“El poder político en el Ecuador”, del expresidente ecuatoriano Osvaldo Hurtado, brinda luces para interpretar la lucha por el poder político en las primeras décadas de la República. El docente de Indoamérica, Fernando Endara, analiza el valor histórico y las principales líneas argumentales de este ensayo.
En 1977, en el Ecuador regía la Junta Militar de Gobierno integrada por Alfredo Poveda Burbano, representante de la marina; Guillermo Durán Arcentales, de las fuerzas terrestres; y Luis Leoro Franco, de la fuerza aérea. Los tres líderes militares habían sucedido en el mandato a Guillermo Rodríguez Lara, quien había liderado el país desde 1972, cuando las Fuerzas Armadas depusieron al presidente Velasco Ibarra, y, lo instauraron en el poder, en virtud de ser el oficial más antiguo al momento de la intervención política y militar.
Los objetivos nacionalistas y revolucionarios de los militares tendían a la izquierda moderada, con el fin de controlar e invertir en el Estado los altos ingresos económicos generados por el auge de la exportación del petróleo. A pesar de ser una dictadura militar, sus esfuerzos se encaminaron al progresismo; aunque no se descuidó la represión, la intervención de la CIA y la lucha contra el comunismo internacional. Tras casi una década de dictadura y dominio militar, la Junta de Gobierno, propició y auspició el suceso conocido como: “la vuelta a la democracia”; periplo histórico de finales de siglo XX que culminaría con el correato, aunque esto, lo tendría que confirmar los futuros historiadores.
En todo caso, para 1977 la Junta Militar buscaba convocar a elecciones para elegir a un presidente constitucional con base democrática. Varios intelectuales y políticos colaboraron con el proceso, encaminando las leyes y referéndums para el funcionamiento de los partidos políticos y de los comicios. Uno de estos académicos fue Osvaldo Hurtado (1939), destacado abogado y científico social que militó en política desde 1964.
Precisamente, en calidad de científico e intérprete de la realidad social y económica del país, publicó aquel año, el libro de referencia: “El poder político en el Ecuador”. La obra, que cuenta con 20 ediciones, fue recientemente reimpresa por “Debate” de Random House en 2023, actualizando, de alguna manera, los debates planteados.
“El poder político en el Ecuador” es un extenso ensayo histórico, político y económico que trata de entender la configuración del poder en el Estado ecuatoriano desde su origen hasta 1975; por tanto, se convierte en un material imprescindible en el marco de las Ciencias Sociales ecuatorianas, y un texto necesario para entender las distintas interpretaciones de la historia ecuatoriana.
El ensayo tiene tres instancias: “Formación del poder en la audiencia de Quito (1533 – 1820), “La estructura del poder en la República (1820 – 1949)”, y, “La crisis del poder en la época contemporánea (1950 – 1975). Su tesis central postula que: el “Sistema Hacienda” que rigió hasta la reforma agraria, fue (es) la base de la estructura del poder del estado.
Sus análisis resultan relevantes, toda vez que se aleja de marcos teóricos y metodológicos tradicionalmente impuestos en nuestro medio desde las izquierdas francesas. Es decir, renuncia a interpretaciones ideales y retóricas que no responden a la realidad, para centrarse en el análisis de los datos, consolidando después una interpretación que se mueve entre diversas teorías que toma de su “caja de herramientas”.
Así, reivindica lo empírico como el mecanismo para descubrir la realidad, frente a la ideologización que termina inventando una realidad que no existe. Una suerte de objetividad (imposible) que se da de bruces en el cuadrilátero político e ideológico ecuatoriano, triunfando en muchos asaltos sobre la izquierda.
De hecho, intelectuales como Felipe Burbano de Lara (1997), reconocen la influencia del libro como una “herejía” que irrumpió en las Ciencias Sociales de manera polémica, para contrarrestar el peso de la teoría y propuestas políticas marxistas y dependentistas, que campaba a sus anchas en el pensamiento ecuatoriano, enfrentándose con intelectuales de la talla de Leopoldo Benites Vinueza, Agustín Cueva y Fernando Velasco Abad (Burbano de Lara, 1997).
En materia historiográfica, complejizó de manera significativa el debate al aportar interpretaciones desde la economía y los problemas sociales. Circunstancias tradicionalmente omitidas en la historia oficial, que se enfocaba más bien en la filosofía, los territorios, las batallas, los héroes, los asuntos jurídico-constitucionales y/o religiosos eclesiásticos, etc.
Así, modernizó la historiografía tradicional al asumir discursos como: la positividad de los hechos, el progreso y la razón (Burbano de Lara, 1997). Además de estas virtudes teóricas, metodológicas y políticas, el texto resalta por su claridad, por la manera sencilla y amena en que se relatan complejos procesos históricos, sociales, económicos y políticos; consolidando así, un ensayo potente, a la vez que muy entendible para amplios públicos. Esto, como es lógico, repercutió en su éxito y en sus reiteradas ediciones.
La primera parte de la obra: “Formación del poder en la audiencia de Quito (1533 – 1820)” analiza el proceso de conquista en la Audiencia de Quito, así como el establecimiento de encomiendas. La monarquía española impulsó un proceso de coloniaje imperial sobre las costumbres de las sociedades andinas que resultó en una imposición jurídica, política, social, cultural y religiosa.
El acierto del libro es evitar enarbolar banderas extremas en este debate: ni la visión andina de violación, dolor y exterminio, ni la postura del hispanismo de buen gobierno y mestizaje, pues ambas resultan incompletas (e ideologizadas) al momento de interpretar los procesos históricos. Otros lugares como los márgenes, las fugas, las huacas, la resemantización, el barroco o la fiesta andina dan cuenta de una imbricación andina/española que no se puede explicar desde una óptica de vencedores y vencidos.
Así, Hurtado (1977) argumenta la importancia que supuso la publicación de las Ordenanzas o Leyes de Burgos, y de las Nuevas Leyes, compiladas en las Leyes de Indias, como un importante y novedoso mecanismo jurídico que buscaba legalizar una conquista sobre la base de la fe que, aunque opresiva, reflexionaba sobre el derecho natural, el trabajo y la esclavitud; siendo así, un fermento para los Derechos Humanos, a pesar de todo (Hurtado, 2023).
Sin embargo, no sólo que estas leyes “se acataban; pero no se cumplían”; sino que, en el fondo, legalizaba la encomienda como la base del poder del coloniaje imperial, toda vez que “protegía” a los indios, mientras el trabajo de estos pueda ser explotado para sustentar el poder. Así, el Rey Fernando, legisló en favor de la corona y de la encomienda, y, en contra de los indios, como aseveraron, desde el inicio, los dominicos encabezados por el exagerado Bartolomé de las Casas (Sánchez-Arcilla Bernal, 2021).
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En todo caso, la encomienda se convirtió en el sustento económico y del poder en la colonia. Esta institución se transformaría, poco a poco, en el sistema hacienda (Hurtado, 2023). Así, en la segunda parte del ensayo: “La estructura del poder en la República (1820 – 1949)”, Hurtado (2023) interpreta las guerras civiles quiteñas (independentistas) y el origen de la República como la legalización de este sistema hacienda; y da detalles de los conflictos que este sistema produjo a lo largo de 150 años.
Algunos de estos conflictos sociales y políticos fueron: el bipartidismo conservador y liberal, la lucha por el poder de caudillos y militares, los conflictos entre democracia y dictadura, y, el regionalismo. A primera vista, reluce la ausencia de análisis marxistas, pues Hurtado (1977), niega las tesis de “la lucha de clases”, que postulaban un proceso de formación capitalista en el Ecuador. En cambio, para Hurtado, esta acumulación originaria y este desarrollo capitalista es muy poco significativo en contraste con la hacienda y el latifundio.
Para Hurtado, los análisis marxistas inventan la realidad, porque se explayan en la lucha obrera y la sindicalización, en un territorio sin obreros ni industrias (o muy pocas). En su lugar, el expresidente, como modernizador que es, detalle los procesos de progreso, ya sea que vengan de García Moreno o de Eloy Alfaro, máximos exponentes del desarrollo nacional. La característica que los aúna, a pesar de sus diferencias ideológicas, fue su visión de desarrollo enmarcada en su formación intelectual extranjera. Ambos, desde su perspectiva, impulsaron el desarrollo de la educación técnica, la cobertura de salud, el trazado de caminos, el ferrocarril, el apoyo a la industria, entre otros.
Este interesante apartado, brinda luces para interpretar la lucha por el poder político en las primeras décadas de la República.
Este proceso, es revisado por historiadores e intelectuales como una pugna entre conservadores y liberales. Sin embargo, Hurtado (1977) configura este enfrentamiento única y exclusivamente en términos religiosos como: el laicismo del estado y de la educación, la presencia o no del nombre de Dios en la Constitución, el catolicismo como religión oficial del Estado, etc.
Esto, porque se entiende que, tanto conservadores y liberales, a pesar de sus diferencias religiosas, eran la élite económica y política del país: hacendados los unos, latifundistas los otros. Así, se consolidó el poder, en torno a la hacienda y al latifundio, y, gracias a la explotación de huasipungueros y montuvios. Los conflictos políticos y sociales no afectaron la estructura del estado; sino que se ciñeron a las élites, mientras que el pueblo era casi ajeno al debate en la arenga política.
Asimismo, Hurtado (1977) entiende que el peso de las ideas marxistas surgió entre intelectuales y escritores, (la generación del 30, los 5 como un puño, el indigenismo y el realismo socialista) quienes las propagaron hacia los nacientes círculos de obreros. El auge tardío del capitalismo en el país explicaría la poca consolidación de estos sindicatos, de manera que, la lucha de clases sería propiciada desde eruditos comprometidos; pero con altos privilegios económicos, sociales y políticos, que los ubicaban como integrantes de esa élite, que ellos mismos criticaban.
Varios de estos procesos, así como la consolidación del capitalismo y de la dependencia internacional, llevarían a profundos cambios sociales y políticos, reunidos en el tercer apartado del libro: “La crisis del poder en la época contemporánea (1950 – 1975)”. No se puede analizar la parte final de la obra, sin ligarla a la gestión política de Hurtado, cuando ejerció la vicepresidencia y la presidencia de la república; puesto que él mismo aseveró que, “El Poder Político en el Ecuador” constituyó su mapa de ruta.
Algunos de los debates de esta parte son: la crisis del bipartidismo o multipartidismo, el surgimiento de nuevas oligarquías, la urbanización, las organizaciones populares, los partidos populistas, la ideológica crítica (llamada así en lugar de marxismo o izquierda), el cambio en las instituciones estatales, el reformismo militar, la politización de los estudiantes secundarios y universitarios, la renovación de la iglesia católica, las nuevas relaciones internacionales de dependencia, entre otras.
Un acierto de esta parte es evitar la periodización excesiva, puesto que explica los debates desde su origen, sin importar que este haya sido en la fecha planteada de 1950 o antes, como en la mayoría de los casos. De hecho, Hurtado (1977) reconoce un importante cambio en el manejo económico, cuando en el gobierno de Isidro Ayora en 1927, se promulgaron leyes que, entre otras cosas, creaban el Banco Central, la Caja de Pensiones (antecedente del Seguro Social), la Contraloría General, y, sobre todo, se controló la impresión del dinero desde Quito, quitándole este fuero a los bancos del litoral que, asociados al latifundio, eran la cúspide del poder en ese momento.
De hecho, estos bancos del litoral prestaban grandes sumas al Estado hasta casi la mitad del siglo XX; cuando el endeudamiento y los prestamistas del país, empezaron a ser los bancos y consorcios internacionales.
Aunque estos procesos se consolidaron, como decía, en el gobierno de Isidro Ayora. No se puede olvidar que, previo a dicho gobierno, ejercieron el poder efectivo dos Juntas Provisionales de Gobierno. Estas Juntas no resultan una novedad en la historia ecuatoriana, de hecho, muchas de estos gobiernos provisionales, surgieron de procesos revolucionarios civiles y/o militares, como el de la Revolución Juliana, que precedió a la presidencia de Ayora. Aquí resalta otro acierto del libro: redimensionar el poder militar como un agente reformista y modernizador.
Hurtado (1977) en contraste a los sesgados análisis de la izquierda actual sobre la imposición violenta de las Fuerzas Armadas al servicio de la oligarquía, revisa los procesos políticos y sociales de los militares, para evidenciar cómo, esta fuerza tendía al progreso; siendo apoyada inclusive, en varias ocasiones, por el pensamiento crítico de izquierda. Justamente, durante la dictadura militar de Enríquez Gallo (1937 – 1938) se efectuaron importantes medidas de corte social, siendo la más reconocida, la expedición del Código de Trabajo, documento adelantado en la región.
La simpatía de Hurtado por las Fuerzas Armadas se explica porque al momento de redactar este libro, su autor era un estrecho colaborador del poder militar que buscaba el retorno a la democracia. Otras dos cuestiones importantes que se resaltan en el ensayo son: el rol de la iglesia y el auge del populismo.
Por una parte, la Iglesia Católica, que desde el coloniaje imperial impuso su autoridad, fue perdiendo progresivamente su influencia en las decisiones de estado, al punto que para 1950, la discusión entre conservadores y liberales estaba desfasada en materia religiosa. Para las siguientes décadas, el catolicismo dejó de discutir cuestiones de Estado; más bien, gracias al Concilio Vaticano II y a la teología de la liberación, la iglesia se encauzó por los más necesitados y desposeídos del Reino de Dios; siendo el Monseñor Leónidas Proaño, el más reconocido teórico y práctico de esta tendencia. Por otro lado, el análisis que Hurtado (1977) propone sobre el populismo, resalta por su vigencia y actualidad, inclusive para abarcar los populismos contemporáneos.
Para interpretar el populismo, Hurtado retrocede a la formación de las urbes, a la migración del campo a la ciudad, al desarrollo incipiente del capitalismo y a la marginación del trabajo formal que provocó que, oleadas de personas empobrecidas y sin oportunidades, sean, por primera vez en la historia, el grupo con mayor incidencia política. En efecto, por estas épocas la población urbana recién superó a la rural. El pueblo y el populismo emergieron como un potente fenómeno que influye hasta la actualidad.
Hurtado (1977) desarrolla varias interpretaciones sobre el populismo. Fundamentalmente, indica que es un fenómeno desde el cual, caudillos del poder político emergen con la fuerza y el carisma para aglutinar, en proclamas y discursos, las demandas de este nuevo sector social: del pueblo.
Sin embargo, son procesos que se activan de cara a los comicios, y que, cuando el caudillo de turno llega al poder, no solo que se olvida de ese pueblo que le brindó respaldo; sino que, en muchas ocasiones, se alinea con los intereses de las oligarquías, desconociendo a las masas populares. Así, la obra explica el auge y la potencia, aunque también los yerros de Velasco Ibarra. Un análisis similar se podría hacer del “correato”; de hecho, sería una aproximación interesante, el tratar de interpretar dicho gobierno, con las categorías del populismo que propone Hurtado.
Como vemos, las virtudes de la obra son amplias y complejas, lo que la convierten en un clásico de lectura obligatoria en las Ciencias Sociales del Ecuador. Sin embargo, la obra también se destaca por la encarnizada polémica que desató frente al marxismo; y, sobre todo, porque guio las labores presidenciales de su autor, gestión que, fue criticada por unos sectores y aplaudida por otros.
Las Ciencias Sociales en el país, que no han salido de las izquierdas postestructurales y deconstructivistas, son enfáticas al aseverar los errores en la administración de Hurtado, en especial, lo acusan de salvar a la banca; borrado con el codo (si cabe el termino) lo que había escrito con la mano en su texto.
Por supuesto, estos análisis están parcializados e ideologizados; pero resultan los más comunes en los ambientes educativos, académicos y/o literarios del país.
Para evitar las controversias, se debería analizar a fondo la gestión gubernamental de Hurtado, así como revisar si, en efecto, desplegó los ejes progresistas y modernizadores escritos en la obra; lo cual, excedería los alcances de esta reseña. Por tanto, en lugar de censurar o aplaudir al autor en demasía, me concentré en revisar algunos de los aspectos que resaltan de “El poder político en el Ecuador”.
Como colofón, no puedo dejar de recomendar la obra a intelectuales, abogados, políticos y académicos ecuatorianos y extranjeros. La lectura del texto, en contraste, por supuesto con otras obras como: “El Proceso de Dominación Política en el Ecuador”, de Agustín Cueva, publicada unos años antes, aunque con menos éxito editorial, constituye una necesidad a la hora de encarar el pasado, el presente y el futuro político del Ecuador.
Aunque la izquierda asuma la no neutralidad frente a esta obra, debemos recordar que la democracia se nutre de estas complejidades y diferencias. Ninguna obra, de derecha o de izquierda, debería ser censurada por el poder. Deberíamos ser nosotros, lectores e intérpretes literarios, los que escojamos nuestros propios andares, nuestras propias ideas y nuestros propios autores de referencia.
Finalmente, y aunque, o precisamente por ser esta una obra académica, es que no se debe olvidar que, a la postre, también es literatura. No hay objetividad posible al escribir. Por tanto, no creamos ciegamente en nadie, recordemos que la realidad puede ser ficción, y que, a la vez, las ficciones pueden convertirse en realidad. Que esta obra, y otras que abarquen estas disciplinas sociales y políticas, nos cuestionen, nos interpelen, y, sobre todo, nos permitan imaginar y construir el presente y el futuro con justicia y equidad.
Escrito por Fernando Endara.
Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica.
Instagram: @fer_libros.
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Bibliografía
Burbano de Lara, F. (1997). El poder político en el Ecuador, 20 años después. ProcesoS, Revista Ecuatoriana de Historia(10), 111-116.
Hurtado, O. (2023). El poder político en el Ecuador. Bogotá, Colombia: Planeta.
Sánchez-Arcilla Bernal, J. (2021). Las Leyes de Burgos de 1512: una falacia de los Derechos Humanos. Revisión Historiográfica. Cuadernos de Historia del Derecho, 41-90.