“La educación sentimental de la señorita Sonia” 

La seria de volúmenes “La Sonrisa Vertical”, biblioteca de erotismo es, sin duda alguna, una de las colecciones literarias más transgresoras jamás realizada en lengua hispana. Su editor, Luis G. Berlanga (1921 – 2010), fue un consumado fanático del erotismo. Se comenta que tenía miles de ejemplares de novelas, relatos, imágenes y curiosidades eróticas que reunión durante toda su vida, mientras ejercía su carrera como guionista y director de cine. En 1979, junto con Tusquets Editores, organizó el primer certamen de literatura erótica: “La Sonrisa Vertical”, publicando en la colección homónima a los finalistas de los concursos junto a clásicos imperecederos del erotismo 

Este es el caso de la novela “La educación sentimental de la señorita Sonia” de la escritora Susana Constante. La obra es la ganadora del primer certamen, el de 1978; aunque fue escrita unos años antes entre 1976 y 1977. El texto es, además, el primero de la autora argentina domiciliada en España. La novela se destaca por unos personajes que exploran diversas facetas de la pasión, envueltos en una atmosfera de elegancia y refinamiento de la Europa central de fines del siglo XIX, que oculta, más que nombra sus sensaciones carnales y psicológicas. 

La protagonista de la novela es Sonia, joven veinteañera, culta y refinada, que disfruta de los placeres de la voluptuosidad desde que su propio padre se los descubrió, al meterse en su cama por las noches. Al iniciar la novela, Sonia viaja en un acicalado tren junto al Capitán de Húsares y un destartalado comerciante que termina, casi sin saber cómo, compartiendo el vagón y las delicias del cuerpo de Sonia con el Capitán. Estos personajes arriban a la villa de la condesa, en donde su anfitriona Luisa, presenta al Abate. Este es el joven Sebastián, quién es presentado como sobrino de la condesa; pero se entiende que en realidad es su hijo.  

La condesa enviudó joven, de manera que, a su corta edad puede disfrutar de dinero y renombre, sin los percances que trae el matrimonio, y con todas las libertades de quien goza la lubricidad. Entre estos 5 personajes se desatan las relaciones más variopintas. Son situaciones personales que parecen sacadas de la vida misma: personajes que aman y que no son correspondidos, otros son amados; pero no por la persona que desearían, algunos separan el sexo del amor, otros no pueden hacerlo. En definitiva, nadie está conforme con la suerte que le tocó. Nadie salvo, quizá, el humilde comerciante.  

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El hombrecito se descubre asimismo como si fuera un esclavo, falto de voluntad y sujeto a los deseos de la señorita. En efecto, Sonia lo tomó como su mascota, como si fuera un cachorro lo llevó a su lado y le indicó dormir al pie de su cama; permitiéndole a su vez observarla al cambiarse de ropa, y muy de vez en cuando, dejando que goce con su cuerpo 

Este hombre, humillado, es a la vez el más contento de todos, pues al ser el que menos desea, es el que menos sufre. Asimismo, al ser esclavo del sujeto de su deseo, está siempre cerca de la causa de su pasión, así sea en calidad de objeto. Este personaje demuestra la paradoja de la posesión y la esclavitud, quizá, el erotismo demuestre que la mayor libertad es la esclavitud a la persona amada. Sonia, por su parte, disfruta de su carne y de su sexo, ama y goza en triángulo junto al capitán y al hombrecito.  

Sin embargo, se siente incompleta. Su voluptuosidad, que es lo mismo que decir su amor, se desborda y se proyecta hacia el abate. La suerte está echada; es así que, gracias a la concupiscencia de la condesa, su hijo y Sonia fueron destinados a compartir la alcoba durante la noche. Sin embargo, las expectativas no se cumplieron, pues ella, adorada/contemplada/deseada siempre, no supo manejar el rechazo de un muchacho viril y sensato que ama y desea a otra persona. Por su parte, él fracaso porque no pudo apartar de su mente el cuerpo de su madre, verdadera figura de su voluptuosidad. 

Y es así, entre amores imposibles e inacabados se mueven estos personajes, así como los lectores nos movemos entre cuerpos deseantes y fantasías inacabadas. Estos deseos demuestran no sólo la fragilidad de los vínculos humanos; sino su maleabilidad y capricho. ¿Es que siempre nos gustan quienes no nos aman y amamos a quien no le gustamos? Esta paradoja es justamente el erotismo, pues no solo es aquello que adereza, que endulza, que magnifico el deseo; sino que es también aquello que es inalcanzable, pues cuando se alcanza el deseo, este se revela incompleto para empezar a desear nuevas cumbres.  

Así resulta la condición humana, mientras las religiones piden eliminar este deseo, para eliminar el sufrimiento; el erotismo nos pide entregarnos a este deseo, hasta las últimas consecuencias. No así, el abate y su madre la condesa, pues en lugar de entregarse a su arrebato de incesto, decidieron aplacar sus deseos. Así la condesa se retiró de la vida pública, mientras el chaval ingresó a la vida religiosa.  

Estos son algunos de los elementos destacados de una novela escrita con habilidad y sutileza, que refiere al deseo, a su potencia y a sus límites -las convenciones sociales-. Pese a todo, la novela no terminó de agradarme, debido a mi gusto personal por el erotismo explícito y transgresor, el que describe parafilias y parafernalias sexuales acompañadas de reflexiones sobre la oscuridad de la existencia humana. 

Aún así, la novela resultó un éxito en 1978, y fue premiada por un galardón que, en su primera edición, supongo, buscó reconocer a textos que fueron más allá del sexo, y que demostraron que la existencia es sensual o no es. Y es precisamente esa sensualidad, la mayor virtud de la novela, pues su narradora evoca las situaciones con tanta belleza, que son las palabras más que las imágenes las que lo erotizan todo. Por fortuna, existen estas palabras para nombrar lo no nombrado y renombrar lo ya nombrado. Palabras que nos permiten alcanzar lo inacabado, palabras que, al fin de cuentas, son nuestro refugio y nuestro puente para vivir otras vidas, otros deseos, otros cuerpos.  

 

¿Conocías este libro?, te leemos en los comentarios.  

 

Escrito por Fernando Endara.  

Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica.  

Instagram: @fer_libros. 

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