La novela sobre el caso de Nelson Serrano

¿Es la profesión del Derecho la búsqueda de la justicia, o es la búsqueda del dinero, del poder y del prestigio utilizando la palabra justicia como pretexto para imponer la injusticia?, se pregunta Fernando Endara, docente de Indoamérica, en la reseña de “Los crímenes de Bartow” de Óscar Vela. Si aún no conoces el caso del único ecuatoriano condenado a cadena perpetua en Estados Unidos, este libro te sumergirá en una de las historias más insólitas por la búsqueda de verdad.

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Bartow es una localidad situada en el condado de Folk, en Florida. El 3 de diciembre de 1997, dicha ciudad fue escenario de un brutal incidente: se cometieron una serie de asesinatos catalogados y repudiados como el crimen más atroz en la historia del condado. Las víctimas: George Gonsalves, Frank Dosso, Diane Patisso y George Patisso. El victimario, según la justicia del estado de Florida: el ecuatoriano Nelson Serrano.

El horrendo suceso atrajo la atención de los medios, de la policía, de los políticos y de la comunidad local que buscó, sin cesar, una condena. El condenado resultó ser socio comercial de una de las víctimas, y, en estos días (diciembre de 2023), es el preso más longevo del corredor de la muerte en los Estados Unidos.

El proceso fiscal, por supuesto, estuvo lleno de controversias; tal es así que, estas alcanzaron la literatura. Óscar Vela, novelista y abogado ecuatoriano, se propuso reconstruir en clave de novela, un caso y un juicio plagados de irregularidades, para demostrar el funcionamiento implacable, jerárquico e injusto; pero legal, del sistema de justicia norteamericano, y en específico, de las cortes del estado de Florida.

Así, Óscar, un consumado opositor a la pena de muerte, describe en su obra: “Los crímenes de Bartow”, publicada por Editorial Planeta en 2021, el caso de Nelson Serrano con sus hechos, la investigación policial, la captura del sospechoso, el juicio y sus expedientes; así como también argumenta, a través de una serie de evidencias (recién salidas a la luz), nuevas teorías del crimen que demostrarían la inocencia de Nelson. Vamos por partes, analicemos la obra literaria, después hagamos algunos apuntes sobre el caso, y, finalmente, reflexionemos sobre las posibilidades de la “Literatura de No Ficción”.

Óscar Vela, un curtido narrador, se especializa en ambientar sus relatos en escenarios históricos de no ficción; es decir con personas (no personajes) y situaciones reales -volveremos a esta idea más tarde-. Después de observar un documental producido por Janeth Hinostroza sobre el caso de Nelson Serrano, en donde la periodista abogaba por la inocencia del condenado; Óscar decidió investigar los sucesos para tener material con el cuál elaborar una novela. Así comenzó su periplo. Después de varios viajes, correos electrónicos, mensajes de texto y llamadas, alcanzó su objetivo: entrevistar a Francisco Serrano, hijo de Nelson, y exponerle sus motivos literarios para acercarse a la tragedia de Bartow.

La idea original era escribir una novela; aunque en el camino, el escritor terminó transformándose en uno de los abogados asesores en el caso de defensa de Nelson.

El resultado literario es una novela “de no ficción” muy lograda, que no se queda en la descripción del caso; sino que convence a sus lectores de la inocencia del acusado, y, lo más sobresaliente, reflexiona de manera incisiva sobre el cómo abordar, desde la creación literaria, una trama de sucesos reales que, al más puro estilo de “A Sangre Fría” de Capote, borran los límites entre la realidad y la ficción.

Entonces Óscar se explaya en vincular el caso con su experiencia como abogado, investigador y narrador, convirtiendo el relato en un recuento de hechos protagonizados por Óscar, en donde; la interrelación entre Óscar y Nelson marca la pauta: llegando incluso a incorporar fragmentos de correos electrónicos intercambiados entre ambos. Por eso, la narración en primera persona la protagoniza Óscar, no Nelson.

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El narrador protagonista llena de verosimilitud la historia, a la vez que, permite una distancia entre los lectores y el condenado; siendo la voz del narrador la que intercede constantemente a favor de la inocencia de Nelson. Una voz implicada y con apariencia de imparcial; aunque al poco rato nos damos cuenta (o verificamos más bien) que ni la imparcialidad, ni la no-ficción, son posibles en la literatura. Así, casi desde el principio, el lector sabe que asistirá a la defensa de Óscar elaborada por uno de sus abogados.

La estrategia literaria que utiliza Óscar para convencernos es muy potente: inicia presentando una “teoría del crimen” alternativa a la propuesta por la Fiscalía de Bartow; explicando cuales fueron las evidencias que llevaron a la familia y al equipo legal del acusado a postular esta nueva hipótesis.

Por eso, las contradicciones de la teoría de la fiscalía -muy débil, por otra parte- aparecen desde el comienzo para incidir en el argumento central de la obra: Nelson Serrano fue condenado de manera injusta, por un sistema de justicia corrupto, xenófobo y plagado de procesos viciados en donde priman los acuerdos políticos y la presunción de culpabilidad (no la de inocencia) para las minorías raciales.

Después de reconstruir los hechos de manera alternativa; pero con el respaldo de las evidencias, Óscar comenta sus diversas visitas a Nelson en la cárcel, así como sus conversaciones con su hijo Francisco. A continuación, explica a detalle el proceso de captura y juicio del acusado. Este proceso, secuestro, no solo que vulneró los Derechos Humanos del presunto asesino; sino que, visualizó a nivel internacional la consigna impositiva de los Estados Unidos y la corrupción de la policía y de la justicia ecuatorianas. Parece paradójico que, en esta reseña, la palabra justicia siempre aparezca cercana a la palabra injusticia; pero es que, tanto en las cortes literarias, como en las ecuatorianas o en las norteamericanas, parece que los tribunales sirven a la corte suprema de la injusticia.

¿Es la profesión del Derecho la búsqueda de la justicia, o es la búsqueda del dinero, del poder y del prestigio utilizando la palabra justicia como pretexto para imponer la injusticia? Óscar me regresa el idealismo al constatar que quedan pocos abogados honestos y probos, en un mundo en donde el traje y la corbata de la ley ahorcan a muchos, mientras unos pocos están protegidos por el poder y la gloria. La captura de Nelson decía, se produjo bajo una serie de irregularidades reprobables e inhumanas; veamos en detalle:

Las víctimas de los Crímenes de Bartow fueron: George Gonsalves, socio comercial de la empresa Erie Manufacturing Inc; y el hijo, la hija y el yerno (Frank Dosso, Diane Dosso Patisso y George Patisso) de otro de los socios comerciales de dicha empresa: Phill Dosso.

De hecho, el día de los asesinatos, el 03 de diciembre de 1997, la familia de Dosso se encontraba celebrando el cumpleaños de una de sus nietas; sin embargo, ni Frank, ni Diane o su esposo George llegaron a la celebración.

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Algo preocupados, Phill Dosso y su esposa fueron a las instalaciones de la Erie Manufacturing Inc, para descubrir, con horror, los cuerpos asesinados de su hijo, hija y yerno. Entonces se produjo la primera llamada al 911 que permitió el arribo de los policías y forenses que dieron inicio de manera oficial a la investigación; cuando Dosso, sin dudar un instante, culpó a Nelson Serrano, el tercero de los socios principales de la compañía. Sin embargo, Serrano se había alejado de la empresa unos meses antes, cuando su hijo Francisco que trabajaba como contable de la Erie Manufacturing, descubrió que faltaba una importante suma de dinero en las cuentas y documentos.

Los socios se distanciaron porque Nelson reclamó y llevó un juicio civil para reclamar el dinero faltante. De manera que, la relación se tensó entre los 3; siendo este el motivo aducido por Dosso para sospechar, en primera instancia de Nelson: las controversias sobre el dinero de la empresa y la rivalidad de los socios.

A través de este indicio, la policía de Bartow encontró en Nelson al primer sospechoso. Sin embargo, luego de varias indagaciones e investigaciones que duraron cerca de 3 años, no pudieron relacionarlo con el crimen: puesto que el mismo día, Nelson aparecía grabado en video, tanto a las 12h21 como a las 22h17 en el Hotel en LaQuinta Inn en Atlanta (Georgia), a 740 km del escenario del crimen. Así que, con la investigación suspendida, Nelson decidió regresar a Ecuador retomando su nacionalidad de nacimiento, que había sido dejada de lado cuando adoptó la norteamericana, acorde a las leyes vigentes al momento. Para aquel 2001, la Constitución ecuatoriana de 1998 permitía la doble nacionalidad, siendo Nelson ecuatoriano y norteamericano a la vez en las fechas en que retornó al Ecuador.

Mientras tanto en el condado de Folk, la presión de los medios y de la ciudadanía por resolver el cuádruple asesinato y condenar a un culpable hacía ella en Bartow, puesto que los fiscales encargados del caso buscaban la reelección, y su inoperancia en este particular les jugaba en contra. Quizá por ello, hipotetiza Óscar, la policía y la Fiscalía ocultaron unas evidencias, mientras fabricaban otras. Y así, llegaron a inculpar a Nelson, a través de unos boletos de alquiler de vehículos con un resto parcial de su huella digital que fueron encontrados en un maletero; y que, demostrarían la teoría de la Fiscalía que expongo a continuación:

Según la fiscalía de Bartow: Nelson Serrano viajó con una identidad falsa desde Atlanta hasta Orlando. En el aeropuerto de Orlando tomó un vehículo previamente alquilado por una persona de su confianza: Álvaro Peñaherrera, para llegar hasta Bartow.

Ya en el lugar de los hechos, el sospechoso ingresó a las instalaciones, y con ayuda de una silla con ruedas alcanzó a remover unos bloques del tumbado para alcanzar las dos armas que ahí tenía escondidas para tal efecto.

Entonces asesinó a las 4 personas a sangre fría: a George y a Frank por la rivalidad económica y empresarial, y a los esposos Patisso para no dejar testigos. Una vez cumplido este cometido, Nelson condujo el vehículo alquilado para llegar hasta Tampa, en donde abordó otro avión, con otra identidad falsa, para regresar a su hotel en Atlanta, y volver a aparecer en las cámaras, como lo hizo en la mañana.

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Esta teoría, muy rebuscada, resalta por su falta de evidencias. En primer lugar, realizar un periplo de tal naturaleza en 9 horas y 57 minutos, resulta casi imposible, como lo demostró la periodista Janeth Hinostroza que, en su documental siguió la ruta indicada por la Fiscalía de Bartow para verificar la imposibilidad de los tiempos. En segunda instancia está el tema del alquiler del vehículo, algo que, por otra parte, nunca se aclaró. Como era de esperarse, la policía y la Fiscalía fueron tras Peñaherrera, quien en efecto había alquilado un vehículo por orden de Serrano y lo había dejado en el estacionamiento del aeropuerto de Orlando. Dicho vehículo fue recogido por “alguien no determinado” y devuelto a la empresa de renta en el aeropuerto de Tampa.

La incógnita es: ¿Quién condujo el vehículo de vuelta desde Orlando hasta Tampa? Peñaherrera nunca pudo aclararlo. En algunas de sus versiones, que cambiaban de una fecha a la siguiente, dijo que fue Nelson; sin embargo, también indicó que estuvo presionado por la policía al momento de declarar.

Por tanto, Óscar le preguntó a Peñaherrera, a través de conversaciones telefónicas sostenidas durante la redacción de la novela, por la identidad del conductor. Sin embargo, Álvaro cayó en nuevas contradicciones y no pudo afirmar o negar el haber recibido una cuantiosa suma de dinero por parte de la fiscalía al ofrecer información relevante en el caso de los asesinatos. Lo cierto es que alguien llevó el vehículo de un aeropuerto a otro.

Según la fiscalía de Bartow, fue Nelson quien lo condujo; aunque no se encontró ninguna evidencia en las cámaras ni de las autopistas, ni de los peajes, ni de las estaciones de servicio; ni siquiera se encontró a Nelson captado por las cámaras de los aeropuertos, en donde supuestamente estuvo.

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Estas dos circunstancias, sumadas al hecho de encontrar disparos de 3 armas distintas en los cadáveres (una de las armas fue escondida en el reporte policial inicial y apenas salió a la luz hace poco), la nula presencia de huellas digitales o ADN de Nelson en la escena del crimen, la celeridad de su captura, y/o el trabajo de los abogados de la defensa del acusado, le hacen sospechar a Óscar (y a sus lectores) que: Nelson fue inculpado.

Entonces la novela “Los Crímenes de Bartow”, no solo que aboga por la inocencia del ecuatoriano; sino que, disecciona la justicia del estado de Florida para postular aquello que ya indicamos: la corrupción, jerarquía y arbitrariedad que rodean a un sistema de justicia injusto; pero legal que, de forma lamentable, se utiliza como ejemplo para el mundo occidental.

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Para muestra un botón: según el Registro Nacional de Exoneraciones de Estados Unidos, entre 1989 y 2019, más de 2500 personas recuperaron su libertad, luego de haber demostrado su inocencia, y, por tanto, su injusta condena. Por eso, durante la investigación y redacción de la novela, Óscar se involucra y pasa de escritor a abogado, convirtiendo al libro en algo más que una creación literaria.

Así, “Los crímenes de Bartow” resulta un manifiesto que difunde las vicisitudes del caso de Nelson Serrano de una manera amplia, compleja y sostenida; y, sobre todo, intenta convencer a los lectores (ecuatorianos en especial) de la inocencia de Nelson y de los vicios de su proceso. La estrategia de Óscar, que pasa por lo literario, es unir a una nación para pedir, a través de los canales diplomáticos, de redes sociales, de medios de comunicación, incluso de la conversación cotidiana, un nuevo juicio para Nelson, que le demuestre al mundo la verdad.

En estos días, los abogados de Nelson se encuentran presentando procesos para conseguir una nueva sentencia ante la Corte Suprema de los Estados Unidos, a la vez que esperan que un recurso de Habeas Corpus Federal le permita acceder a nuevo juicio. Por todo eso, es inevitable que la novela tenga ecos de “Yo Acuso” de Emil Zola. El mismo Óscar lo menciona y pretende, según Damián de la Torre (2022), un “Yo Demuestro” que responde a la carga emotiva y empática entre el autor protagonista y el condenado retratado. Se espera que una novela de esta naturaleza, crítica con el sistema judicial de los Estados Unidos, tenga un alto impacto en la comunidad internacional; así que, de momento, se esperan las traducciones oficiales a otros idiomas, especialmente al inglés.

Espero, además, como lector crítico convencido de la inocencia de Nelson (gracias a la novela de Óscar), que las piezas caigan en su lugar; que la justicia prevalezca, que la verdad se imponga, y que mi compatriota pueda retornar libre a este país para mirar de nuevo el Cotopaxi, perderse en los trigales y compartir con sus nietos a quienes aún no conoce. Sin embargo, no puedo quitarme la espina de la “no ficción”, y sobre este particular reflexionaré en esta última parte:

Se conoce como no-ficción a aquellos textos que hacen referencia a la realidad por encima de la imaginación, es decir, es una construcción literaria que da cuenta de verdades parciales subjetivas; pero comprobadas a través de datos, fuentes rigurosas y el apoyo de otras disciplinas como la historia, la arqueología o el periodismo.

De hecho, esta corriente se popularizó a raíz del auge del nuevo periodismo norteamericano de la década del 60, cuando autores como Hunter Thompson, Gay Talese o Tom Wolfe, protagonizaron un cambio de rumbo en la crónica periodística, al incorporar elementos provenientes de la literatura, en reemplazo de la estructura piramidal que respondía a las 5 preguntas tradicionales.ccc

Leyes

Así, fueron encausándose dos corrientes: el periodismo literario o nuevo periodismo y la novela de no ficción. Ambas confluyeron en la que es quizá, la novela más acabada de ambos géneros: “A Sangre Fría”.

Sobre la definición, la diferencia y los objetivos de estos dos nuevos géneros existieron controversias desde su mismo origen. Wolfe y Capote se posicionaron en orillas distintas de un debate que reflexionaba sobre la ficcionalidad y la factualidad (veracidad) de los textos lingüísticos y su imbricación o no, con lo literario. En ese sentido, otros académicos como Hellman y Zavarzadeh, discutían sobre la forma de interpretar esta corriente, en donde no existirían personajes; sino gente, no trama; sino actema​ (García, 1999)​.

A estos debates norteamericanos, se suman las propuestas hispanoamericanas, en donde la reflexión sobre la realidad y la ficción se evidencia desde las crónicas de indias, pasando por el Boom ya sea mágico realista o real maravilloso, hasta alcanzar la nueva novela histórica construida precisamente con materiales factuales ficcionados, para discutir que, en ciertos escenarios, la ficción supera la realidad​ (Elbanowski, 2009)​. Sin embargo, estas visiones no son totalizadoras y se enfrentan a otras escuelas de interpretación de la literatura como la “crítica de la razón literaria” del profesor Jesús Maestro.

Esta escuela, define a la literatura como: “una construcción humana y racional, que se abre camino hacia la libertad a través de la lucha y el enfrentamiento dialéctico, que utiliza signos del sistema lingüístico, a los que confiere un valor poético o estético y otorga un estatuto de ficción, y que se desarrolla a través de un proceso comunicativo de dimensiones históricas, geográficas y políticas, cuyas figuras fundamentales son el autor, la obra, el lector y el intérprete o transductor”​ (Maestro, 2017-2022)​. Es decir que, según esta definición, la ficción es un componente esencial de la literatura; lo que implica que no puede haber literatura sin ficción.

Entonces, bajo la óptica de la “crítica de la razón literaria”, la literatura sin ficción es un oxímoron. En ese sentido, para Maestro (2022), cuando unos hechos históricos o unas visiones científicas se intersecan con la literatura, estas pierden su carácter de veracidad, pues son absorbidos por la literatura y su carácter ficcional.

Siguiendo esta corriente, se podría decir que las novelas históricas y/o las del boom mágico realista o real maravilloso, pierden su carácter histórico y/o factual, pues son ficciones que se apoyan en elementos del mundo real. Esta es otra contradicción que habría que revisar, puesto que, aunque generalmente se piensa que la ficción se opone a la realidad; esto no es así; sino que, la ficción complementa o posibilita la realidad. En palabras de Maestro (2002):

Ficción y realidad son conceptos conjugados e indisociables. La ficción no existe sin alguna forma de implicación en la realidad. La literatura, de hecho, no existe al margen de la realidad. No salimos de la realidad cuando accedemos a la ficción. La literatura nace de la realidad y nadie ajeno a la realidad puede escribir obras literarias ni interpretarlas. La literatura no es posible en un mundo meramente posible. No hay «mundos posibles»: sólo hay un mundo, el real. Los denominados «mundos posibles» son ficciones filosóficas. Muy al contrario, la literatura sólo es factible en un mundo real, como construcción y como interpretación. Los materiales de la literatura son reales o no son. Para que algo pueda llegar a ser ficticio es imprescindible que tenga alguna forma de anclaje o referencia en el mundo real. Dicho de otro modo: un término es ficticio sólo cuando alguno de sus componentes es real. De otro modo, la ficción resultaría ilegible e incomprensible, cuando no insensible o imperceptible, a las posibilidades de captación y observación humanas​ (Maestro, 2017-2022)​.

Siguiendo esta visión, la literatura de no ficción, no serían un tipo de textos que evitan la imaginación para preferir los datos y documentos verificados; sino que, serían una construcción de ficción que establece un contrato de lectura, en donde, el autor, asevera que sus materiales son veraces (lo que atrae a los lectores); aunque ya sabemos que, toda factualidad queda abolida frente a la literatura. Si descentramos el debate de la oposición realidad vs ficción, verificamos que la etiqueta “no ficción” tiene tintes comerciales e ideológicos.

Comerciales porque el término literatura legitima al periodismo al desplazarlo de los medios para incorporarse como género literario; mientras el término no-ficción legitima al autor como investigador implicado. E ideológicos porque, en última instancia, el debate anglo e hispano sobre la no ficción, condujo a categorías como “novela testimonial” o “novela documental” –Los Crímenes de Bartow ingresaría en estas etiquetas- que toman un partido, generalmente de denuncia social o política.

Para García (1999) siguiendo a Zavarzadeh, el auge de la novela de no-ficción tiene que ver con sus posibilidades para retratar situaciones extremas, y es la dominante en nuestro sistema cultural desde el posmodernismo de la posguerra; así como el drama dominaba el periodo isabelino, las crónicas de indias el periodo de conquista española, y/o los debates políticos la época emperadores romanos.

Arrestado

Quizá toda literatura siempre fue de no-ficción, porque desde sus orígenes tomó elementos de la realidad que se conjugaron y/o posibilitaron la ficción. O visto de otro modo, toda ficción toma elementos de la realidad, de manera que, toda literatura tendría componentes de no ficción.

El asunto es que, al momento de escribir y leer las obras, se establece un pacto en donde el autor y los lectores establecen un tipo de contrato, que puede ser de ficción, al rechazar o fingir rechazar los elementos referenciales (veraces), o de veracidad, que implica el compromiso del autor a presentar una verdad auténtica y documentada; aunque claro, estos pactos son relativos, porque habiendo pactado un contrato de veracidad, nada impide que el autor ficcionalice estos elementos dada la alta permeabilidad de los dos contratos.

Así, las novedosas, inventivas y complejas técnicas de narración y reflexión empleadas por Óscar en “Los Crímenes de Bartow” establecen un pacto de veracidad -que no es lo mismo que la no-ficción- enfocado en el acto de documentar, testimoniar, entrevistar, revisar expedientes, verificar evidencias, entre otras.

Por supuesto, este pacto de veracidad funciona como una dialéctica, lo que se evidencia en que obras antiguas que fueron escritas como de no-ficción, hoy se las analiza como ficción, y obras literarias de ficción, ahora se las busca por su valor histórico o sociológico. Así, ambos pactos se entrelazan, se cruzan, porque son conceptos conjugados.

Entonces “Lo crímenes de Bartow” es una ficción que toma elementos de la realidad. Óscar y sus lectores pactamos un contrato de veracidad y, por tanto, creemos en la inocencia de Nelson. Lo cual; sin embargo, está condicionado por el pacto que Óscar establece a través de sus estrategias narrativas, y no por el mero calificado de “no ficción”.

Para terminar esta larga reseña, solo me queda resaltar que estos debates académicos sobre la ficción, la realidad y la literatura revisten una importancia menor frente a la historia de Nelson y el objetivo de la novela. Objetivo que se cumple en su totalidad, pues cualquier lector saldrá convencido de la inocencia de Nelson y de las arbitrariedades del sistema judicial del estado de Florida. Más allá de la literatura, en estas páginas queda el sabor amargo de injusticia. Que la literatura nos permita imaginar la justicia, porque al parecer, esta palabra, es exclusiva de los terrenos de la ficción.

Escrito por Fernando Endara.
Docente de Lenguaje y Comunicación, Universidad Indoamérica. Instagram: @fer_libros.

 

​​Bibliografía

​​Elbanowski, A. (2009). El prólogo y el concepto de la ficción en la literatura hispanoamericana. Revista del CESLA, 73-80.
García, R. L. (1999). “Novela de No-Ficción”: polémica en torno a un concepto contradictorio. Letras Curitiba, 41-53.
Maestro, J. (2017-2022). «Definición de literatura», Crítica de la razón literaria: una Teoría de la Literatura científica, crítica y dialéctica. Tratado de investigación científica, crítica y dialéctica sobre los fundamentos, desarrollos y posibilidades del conocimiento raciona. Editorial Academia de Hispanismo. Obtenido de https://bit.ly/3BTO4GW

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