Ursúa, novela de William Ospina 

Conoce la novela “Ursúa”, del autor colombiano William Ospina. El dorado, aquel mítico reino construido en metal precioso, cuyo líder se bañaba en un lago de oro y tenía la piel cubierta de resplandores, fue uno de los hitos de la Conquista Española en tierras americanas. La fiebre del oro, propiciada por el descubrimiento e invasión de Tenochtitlán y del Tawantisuyu, ocasionó una serie de expediciones y guerras en algunas de las regiones selváticas más salvajes del nuevo continente.  

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Mientras en tierras mexicas e incas los invasores encontraron vastas redes de organización social y política, junto a una infraestructura de imperio generador; al norte del Ecuador, encontraron cacicazgos dispersos, numerosísimos, violentos e inarticulados entre sí. Se trataba de los muiscas, los pastos, los taironas, los quimabayas, los zenúes, los paeces; pobladores originarios que, según los españoles, resguardaban tierras escondidas: el reino del dorado. Aunque los peninsulares jamás encontraron el sitio precioso de la leyenda -numerosas tesis se tejen al respecto-; sí ejecutaron campañas bélicas, argucias judiciales y exploraciones para dar con el lugar preciso, consiguiendo guerras intestinas en lugar de ansiadas riquezas.

En este exuberante marco histórico, el poeta y narrador colombiano William Ospina, ambienta su “Trilogía de la Conquista”, conformada por “Ursúa”, “El país de la canela”, y “La Serpiente sin Ojos”. En este primer acercamiento a su obra, vamos a reseñar “Ursúa”, publicada en 2005 por editorial Alfaguara.

“Ursúa”, sigue la vida del conquistador Pedro de Ursúa, desde su infancia en Navarra hasta sus grandes aventuras en tierras cundiboyacenses. Apoyado por el nombramiento de su tío Miguel Diez de Armendáriz, como juez de residencia de las Indias, llegó al Perú en calidad de protegido y fue promovido al rango de gobernador.

Como autoridad, a Ursúa se le encargó pacificar, unas tras otra, las regiones y los pueblos invadidos; mientras su tío debía aplicar las “Nuevas Leyes de Indias”, recién dictadas por la corona, gracias a la fuerte influencia de los dominicos encabezados por Fray Bartolomé de las Casas y Fray Francisco de Vitoria, para frenar los abusos de los encomenderos contra los naturales.
Como era de esperarse, los encomenderos no tardaron en rebelarse; incluso propusieron un nuevo reino bajo el mano de Gonzalo Pizarro. Cuando Ursúa sometió las regiones encargadas en la gobernación por su tío, se enteró, gracias al Muisca Oramín, de grandes tesoros escondidos por Tisquesusa en los altiplanos y/o las selvas. Entonces, obsesionado por el oro, buscó el favor de la corona sin conseguirlo del todo, pues fue destinado al gobierno y a la guerra, en lugar de obtener el financiamiento para su expedición de búsqueda dorada. 

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Finalmente, tras 10 años de servicio a su majestad, su tío cayó en desgracia lo que influyó en su descenso; pues entonces, Ursúa se convirtió en prófugo y huyó a Panamá. Hacia el final de la obra, Ursúa salvó la vida del narrador de la novela, conjurando una amistad que engendraría unos relatos que Ospina promete escribir en las siguientes partes de la trilogía.

El objetivo de “Ursúa” es, por tanto, reconstruir los primeros años de la conquista del territorio ahora llamado Colombia, a través de una narración que funciona como bisagra entre la Nueva Novela Histórica y la Crónica de Indias, a través de textualidades barrocas. Así, Pedro de Ursúa, el protagonista, es un pretexto literario para recorrer una época y un territorio que, para sorpresa de nadie, sigue siendo el mismo después de cinco siglos, y cuyos problemas son idénticos.

Para Araujo Fontalvo (2007) la novela de Ospina se puede considerar una Nueva Crónica de Indias, porque toma de modelo las crónicas de Bernal Díaz del Castillo y de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en el sentido de dotar de verosimilitud al texto, a través de un narrador testigo, -aunque nunca se aclare la identidad de este narrador anónimo-; para contar unos acontecimientos en el linde de la realidad y la ficción.

Este narrador, de hecho, resulta uno de los aspectos más destacados de la novela, puesto que no sólo reflexiona sobre el acto de escribir, de recordar y de imaginar; sino que deja en claro su punto de enunciación: otra bisagra, esta vez la del mestizaje: la discordia de estirpes europeas y andinas. Un proceso doloroso, puesto que el padre del narrador, estuvo a las órdenes de Francisco Pizarro y fue perpetrador de muertes y violaciones; siendo la madre una víctima vejada y borrada de la historia bajo el manto de la infamia.

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Sin embargo, el narrador no es el foco de la historia, el eje es Ursúa; por tanto, muchas veces el narrador transcribe lo que Ursúa le narró, cuestionando, de cierto modo la objetividad de la historia, alineándose con la línea postmoderna del historicismo que verifica subjetividades, contextos y literacidades a la hora de escribirla.

La crónica de Indias es un género surgido de la novedad y la fascinación que el Nuevo Mundo, produjo en los conquistadores peninsulares. Así, la corona solicitó informes detallados sobre los territorios descubiertos y tomados; dando como resultado la creación de textos como Diarios de Viaje, Cartas, y Crónicas. Estas se caracterizaron por marcar una cronología histórica de los hechos sucedidos durante la conquista de las Indias.

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De manera que, se produjeron una gran cantidad de textos cercanos al relato histórico; pero también al relato periodístico y al relato literario.​ (De Baere, 2022)​. Por eso, este género sugiere una metamorfosis textual que depende del lector y sus circunstancias para ser interpretada como documento oficial, fuente histórica rigurosa, o narrativa épica de ficción​ (Aráujo Fontalvo, 2007)​. Sin embargo, cabe recalcar que, en nuestros días, se considera a estas crónicas ficcionales, toda vez que mezclan, deliberadamente y en función de intereses monárquicos, hechos reales e inventados/imaginados/deseados.

En contraste con la Novela Histórica tradicional que deviene del romanticismo del Siglo XIX y que buscaba crear una conciencia nacional a través de fundación de mitos, arquetipos, creencias y valores; la Nueva Novela Histórica, es revisionista; es decir, reescribe la historia oficial desacralizándola​ (De Baere, 2022)​. Así, Ursúa se ubica como Nueva Novela Histórica, al reescribir relatos que lindan la historia oficial, a través de personajes olvidados o al margen.

Este género se caracteriza, además, por romper con la narración lineal de los acontecimientos, confundiendo pasado, presente y futuro a través de redes de espacios y personajes, de manera que, el afán creador supera la veracidad histórica ofreciendo retazos, no de lo que fue; sino de lo que pudo ser o lo que debió ser en sentido aristotélico, en donde, el poeta no debe narrar lo que sucedió; sino lo que podría suceder.

Para ello, emplea recursos como la exageración, el pastiche, la polifonía, la intertextualidad, el anacronismo, la parodia, la carnavalización, la magia, el chamanismo, entre otros; que proponen un híbrido entre hechos reales y ficticios. Así lo confirma Ospina, quien indica: “el historiador está limitado, ya que le está prohibido imaginar; el novelista, por el contrario, tiene el privilegio de nutrirse de investigaciones históricas, y rellenar los vacíos, paradojas e incongruencias, a través de la imaginación. Introducir elementos para dar vida al relato no traiciona la historia; por el contrario, la hace vívida, tangible, más real que la realidad: puesto que, para el hombre común, la verdadera historia es la novela histórica, que aspira al rigor; pero que no anhela la verdad sino sólo la verosimilitud”​ (Ospina, 2006, págs. 3-5)​. 

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Por eso, los personajes de la novela son recreaciones de conquistadores históricos, como el propio Ursúa, Armendáriz, La Gasca, Juan Castellanos, Belalcázar, Heredia, Luis de Lugo, Suarez de Rendón, Jiménez de Quesada, Francisco de Orellana, Francisco Pizarro, entre otros (las vidas de los conquistadores estuvieron entrelazadas, por tanto, hablar de uno, es hablar de varios); y ficciones de identidades autóctonas que bien pudieron haber existido como Oramín, o Z´bali, primera amante de Ursúa.

Estos personajes se caracterizan por su ambigüedad y ambivalencia, pues sus actos y decisiones se construyen en torno a las circunstancias inmediatas, pudiendo ser héroes o villanos dependiendo del caso, rompiendo con el relato histórico teleológico de buenos y malos que ensombrece los análisis y no permite interpretar las historias de vida de estos conquistadores. Por ejemplo, a Ursúa no se lo presenta como el excelentísimo gobernador que pacificó indios; pero tampoco como el sanguíneo capitán sediente de muertes y riquezas.

Se lo recrea como un hombre de carne y hueso sujeto a las tentaciones y vicisitudes del destino: guerrero, aventurero, amante, codicioso; persiguiendo sus objetivos particulares, mas no enlazado a una gesta o una imposición por parte de un imperio. Por eso, lo interesante es que sus acciones, premeditadas o no, crean varias paradojas: civilización y barbarie, elegancia y cinismo, refinamiento y crueldad; asumidas por los personajes en cada circunstancia.

Así, se cuestionan los maniqueísmos del pasado para desmitificar el presente, pues la novela no se ubica en ninguno de los polos tradicionales de esta discusión: no exalta la conquista; pero tampoco la denuncia​ (Aráujo Fontalvo, 2007)​. Los invasores no son héroes; pero tampoco villanos, mientras los naturales no son salvajes; pero tampoco pacíficos e indefensos.

En ese sentido, Ospina consigue una narración excesiva, asombrosa, superabundante, con horror al vacío (barroca) y compleja, más cercana a los enigmas vitales que a las certezas históricas (cabría hablar de un oxímoron, pues nada menos cierto y más sujeto al cambio que la historia). Son relatos que se multiplican, “como bandadas de pájaros de colores en las que uno no sabe a cuál mirar”.

Por estas razones, “Ursúa” es una novela histórica deslumbrante, que trasmite el asombro de quien escribe y describe con la verosimilitud de las crónicas de indias; pero que, sin duda, pertenece a la Nueva Novela Histórica. Este género, a pesar de sus detractores, resulta otra manera de acercarse al pasado; a pesar, o gracias a su ficcionalidad.

¿Será que toda reconstrucción del pasado, es ficción? Más allá de la categoría a la que pertenezcan los textos: a la historia o a la literatura; persiguen lo mismo en realidad.

Esto es, influir, desde lo académico, o desde lo artístico en el presente; porque al fin y al cabo el pasado está conectado irremediablemente con el presente y con el futuro. Por eso “Ursúa” es una magnífica novela sobre el pasado, el presente y el futuro.

Sobre nuestras complejidades y conflictos como pueblos mestizos, sobre la condición humana, en cualquier geografía y cualquier tiempo. Condición signada por el desasosiego, la esperanza, el error, la ambición y la derrota de sabernos cercanos a la muerte. Es un texto que muestra el compromiso ético, estético y político de William Ospina por devolverle a la literatura su carácter crítico, complejo y reflexivo, al problematizar los silencios, las mentiras y las verdades de la historia oficial.

Escrito por Fernando Endara, docente de la Universidad Indoamérica.
Instagram: @fer_libros

​​Bibliografía
​​Aráujo Fontalvo, O. (2007). Ursúa: ficción e historia de una nueva Crónica de Indias. Espéculo. Revista de Estudios Literarios.
​De Baere, K. (2022). Ursúa y el País de la Canela de William Ospina: pastiches de géneros. Las semejanzas familiares con la crónica de Indias y con la Nueva Novela Histórica. Masterproef ingediend tot het behalen van de graad van Master od Arts in de Taal Spaans. Amberes, Países Bajos: Universiteit Gent.
​Ospina, W. (2006). En busca de Pedro de Ursúa. Revista Dinners (Edición Digital).
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