“Fantasmas”, novela de Paul Auster 

El 30 de abril de 2024, falleció el escritor norteamericano Paul Auster. Su legado literario es casi inabarcable, debido a su vasta producción y a la calidad de su contenido. “Fantasmas”, publicada en 1986 es la segunda novela de la “Trilogía de New York”; compuesta además por: “Ciudad de Cristal” de 1985 y “La Habitación cerrada”, también de 1986. Esta trilogía funcionó como un parteaguas en la década del 80, propiciando el acercamiento de la literatura postmoderna al público masivo 

El título de “Fantasmas” no podría ser más adecuado; toda vez que, mientras sus personajes se convierten en espectros, su argumento se diluye dejándonos casi, en el vacío. Aún más, el autor establece un diálogo intertextual con algunos de los más célebres escritores norteamericanos, quienes en calidad de fantasmas pululan estas páginas. Sin embargo, creo que los fantasmas, al final, somos los lectores, pues su contundente reflexión nos devuelve a la soledad, a la angustia, a la indefinición, al limbo de la no existencia.  

La trama de la novela sigue al detective Azul, quien es contratado por Blanco para seguir a Negro y vigilarlo las 24 horas del día, dando cuenta, a través de informes semanales, de todas las actividades del sospechoso. Sin embargo, al poco tiempo este argumento “gira la tuerca”, pues Negro no resulta ningún criminal; es, más bien, un hombre que se la pasa leyendo y escribiendo en todo momento, dando paseos ocasionales y asistiendo de manera aleatoria al cine. La argucia detectivesca se vuelve, por tanto, aburrida, casi absurda, pues Azul sigue los pasos de Negro y, de a poco, se convierte en su espejo. Perseguidor y perseguido son, casi, idénticos. 

De manera que Paul Auster utiliza el género de la novela detectivesca, para subvertir sus elementos. El género policial, hijo de la modernidad ilustrada anglosajona, se caracteriza por la lógica del protagonista que, a través de indicios y evidencias incuestionables llega a la verdad utilizando la razón, para atrapar al culpable. 

En Fantasmas, la lógica se diluye, de modo que Azul pierde sus certezas, demostrándose un aprendiz o un detective a medio camino; aún más, se descubre una persona a medio camino, quizá se descubre un personaje en una novela sin héroes ni viajes, condenado a repetirse hasta escapar muriendo o dando muerte.  

Entonces, el caso no se resuelve, porque se cuestiona la idea misma de una verdad; y se precisa: la verdad no está en ninguna parte. Inútil será buscarla, puesto que, si existe, no se la puede atrapar. Y si no hay certezas ni identidades a donde anclarse, lo que queda es el vacío de la incertidumbre. Por eso, el protagonista carece de nombre, de cultura, de pasado… únicamente posee el presente: doloroso y efímero. Por eso, el protagonista se imbrica con el culpable. Y es que, no hay culpable, no hay resolución del conflicto, no hay novela detectivesca, no hay novela; ¿o sí? Auster utiliza la novela para subvertir el género y ofrecer una historia inacabada, que al parecer no tiene sentido y que sugiere una intrincada relación entre el autor y sus personajes.  

Parece que los personajes cobran conciencia de su condición ficcional, y, al advertirlo, quedan en el camino de la angustia o el precipicio, a donde parece dirigirse Azul. Por tanto, la obra nos interpela, una y otra y otra vez. ¿Quiénes somos? No hay respuestas sencillas en Auster

Otro aspecto interesante de la novela es su capacidad para reflexionar sobre el proceso de escritura, asociando al escritor con los fantasmas, al sugerirnos que la soledad es la condición inherente a la escritura. Sin embargo, aunque parezca desolador, la narrativa de Auster, precisa, directa y sin florituras, motiva al escritor en ciernes y demuestra la economía del lenguaje con pericia.  Esta maestría: la de contar una historia que aparenta ser sencilla, de manera que atrapa al lector, pero que contiene una multiplicidad de historias y perspectivas que desarman los relatos homogeneizantes totalizadores de la modernidad y proponen una visión posmoderna de lo cotidiano; es un tipo de escritura que reflexiona sobre la escritura.  

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Así, la obra es una bisagra entre la novela y el ensayo que insinúa la despersonalización de sus personajes y de sus lectores. Queda, sin embargo, una estela poética, no tanto en su estética como en sus planteamientos filosóficos. ¿el vaciamiento de sentido no es la condición poética de la posmodernidad? El sentido de la vida, como el sentido de la poesía no existe; o, mejor dicho, se está produciendo y reproduciendo de manera constante e incesante. No hay un fin, un sentido o un desenlace -bueno sí, la muerte- de la escritura literaria; se trata de producir sentidos para aferrarse a la vida.  

Tanto la trama de la novela que, como ya vimos, subvierte el género policial; así como la forma de la escritura, tienden a la deconstrucción de la literatura y de la sociedad. La forma es el fondo, parece decir el autor en sintonía con la máxima de Mc Luhan: “el medio es el mensaje”. En efecto, Auster, se coloca a tono con los debates contemporáneos de las ciencias sociales y humanas, mientras se muestra ante el público masivo como un profeta y un adelantado a su tiempo, pues “Fantasmas” parece decir: la Posmodernidad está aquí y es ahora.  

La identidad está en crisis, nos descubrimos fantasmas, ¿estamos vivos? En la novela, todo se pone en duda, aún la existencia; por tanto, se vuelve inquietante.

 “Fantasmas” se asemeja un poco a las narrativas teatrales del absurdo, con pocos personajes y escenarios en el conflicto; pero con situaciones totalmente aleatorias, existencialistas, sinsentido, surrealistas, caóticas y/o rutinarias.  

A la par, la construcción de la novela presenta varios callejones sin salida, historias añadidas que convergen y divergen de un eje central, que potencian este efecto del absurdo implícito en la situación y que se conectan con las otras novelas de la trilogía. ¿Por qué azul no se marcha, simplemente, de escena? Recordemos también la carga que azul, “blue”, tiene en inglés -idioma original del texto–; puesto que se asocia a la tristeza. ¿Es la incertidumbre, el vacío y la angustia la condición de la humanidad a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI? ¿Todos estamos azules, o somos azul? Dios está azul 

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Escrito por Fernando Endara.  

Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica.  

Instagram: @fer_libros. 

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