Viajar en el tiempo y trastocar las realidades  

Si eres lector recurrente de Blog Indoamérica, sabes que nos interesan temas como la ciencia ficción, la IA y la realidad virtual. Hemos publicado reseñas de libros como “La Guía del Viajero (autoestopista) intergaláctico” y también artículos sobre investigaciones aplicadas a la educación y la salud. Hoy te invitamos a sumergirte en el mundo de Issac Asimov, un autor que te sorprenderá por su singularidad en el tratamiento del tiempo y la realidad. Lee esta reseña de Fernando Endara, docente de la Universidad Indoamérica.

Isaac-Asimov

Viajar en el tiempo: desplazarse años al pasado, para encontrar personaje y épocas de la historia; o surcar el futuro, para avizorar el porvenir, es, uno de los sueños frustrados de la humanidad. O, si nos ponemos optimistas, una de las hazañas científicas que están por venir. Aunque, por el momento, el viaje en el tiempo sea imposible, no significa que no se haya reflexionado sobre sus implicaciones materiales, físicas, astronómicas, psicológicas, filosóficas y éticas. Tanto es así que, el viaje en el tiempo -al igual que el viaje interestelar- es uno de los caldos de cultivo más fructíferos para la ciencia ficción.

Precisamente, uno de los padres del género, el británico H.G. Wells, popularizó el concepto en su mítica novela: “La máquina del tiempo”, publicada en 1895. Por supuesto, no fue ni el primero ni el último en expandir los límites de la imaginación, a través de las paradojas temporales: en 1881 el estadounidense Page Mitchell publicó el relato: “el reloj que marchaba hacia atrás” en el periódico “The New York Sun”. En 1887, por otro lado, se publicó: “El Anacronópete”, escrito en 1881, zarzuela del escritor español Enrique Gaspar y Rimbau, en donde aparece un artefacto tecnológico que permite el viaje al pasado. Y en 1889 Mark Twain publicó: “Un Yanqui en la corte del Rey Arturo”, otro relato corto fundacional del subgénero de viajes en el tiempo.

Poco más de 125 años después, la cantidad de material literario, musical, gráfico, cómic, cinematográfico, de videojuego, etc., no ha dejado de crecer: Terminator, Volver al Futuro, Futurama, el Túnel del Tiempo, Star Trek, Doctor Who, son solo unos pocos ejemplos de las producciones audiovisuales que trataron este tema tan interesante.

Algunos de los conceptos reiterativos en las diferentes visiones del viaje en el tiempo, son: la imposibilidad del viaje debido a las paradojas temporales, o, mejor dicho, la imposibilidad de las paradojas y la virtual consecuencia mortal para el viajero, al encontrarse consigo mismo en una línea temporal; los funestas efectos de alterar el pasado, puesto que la realidad misma puede desaparecer; y, (la más sugestiva) la creación de otras líneas temporales, o múltiples realidades alternativas al modificar el pasado, pues el mínimo cambio altera los hechos del futuro al punto en que crea un nuevo universo de posibilidad, distinto al universo antes del cambio.

Es decir, el viaje en el tiempo podría ser, la creación de universos infinitos -lo que en Futurama se explora de maravilla en el episodio 15 de la cuarta temporada: “El par de cajas de Farnsworth”-. Sin embargo, la novela de viajes en el tiempo por excelencia, la que mejor construye, deconstruye, explora y (nos vuela el cerebro como lectores) profundiza la paradoja del viaje (y del cambio de realidad), y a la vez, integra giros argumentales imprevistos; bajo una estela de esperanza sobre el futuro de la humanidad, es: “El fin de la Eternidad”, del imprescindible Isaac Asimov.

Ciencia-ficcion

Asimov, de ascendencia judía rusa, fue uno de los escritores más prolíficos, importantes e influyentes de la literatura. Su obra alcanza casi los 500 volúmenes entre novelas y cuentos de ciencia ficción y fantasía, ensayos científicos y libros de divulgación.

La envergadura de su obra es tal que, cualquier lector quedaría abrumado: muchas de sus novelas pertenecen a trilogías que conforman sagas; estas sagas también se conectan para formar ciclos que incluyen casi todos los escritos del genio, en una misma línea temporal/argumental.

Incluso “El fin de la Eternidad”, publicado en 1955, conocido como libro autoconclusivo, podría ser considerado como el preludio, la precuela, el origen de toda, o casi toda la obra asimoviana. Expliquemos un poco la trama de la novela para después puntualizar algunos de sus aspectos más destacados. La narración se centra en Andrew Harlan, un eterno, un ejecutor que, enamorado de una temporal: Noys Lambent, decidió traicionar sus principios al enfrentar a la organización que lo reclutó y le enseñó todo lo que sabe; pero vamos con partes…

En el futuro, la humanidad descubrió el campo temporal en el siglo Veinticuatro, gracias a las ecuaciones del científico Wikkor Mallansoh, y en el siglo Veintisiete, creó la eternidad. La eternidad consiste en una realidad paralela a (nuestra) la realidad normal, llamada temporal en la novela, altamente especializada, organizada y jerarquizada. Una existencia paralela que controla, guía, moldea y hasta modifica la realidad temporal de cada uno de los siglos, porque, la característica de la eternidad es el perfeccionamiento del viaje a través del tiempo.

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En efecto, los eternos viajan por el tiempo, desplazándose por los siglos (no por los años), desde la edad primitiva hipotiempo -antes de la invención del campo temporal (nuestra época, en teoría)- hasta la edad oscura hipertiempo -región misteriosa en donde, por alguna razón desconocida, no pueden inmiscuirse (100 mil siglos al futuro). El trabajo de la eternidad, -o de los eternos- es efectuar cambios en cada uno de los siglos: pequeñas o grandes modificaciones, exhaustivamente estudiadas, para que la sociedad de ese tiempo, (y del futuro) se mantenga estable, en equilibrio, en paz; evitando circunstancias que lleven a la especie humana a la guerra, a la catástrofe o a la extinción.

Es así como la eternidad funge como una organización secreta altruista que, transforma cada uno de los siglos, acorde a lo que cree conveniente para el progreso humano.

Andrew Harlan, el protagonista de la novela, es un ejecutor; es decir, la persona encargada de poner en práctica los ajustes necesarios según los cálculos de los sociólogos para cambiar las realidades temporales. Pese a su carácter frío, a su formación estoica y a su excéntrico gusto por la historia primitiva (los siglos antes de la invención del campo temporal), se ve arrojado a los brazos de Noys, cuando es destinado a realizar una observación en particular en el siglo 482.

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Su misión fue analizar a la aristocracia de aquel siglo (Noys era aristócrata), puesto que este segmento social empezaba a configurar un pensamiento peligroso para la existencia de la eternidad; sin embargo, ejecutar el cambio propuesto, podría acabar para siempre con la existencia o los sentimientos de Noys.

Puesto que, al efectuarse el cambio de realidad, surgiría una nueva Noys, sin memoria de sus sentimientos para con el eterno. Para evitar este cambio, Andrew decidió olvidar sus responsabilidades, burlarse de todas las reglas de la eternidad y, salvaguardar su amor y a su amada. Para esconderla, la llevó a los siglos ocultos, en donde ningún eterno la buscaría. A la par, Andrew fue destinado por el jefe programador y presidente del Gran Consejo Pantemporal Laban Twissell, como maestro de Brinsley Sheridan Cooper, aprendiz de historia primitiva.

Estas labores: la enseñanza a Cooper, y el temor de perder a Noys, llevaron a Harlan a la comprensión del terrible secreto de la eternidad: una paradoja (no podía ser de otra manera). Resulta que Wikkor Mallansoh inventó el campo temporal utilizando ecuaciones matemáticas descifradas siglos después; esto quiere decir que, la eternidad fue creada gracias a un ciclo de viajes en el tiempo que deben repetirse, rehacerse, recrearse una y otra vez para cerrar el círculo.

En este uróboros el papel de Harlan era vital, puesto que, según las memorias escritas de Wikkor Mallansoh, fue el propio Cooper quien viajó al pasado, con la guía del ejecutor, para encausar los trabajos de Mallansoh.

Entonces Andrew comprendió que el futuro, que el presente, que el pasado, que la existencia misma de la eternidad estaba en sus manos. Irracional, quiero decir, enamorado, jugó sus cartas; sin embargo, las cosas no salieron como esperaba porque los personajes ocultaban sus verdaderas intenciones, incluso sus verdaderos orígenes/ser(es)/esencias. ¿Podrá Harlan cerrar el círculo para dar continuidad a la eternidad? O, ¿Buscará premeditadamente el fin de la eternidad? ¿Se opone, o no su amor, a los designios, a las reglas, a los cambios de realidad programados por la eternidad?

Estos son algunos elementos de la trama de esta novela asombrosa, impresionante, compleja, riquísima, sugerente, esperanzadora, profunda, inmortal. Para varios de los fanáticos de Asimov este es su mejor trabajo; para otros (algo discretos), este libro es la puerta de entrada al universo asimoviano. Algunos de sus puntos destacados son:

A) una narrativa sorprendente que combina el suspense, el thriller y la tensión romántica, con giros argumentales imprevisibles que mantienen al lector con intriga desde la primera hasta la última hoja. Una narración ligera y profunda con toques científicos, con una estructura fascinante que permite una lectura rápida y ágil, pese a la abundancia de conceptos, teorías y artefactos científicos propios de la ciencia ficción.

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B) Un brillante manejo de las paradojas y los círculos temporales, que se expresa en las reflexiones sobre la posibilidad de encontrarse con uno mismo dentro de la misma línea temporal cuando se viaja en el tiempo, o la admirable configuración del círculo temporal que posibilita la existencia de la eternidad; en donde, para que la eternidad exista tuvo que haber un viaje del futuro al pasado, y viceversa, para que el viaje se posibilite, debe existir la eternidad.

Es la paradoja del abuelo (¿Qué pasaría si un viajero del tiempo mata a su abuelo? El viajero no desaparece; más bien, se convierte en su propio abuelo) llevada a un nivel superior. Este tratamiento de las paradojas se conecta con los continuos cambios de realidades, y con la posibilidad de múltiples universos alternos creados a raíz del viaje temporal.

Como se puede intuir, estos conceptos de la obra fueron influencia decisiva para toda la narrativa y producción audiovisual posterior sobre viajes en el tiempo.

C) El criterio histórico de Asimov para describir cada siglo y cada etapa en el desarrollo humano, en donde, la cultura, las costumbres y las convenciones sociales responden a la configuración de cada época; es decir, la humanidad no es inmutable, todo lo contrario, puede cambiar, adoptar y adaptar tantas maneras culturales/sociales como su creatividad lo permita. Una reflexión necesaria para abordar las transformaciones culturales sin rasgarnos las vestiduras: cuando nuestros libros -queridos, amados, amantes, dioses-, nuestros queridos libros decía, sean reemplazados por aparatos digitales, será un paso inevitable en la evolución del pensamiento y el alcance humano.

Y, D) un profundo respeto a la humanidad, tanto que siembra en ella su esperanza. De hecho, este es uno de los puntos comunes entre la narrativa, el ensayo y la divulgación de Asimov, su visión optimista del futuro, veamos: la idea central de “El fin de la Eternidad” es reflexionar sobre el error, el fracaso, la derrota como el puente necesario para la reinvención… Antes de alcanzar el cosmos la humanidad alcanzará los infiernos, antes de poblar las estrellas, se poblarán los camposantos, antes del viaje estelar, en el tiempo o el que sea, vendrán las guerras, las epidemias, las hambrunas, la devastación….

Quizá el camino al universo comienza con la autodestrucción

El planteamiento es, mientras exista la eternidad, como esa organización que altera la realidad para evitar el fracaso, la humanidad permanecerá en la mediocridad de la certidumbre, en la comodidad de lo conocido… Entonces será mejor entregarnos, abrazar la tecnología, el ChatGPT y demás Inteligencias Artificiales, porque sí, incrédulos, asistimos al nacimiento de una nueva especie, la que heredará el planeta y el universo, por un tiempo, como profetizó Asimov… Antes de que la humanidad retome el rumbo al cual está destinada: habitar el cosmos, moldearlo, humanizarlo.

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Enorme Asimov, abríganos en tu imaginación desbordante, en tu intelecto supremo, en la magia de tus letras que avizoran el futuro.

Escrito por Fernando Endara.
Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica. Instagram: @fer_libros.

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