Alicia Yánez Cossío es para muchos la mejor narradora del Ecuador y con la novela “Memorias de la Pivihuarmi Cuxirimay Ocllo”
(2008) nos ayuda a interpretar, reflexionar e imaginar el pasado. Lee la reseña de Fernando Endara, docente de la Universidad Indoamérica, para desentrañar el pasado desde la literatura ecuatoriana escrita por mujeres.
¿Es la historia un recuento fehaciente de nuestro pasado? o, ¿es acaso un cúmulo de relatos legitimados por una comunidad académica? ¿Podemos, en verdad, conocer con certeza el pasado, o simplemente podemos imaginarlo a partir de la interpretaciones de fuentes? Fuentes, que, por otra parte, responden a los intereses del escritor y del círculo de producción y difusión de estas fuentes. Por eso, en última instancia, se las puede considerar como relatos literarios que posibilitan, en contraste con otros relatos, una mínima comprensión del pasado.
Por tanto, conviene evitar sacralizar nuestra historia, tomando en cuenta que es un castillo de naipes que puede caerse en cuanto sople una ligera brisa de fuentes y/o interpretaciones novedosas. Así, como sabemos, la historia colonial/imperial de los territorios andinos está marcada por la llegada de los castellanos y por su versión de los hechos, recogidos en unos documentos tan amplios y variados que algunos los consideran un género per se: la Crónica de Indias.
En efecto, existieron una gran cantidad de cronistas, los llamados mayores, los menores, los visitadores y finalmente, los cronistas indios catalogados como intérpretes “de los vencidos”. Como es de suponer, estos manuscritos guardan fuertes contradicciones entre sí, al punto en que un personaje puede figurar como héroe en un texto, mientras resalta como villano en otro.
Una de estas crónicas coloniales: la “Suma y Narración de los Incas”, escrita por Juan de Betanzos, resulta muy interesante: toda vez que fue una de las primeras en escribirse, entre 1551 y 1560; y una de las últimas en hallarse y estudiarse, recién en 1987 cuando se encontró un ejemplar completo de su obra en los archivos de Palma de Mallorca.
Una de las cuestiones más paradójicas de las crónicas coloniales en su legitimidad, puesto que se escribieron para justificar la conquista y colonización castellana, mientras se intentaba rastrear la historia y antropología -sí, los cronistas son una suerte de proto antropólogos andinos- de los pueblos conquistados.
Desde su mismo origen, se estableció un pacto de verosimilitud, en donde, los escritores narraron “los hechos de manera real” a unos lectores que lo creyeron como tal. Sin embargo, esto se cuestionó porque, como se sabe, estos cronistas estaban atravesados por objetivos imperiales y evangelizadores.
Así, las crónicas no dan cuenta de los sucesos; sino que presentan una interpretación basada en los prejuicios de los autores y la finalidad de los textos. Evidentemente, la escritura de estas crónicas resultó un reto, pues los cronistas se enfrentaron con una barrera casi infranqueable, sobre todo en los casos de trabajos históricos y culturales: el idioma.
Juan de Betanzos solventó esta dificultad porque dominó el quechua (aunque en los territorios andinos se hablaban varias lenguas además del quechua) y gracias a su esposa: Angelina Yupanqui conocida anteriormente como la Pivihuarmi Cuxirimay Ocllo, es decir, la ñusta de Atahualpa. Sobre este personaje, comparada a menudo -prejuicio y culpabilidad incluida- con la Malinche, se tejen varios mitos que fueron novelados, con asombrosa belleza, por la quiteña Alicia Yánez Cossío.
Alicia Yánez es una de las narradoras más prestigiosas del Ecuador, su obra abarca la novela, la poesía y los cuentos, siendo una referente de la corriente denominada: “Nueva novela histórica” por sus reconstrucciones literarias del pasado como: “Sé que vienen a matarme” (2001) protagonizada por García Moreno, o “Aprendiendo a morir” (1997) sobre la figura de Mariana de Jesús. En 2008 publicó la novela: “Memorias de la Pivihuarmi Cuxirimay Ocllo” en una muy cuidada edición de Manthra Editores que incluye una gran cantidad de ilustraciones que reproducen los grabados Guamán Poma de Ayala.
La obra reconstruye la infancia y adolescencia de Cuxirimay, así como la llegada del Pachakuti, o cambio de época que marcó el final del Tahuantinsuyo. De esta manera, a más de novela histórica, estas memorias constituyen un Bildungsroman, es decir, una novela de aprendizaje en la cual el lector acompaña a Cuxirimay en su proceso de maduración como ñusta/princesa. Veamos algunos de sus elementos relevantes.
Uno de sus componentes a destacar es, como no podía ser de otra manera, la elección de la Pivihuarmi como la figura protagónica a retratar y la reconstrucción de su época histórica. Esto se lo debemos, como reconoce la autora en el agradecimiento que precede a la obra, a la historiadora Tamara Estupiñán.
En efecto, Estupiñán, como especialista en historia colonial, había sacudido el panorama historiográfico ecuatoriano con el descubrimiento arqueológico de Malqui Machay, la última morada de Atahualpa (2004), -fruto de una década de investigación- en Sigchos (Cotopaxi); y con la publicación de la obra: “Tras las huellas de Rumiñahui” (2003) que desmitificó la figura del héroe/villano cuzqueño/pillareño; puesto que criticó la interpretación y las fuentes de Coba Robalino, quién en 1929 en la obra: “Monografía de Píllaro”, había configurado un imaginario heroico para Rumiñahui asociado a la resistencia y la lucha anticolonial que se integró a la historiografía oficial y escolar.
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Las investigaciones de Tamara supusieron una revelación y continuaron un debate histórico sobre la figura de Rumiñahui, que había comenzado casi desde las primeras crónicas coloniales. Una de las fuentes que Tamara utilizó con asiduidad fue la “Suma y Narración de los Incas” de Juan de Betanzos, así mismo, explicó cómo, seguramente, fue la Pivihuarmi (ñusta destinada a ser esposa del Cápac Inca) de Atahualpa, quién trasmitió la información que Betanzos escribió en su manuscrito. Tamara presentó esta historia al público, a la vez que, motivó y retó a Alicia a novelar sobre Cuxirimay. Para hacerlo, la autora consultó la intrincada crónica de Betanzos, que fue descifrada gracias al trabajo en conjunto con Estupiñán.
Esta novela surgió del trabajo académico e imaginativo de Tamara y de Alicia, por eso, se resalta la fortaleza femenina de Cuxirimay. Y es que un aura de poder femenino rodea la novela, las mujeres son retratadas como seres sensibles e inteligentes, mientras los varones son esbirros violentos de la guerra.
La excelente ambientación de la novela se consigue gracias a la pericia de la narradora para emplear términos y palabras que provienen del quechua, aunque en ocasiones, pasa por alto la resemantización.
Esto es, aquel proceso de trasposición de significados ocurrido cuando los castellanos elaboraron las primeras gramáticas del quechua utilizadas para la evangelización, en la cuáles, incidieron en superponer significados y conceptos, especialmente en aquellos términos con una reminiscencia espiritual. Un ejemplo de aquello es el vocablo: “supay”, traducido y reducido por los españoles, y utilizado por Yánez Cossío en su novela como: “diablo” o “maligno” o “cosa mala”; sin embargo, en su complejidad y antes de la publicación de las gramáticas (resemantización), este término hacía referencia a un sitio o espíritu sagrado.
Así, a través del cambio de significado de ciertas palabras, los diversos espíritus o dioses se asociaron al demonio, como un pretexto para la Extirpación de Idolatrías legitimada en el Concilios de Lima de 1551. Entonces, al parecer, Alicia utiliza varios de estos vocablos con su significado actual, es decir, con su interpretación después de ocurrida la resemantización; y no con su significado antiguo, el de antes de la llegada de los castellanos. Esta es una curiosidad menor, toda vez que no hay un consenso sobre los procesos de significación, traducción, interpretación y elaboración de gramáticas de una lengua que, por otra parte, guarda numerosas variantes regionales e históricas.
Otro de los ejes valiosos de la novela es su manera de enfocar el relato, cual, si de un presagio se tratara, como si la divina providencia -representada en Contiki Viracocha Pachayachachig y/o en Pachacamac- hubiera escogido a Cuxirimay como la encargada de trasmitir la historia de los pueblos andinos para la posteridad.
Entonces las memorias, que no biografía, porque no retratan la totalidad de la vida de la Pivihuarmi como lo haría una biografía; sino que se concentran en su infancia y adolescencia hasta la llega del Pachakuti (muerte de Atahualpa), detallan su aprendizaje de la mitología y de la historia de estos pueblos que después será transcrita por Betanzos. Así, Cuxirimay, hija de Tocto Ollo y de Huayna Capac, hermana de Atahualpa y destinada a ser su esposa, no se formó en los templos destinados a la nobleza incaica; sino que tuvo dos mentores particulares: Ninacuri y Kochu. Su primera maestra la yanacona y mitima Ninacuri, fue una cañari desplazada en las innumerables guerras que sostuvieron los pueblos andinos.
Ninacuri recibió la visión enteógena de los guandus, del wahumu, del tupak sayri y de otras hierbas y raíces para encontrar su destino: enseñarle la mitología y la historia Inca y Cañari a la Pivihuarmi, para que ella, a su vez, se la cuente a un hombre barbado de piel blanca que aparecía en sus sueños dibujando extraños signos en papeles similares al cutul del maíz. Así, de forma mística y literaria, Yánez Cossío enlaza una coincidencia histórica que parece ficción, con la espiritualidad de los shamanes andinos que descifraron sus brebajes y lograron que la historia de sus pueblos se trasmita a la posteridad.
Este es el mayor acierto y la magia de la novela: interpretar la historia como un designio en donde las personas toman parte y deciden; y no como una curiosidad o una imposición de los poderes.
Por eso, según la hipótesis de la novela, la “Suma y Narración de los Incas” de Juan de Betanzos, únicamente se posibilitó porque los pueblos quisieron contar su historia de esa manera: a través de Cuxirimay, ante el inminente Pachakutik.
Por supuesto, esta visión mito mágico poética se relaciona con el debate sobre la verosimilitud y ficcionalidad de la escritura de la historia. Por eso la autora incluye en las últimas páginas (final de la novela) una reflexión sobre el recuerdo, el olvido y la memoria al indicar que todas las historias, ya sen novelas o trabajos académicos, se escriben al triangular la coincidencia (magia), la investigación y la invención.
Así, Cuxirimay le contó a Betanzos lo que recordaba, -con lagunas e invenciones incluidas-, mientras el transcriptor captó una parte y otra quedó relegada al olvido. Por eso, Yánez Cossío estudió la crónica de Betanzos, ubicó cada relato y lo colocó en los labios de la aya (nodriza) Ninacuri, o en los del Shamán Kochu, su segundo maestro, quienes se los trasmitieron a la Pivihuarmi.
De hecho, estas enseñanzas históricas y mitológicas ocupan las tres cuartas partes de la novela, recién al final sucede lo inevitable: la llegada de unos barbudos cubiertos de metal y trepados en animales gigantes, quienes en nombre de un Dios desconocido y ondeando una bandera descolorida, tomaron posesión de unas tierras y unas gentes que, con dolor, sucumbieron ante la impotencia, el miedo y la enfermedad.
Con la llegada de Pizarro a Cajamarca y su encuentro con Atahualpa, quien llevaba años combatiendo y apenas acababa de vencer a su hermano Huáscar en las guerras civiles incas, dio inicio la colonialidad. Este momento supone una interrogante histórica sin respuesta: ¿Cómo un ejército debilitado compuesto por algo más de 100 personas se impuso a un imperio bien organizado de guerreros que habían sometido a toda la región?
Las hipótesis son numerosas, complejas y, aunque; contradictorias, guardan algunos elementos que podrían ser comunes, y, por tanto, podrían interpretarse como una “verdad histórica” que aceptamos al 2023. Estos elementos que explicarían la caída del Imperio Inca y la conquista española son:
- Fragmentación del Imperio, guerras civiles intestinas, debilitamiento interno, poblaciones descontentas y pactos de diversos pueblos con los recién llegados europeos;
- La zozobra que produjo en los Incas el enfrentamiento con la otredad, en relación con los mitos andinos que, de momento, mantuvieron neutrales a los naturales, mientras los peninsulares fraguaron las estrategas; y
- La ambición de los españoles que se conecta con las ideas imperiales de destino manifiesto y las ideas teológicas de evangelización que posibilitaron que, en el extrañamiento de la alteridad, los peninsulares se consideraran asimismo como héroes, capitanes y administradores de la Tierra y del Cielo.
Alicia Yánez también esboza una hipótesis centrada en la inquietud: ¿por qué Atahualpa no dio la orden de ataque a sus huestes en el momento de su captura?
Su respuesta: el monarca se entregó con estoicismo al temido Pachakuti o cambio de época, y, aunque en cierto momento busco su liberación a través de un pago con objetos de oro a cambio de su rescate, se mantuvo tranquilo; pero abrumado por el peso de los acontecimientos.
En síntesis, “Memorias de la Pivihuarmi Cuxirimay Ocllo” relata los acontecimientos de la vida de Cuxirimay desde su nacimiento hasta el aciago inicio de la colonialidad, enfocados en su formación como amauta, y, aunque; parece que la novela acelera o carece de final, la autora le deja estos detalles a la historia, pues sabemos que después de ser violada y obligada a casarse con Francisco Pizarro, la Pivihuarmi culminó sus días como consorte de Juan de Betanzos, y él escribió su enigmática obra.
Esta novela, que pertenece a la “nueva novela histórica” y que se enmarca en el Bildungsroman o novela de formación, es una excelente forma de iniciarse en la mitología, historia y colonialidad del mundo andino. Tres aspectos que se muestran unívocos en el relato y que dan cuenta de la importancia de las mujeres en el desarrollo de los sucesos históricos. Alicia Yánez Cossío, una consumada narradora, para muchos la mejor del Ecuador, nos deleita con esta novela que, como he explicado, tiene muchos elementos interesantes para su análisis y, sobre todo, nos ayuda a interpretar, reflexionar e imaginar el pasado.
Una etapa del pasado que, por estar plagada de fanatismos y fanáticos, resulta confusa y maniquea. Leamos con atención los trabajos de Yánez Cossío, esta y otras novelas del género, nos posibilitan un entendimiento amplio y un acercamiento que, a pesar de (o gracias a) ser literario, reviste una superación de la dualidad indigenismo/hispanismo. Leamos con atención estas memorias y recordemos que la historia es una creación de intelectuales y políticos que puede responder o no, a la realidad de los hechos pasados, aunque nunca podamos saberlo con certeza. El pasado es literatura, la historia es literatura. Nuestra vida es literatura.
Escrito por Fernando Endara.
Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica. Instagram: @fer_libros.