Nefando, novela brutal y asombrosa 

 “Ellos no fueron víctimas de una monstruosidad, sino de una humanidad; una humanidad abyecta que todos padecemos en nuestra carne y mente, con variaciones, claro, pero al final estamos conectados por esa misma naturaleza oscura, caótica, de carácter mítico, y lo paradójico es que ese nexo nos devuelve al mismo lugar de siempre: a la incertidumbre”  

Nefando. Mónica Ojeda. 

Seguimos leyendo a la autora ecuatoriana Mónica Ojeda. Esta vez, te traemos su novela más famosa “Nefando”. No hay nada más espantoso que nuestra humanidad desatada, el entendimiento, cruel y placentero, de nuestra monstruosidad encarnada, o más bien, la conciencia de los límites difusos de nuestra condición y, la imposibilidad de nombrar los recovecos donde se juntan el deseo y la maldad 

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Mónica Ojeda, brillante narradora ecuatoriana explora algunos de las intersecciones más salvajes de nuestra época a través de la violencia, el dolor, la creación literaria y la marginalidad. “Nefando, viaje a las entrañas de una habitación” es un videojuego online de contenido explícito, es una travesía poética para contar el horror desde la belleza, son historias cruzadas de individuos que buscan su identidad escribiéndose,  mutilándose o exhibiéndose como víctimas/verdugos, son recuerdos que nos llevan a la infancia para verificar su fragilidad y transparencia, es un código onion de nuestra Deep Web personal, es una novela perturbadora, inclasificable, caótica, inolvidable, maravillosa.

Para Alicia Ortega, catedrática ecuatoriana, “Nefando” es una apuesta por visibilizar desde el lenguaje experiencias ininteligibles y abyectas, es la necesidad de “escribir(se) para entender(se), es exponer, desde una potente poética narrativa, los abismos más densos y lóbregos, aquellos sitios que casi nadie se atreve a habitar.

 

La novela de Ojeda se asemeja a una “Novela Policial Alternativa” que potencia la “sensación de incertidumbre y evidencia que vivimos en una realidad cada vez más compleja, dolorosa y violenta”. En efecto, la novela se despliega en fragmentos, con diferentes voces narrativas y diversos recursos literarios, varios de ellos provenientes de la imbricación tecnológica virtual en la cotidianidad, para armar una trama que se asemeja a un conjunto de archivos y entrevistas de una investigación inconclusa, repleta de pistas ambiguas, preguntas abiertas y referencias cruzadas. 

Un investigador anónimo y el lector intentarán encontrar los motivos para la creación de un videojuego (novela) que permite/obliga/desafía al internauta(lector) a contemplar las escenas más sádicas de maltrato animal y pornografía infantil. “Nefando”, recalca Alicia Ortega, es la búsqueda de un léxico para describir y transmitir la experiencia del dolor siguiendo la línea de Susan Sontag en “Ante el dolor de los demás”, cuando reflexiona en la necesidad de mirar de frente, comprender y narrar la violencia que sufren las personas de las sociedades actuales, para dejar constancia de su existencia e impedir su repetición.  

¿Cómo vencer el silencio? ¿Cómo decir lo que no puede decirse? Sin embargo, el dolor también puede activar el espectáculo y el placer de otros ¿Cuáles son los límites del deseo? ¿Cómo puede un cuerpo torturado producir placer?

Nefando, viaje a las entrañas de una habitación” se gestó en un piso de Barcelona con seis habitaciones y seis personas con serios conflictos de identidad, cinco de ellas migrantes sudacas. Personajes sórdidos con dificultades para relacionarse con el mundo porque su pasado contradice las convenciones sociales de lafamiliay la infancia, porque para muchos niños y niñas el hogar es cárcel, peligro, desamparo, aún peor, abuso normalizado, convivencia y violación.

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Kikí Ortega, becaria mexicana de literatura, busca escribir una pornovela sobre la crueldad destinada a perturbar mientras descifra, a través de la palabra extrema y profanada, sus memorias de tabúes y encierros. Ensuciar(se) en la palabra parece ser el recurso que Ojeda propone para narrar a Kikí en dos voces, desde las acciones externas y desde el pensamiento del personaje en un interesantísimo diálogo que teje diversas posibilidades de la ficción literaria.  

Iván Herrera, máster en Creación Literaria, está habitado por dos dioses mexicanos en conflicto ¿Qué sucede cuando el cuerpo es uno y la identidad es otra? ¿Cuándo una quiere pechos, pero uno tiene erecciones incómodas? Iván está narrado desde un brioso tú que interpela al personaje, que lo desangra como se desangra él mismo con agujas en el enemigo viril.  

Ambos personajes, Iván y Kikí, a través de la automutilación o la palabra, parecen querer re-definir la relación del ser con el cuerpo y sus formas de nombrarlo, invirtiendo/destruyendo/creando términos que activen las experiencias del eros, la violencia o el dolor, desde lo trans y lo femenino más allá del lenguaje convencional signado por el orden hegemónico.  Un lenguaje que nos proteja del lenguaje de otros, por eso Nefando es también una posición política

El Cuco Martínez es un diseñador web y artista de demoescene madrileño que comparte piso con Iván, Kikí y los Hermanos Terán. Hacker, ladrón, vagabundo, sus embustes se complicaron por peleas de gamberros salpicadas de fanatismos nacionalistas. Diseñó, colgó en la Deep web, e insertó los videos de abuso infantil en “Nefando” en colaboración con los Terán.  

Para Martínez, “Nefando” no era un juego tradicional, era un ocaso, un recorrido, un poema. Los Hermanos Terán: Irene, Emilio, Cecilia, no tienen identidad individual, son el único sobreviviente de la mayor perversidad. El padre de los Terán, destacado cineasta-documentalista ecuatoriano, grababa con deleite las sistemáticas humillaciones, violaciones y torturas a las que sometía a sus hijos desde la más tierna infancia ¿Cómo superar el trauma del abuso infantil paternal?  

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No se puede explicar este horror, ni el dolor de las víctimas ni el placer del verdugo; sin embargo, Mónica Ojeda lo intenta. Tres existencias convertidas en una debido a una tragedia compartida, los Terán tuvieron que aprender una moral diferente, cicatrizar las heridas del pasado para pasar de víctimas a verdugos y encarar la maldad de frente mirando sus ojos, enseñándole al mundo lo que nadie quiere ver. ¿Cuáles son los privilegios de las víctimas

Las historias de vida, las entrevistas, los recuerdos y las grafías de los seis personajes se intercalan con la pornovela escrita por Kiki y con varios testimonios de jugadores de Nefando encontrados en algún foro en la Deep Web, para conformar una estructura polifónica que funciona como un limen entre la ficción y realidad, casi como un creepypasta. Nefando es un libro violento, en palabras de Eduardo Ruiz Sosa, habla “más que de la amputación, de la prótesis que necesitamos inventarnos para seguir vivos en estos lugares en donde lo más habitual es la vejación, el hambre, lo abyecto”.  

Blog Quote: Se dice que “Nefando” no es para todos los públicos, yo se la recomendaría a cualquier amante de la literatura, aunque en estos días sea algo difícil distinguirlos, porque hay lobos con piel de oveja que buscan en las letras la complacencia o el confort, la confirmación de ideologías particulares o un escape a la realidad.  

Desde luego, la literatura es eso y mucho más, pero sobre todo, es el uso de una estética que desafíe al raciocinio a través de temas y formas literarias que expongan nuestros límites sensoriales, físicos, espirituales, mentales y lingüísticos.  

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La literatura no es un escape a la realidad, es el espejo de una realidad que no queremos ver, una realidad cada vez más violenta y dolorosa. La literatura es el relato de lo que nadie quiere contar, es la condición humana en forma lúdica, es magia verdadera, es descubrir la belleza en el horror y el horror de la belleza como dedujo Rilke: “Pues la belleza no es nada sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible”.  

Nefando es terrible, espantosa, brutal; es asombrosa, admirable, sorprendente; es claustrofóbica, enfermiza, permanente.  

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Escrito por Fernando Endara.  

Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica.  

Instagram: @fer_libros. 

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