espacios seguros en las empresas, así como maternidades comunales en los barrios para que las familias puedan juntarse. Esto se conectó con las mejoras en el ámbito educativo: les infantes asistían a escuelas barriales hasta los 12 años, en donde, después de aprender a leer y escribir, escogían sus propias materias, caminos, ritmos y formas de aprendizaje, acorde a su gusto y creatividad.

Al cumplir los 13, los estudiantes dejaban sus barrios para asistir a colegios regulares donde aprendían la técnica y la ciencia moderna, además de asignaturas clave como maternidad o cuidado doméstico.

Otro cambio importante tuvo que ver con el lenguaje y la comunicación, puesto que la forma de nombrar otorga un poder, crea realidades. El ideal fue pasar del ciudadano al ciudadano, una persona que cuida, protege, limpia y abrillanta su casa, su barrio, su país. Y así, se llegaría a la felicidad, o al felicismo: el indicador propuesto para medir el desarrollo de un país más allá de compromisos políticos o números estadísticos.

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Además, se modificó el sistema punitivo para los violadores, en lugar de cuestionamientos a la víctima y revictimización, se encerró a los abusadores en jaulas móviles para que sean exhibidos al escarnio público, y se les tatuó una V en la frente, marcando por siempre, como a Caín, la insignia del atroz crimen.

Y entre tantas reformas y decretos, el más importante fue sacar a los hombres del gobierno estatal. Liquidar y enviar, con sueldo adelantado de 6 meses, a todos los hombres a sus casas y ponerlos a realizar tareas domésticas que conformaron los nuevos reality shows para desplegar sus flamantes habilidades nuevas. Una vez que los hombres consiguieron atender los hogares, los pusieron a trabajar en la construcción de comedores o escuelas comunitarias.

Como los varones retornaron, las plazas de trabajo quedaron disponibles, las eróticas buscaron mujeres con o sin estudios, con o sin buena presencia, con o sin hijos, con o sin experiencia, y las recibieron a todas.

Ni un solo hombre quedó en las dependencias públicas, ni un guardia, ni un chofer, ni un policía; todas fueron mujeres. Esta política tenía por objetivo redistribuir el poder público y convertirlo a femenino; para eso, no podía pulular ningún machito emitiendo juicios o comentarios.

Esta novela crítica, repleta de virtudes y de propuestas interesantes para repensar la vida doméstica y la cosa pública, podría ser menospreciada por reforzar los estereotipos de género que, desde tantos espacios, y después de tantos esfuerzos, se está logrando combatir. Sin embargo, hay que entender que los planteamientos son literarios, posibilidades de acción tamizadas por la parodia, la caricatura y el ridículo.

Quiero decir que, aunque las ideas objetivadas en literatura sean potentes, su aplicación, tal cual la novela, resultaría problemática: por ejemplo, el fracaso del Gobierno del Buen Vivir del Ecuador al buscar viabilizar sus recursos naturales amazónicos a través de fondos económicos extranjeros para evitar su explotación (como en Faguas).

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Pero lejos de restarle calidad a la narrativa, este elemento aumenta su riqueza, profundidad y disfrute: nos encontramos, ya no solo ante una gran novela que se conecta a la tradición latinoamericana (pensemos en los textos sobre los dictadores o en la manera de contar las historias a retazos con saltos temporales, etc), y que postula ideas importantísimas para repensar un gobierno masculino y uno femenino; sino que, lo hace a través de un finísimo e irónico sentido de la comedia.

La comedia en “El país de las Mujeres”, ya adelantamos, se manifiesta en la parodia, la caricatura y el ridículo. La parodia es la imitación burlesca de un referente serio, en este caso el referente serio es el gobierno de un estado latinoamericano, y la parodia viene a ser el gobierno de mujeres, o el atuendo de la presidenta, cercana a una sexy estrella de rock. Esperen, ¿podríamos hablar de seriedad en algún gobierno en Latinoamérica? Creo que no, más bien parece ser que cada administración es una parodia de la anterior.

La caricatura, por otro lado, es la exageración cómica de un elemento o rasgo característico de una persona o situación, en este caso, caricatura podrían ser varias de las acciones que las eróticas emprenden como sacar a los hombres de los puestos públicos, o la idea de medir el desarrollo de un país acorde a su nivel de “felicismo” -otra idea que se intentó poner en práctica en Ecuador, con resultados discretos-.

El ridículo, finalmente, es aquello que se ubica por debajo de lo normal, o por debajo de la norma, algo que es subnormal. Aquí podríamos entrar en debate, lo que muchos consideran ridículo, para otros podría ser deseable, incluso necesario. El asunto con lo ridículo es que suele ser inofensivo, objeto de burla, como la campaña política propuesta por el PIE. Que lleva al extremo del paroxismo, con éxito, la feminidad, incluso sexualizándola para triunfar en las elecciones. En estas ideas se encuentra presente en el mismo manifiesto del PIE: “llevar los estereotipos de la feminidad al ridículo”. Pero este ridículo debe ser entendido como parte de la materia cómica de la novela.

“El País de las Mujeres” resulta una novela reveladora, difícil, e inclusiva agresiva para el machito que tenemos por dentro. En cambio, para varios círculos femeninos, resulta casi una aberración que refuerza, o que lleva al ridículo, elementos que deberían ser combatidos. Bien, hay que entender que esta manera de retratar, con ironía y con humor, es un puente para conectar con distintos tipos de lectoras.

La narración fresca y ágil, posibilita la crítica y la comedia, más allá del contrapunto teórico que se pueda aportar desde las ciencias sociales. Además, y para finalizar, la crítica no debería ser a la novela o la novelista, enorme Gioconda; sino a nosotros mismos, que vivimos en una sociedad que considera utopía a un gobierno femenino.

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No más, la conversión de valores, el progreso social, la igualdad de géneros, la representatividad en espacios, la eliminación de la violencia contra la mujer, no pueden ser nunca, nunca, nunca, una utopía.

Que este libro nos sirva para construir esa alternativa al poder, que permita ver las ventajas de una administración femenina y nos prepare para lo que viene: más mujeres, mas inteligentes, más capaces y más atractivas, en puestos de poder y autoridad.

Que Faguas no se quede en utopía, que sea un camino para construir nuestros propios Faguas. Que Gioconda nos siga mostrando su abanico literario infinito de provocación política y poderoso erotismo.

Escrito por Fernando Endara.
Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica. Instagram: @fer_libros.

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